Arroll¨® Julio Robles
Julio Robles sali¨® dispuesto a arrollar. As¨ª debe hacer un torero que, como ¨¦l, tiene pleno derecho a ocupar uno de los primeros puestos del escalaf¨®n. La novela se la tienen bien montada otros -el fino, el serio, el honrao, el del duende, el legionario- y a Robles s¨®lo le puede resistir la torer¨ªa su voluntad de romper las barreras de las exclusivas. Pero con eso le basta y le sobra. Los aficionados est¨¢n hasta la coronilla de t¨®picos y noveler¨ªa que, por otra parte, no tienen ning¨²n brillo especial. Son coplillas simplistas y sin ingenio que inventan taurinos, adocena dos de guayabera y puro, para que las aireen quienes se prestan a ello.Mas el caso es que valen y gracias a ellas unos cuantos est¨¢n en el machito. Lo que falta es que salgan toreros de valor y calidad, casta y poder¨ªo, que hagan saltar en mil pedazos, de una vez esos tinglados. As¨ª Espl¨¢, el pasado viernes, y as¨ª Julio Robles el do mingo. En esta corrida por de lante hab¨ªa ido D¨¢maso Gonz¨¢lez, que va a lo suyo, a pegar pases. Y hab¨ªa ido tambi¨¦n Jos¨¦ Mari Manzanares, a quien le preparan con tanto desahogo su puesta en escena que da grima. Ambos tuvieron -como los tendr¨ªa Robles- toros muy nobles, y no los aprovecharon del todo. D¨¢maso peg¨® pases a cientos. Al cuarto lo traste¨® durante casi un cuarto de hora para cansarlo. Lo que ocurre con Manzanares deber¨ªa ser objeto de atenci¨®n especial por parte de la autoridad, pues siempre le corresponden los toros m¨¢s despuntados de la corrida. El quinto era tan escandalosamente mocho que no se comprende c¨®mo pudo pasar el reconocimiento. Por si fuera poco, result¨® de una boyant¨ªa ideal y Manzanares le hizo una faena largu¨ªsima que cortaba continuamente para recurrir al unipase. Por a?adidura, se dej¨® tropezar la muleta en bastantes ocasiones. Le dieron dos orejas que no mereci¨® en absoluto, pero que, al parecer, le sirvieron de argumento para encararse durante la vuelta al ruedo con un compa?ero de la cr¨ªtica. Fue un gesto feo, rid¨ªculo, inoportuno e infantil, pues, entre otras razones, esas orejas se las hab¨ªa puesto en la mano el triunfalismo; y si ¨¦l cree otra cosa es que no tiene los pies en la tierra. De la calidad del otro cuadri se apercibi¨® cuando llevaba varias tandas sobre ambas manos y un desarme. A partir de aqu¨ª le tore¨® con gusto y reposo. Un detalle positivo debemos resaltar: no pon¨ªa la mano en actitud oratoria, con lo cual daba una imagen natural y torera, y no de rapsoda de caseta de feria, como sol¨ªa acontecer.
Plaza de Valencia
Octava corrida de feria (domingo). Toros de Celestino Cuadri, aceptables de trap¨ªo; sospechosos de pitones, sobre todo los de Manzanares, de ellos escandalosamente mocho el quinto; s¨®lo soportaron una varita; encastados y nobles. D¨¢maso Gonz¨¢lez: dos pinchazos, estocada baja tendida y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio). Dos pinchazos bajos atravesados, dos descabellos, aviso con casi seis minutos de retraso, y descabello (vuelta). Jos¨¦ Mari Manzanares: estocada corta baja (dos orejas). Estocada ca¨ªda (dos orejas con algunas protestas). Julio Robles: pinchazo, media desprendida y descabello (oreja). Estoconazo fulminante (dos orejasy furibunda petici¨®n de rabo). Manzanares y Robles salieron a hombros por la puerta grande.
Y en estas que, como un hurac¨¢n lleg¨® Robles, para torear a la ver¨®nica con enjundia a sus dos toros, siempre ganando terreno, con remate en el platillo -media ver¨®nica pur¨ªsima, que fue de rodillas en el sexto de la tarde. Hubo de saludar montera en mano. Su quite por chicuelinas, ce?ido, manos bajas, giro lento, fue de antolog¨ªa, e inmensa la media ver¨®nica con que lo cerr¨®. Al ¨²ltimo lo puso en suerte por rogerinas y en el quite dibuj¨® tres ver¨®nicas y media extraordinarias que pusieron la plaza boca abajo y de nuevo hubo de saludar montera en mano. El p¨²blico valenciano estaba verdaderamente asombrado. Las faenas de muleta, ambas de gran vibraci¨®n, tuvieron el defecto del dichoso piquito (que en este torero ya parece un vicio) y algunas aceleraciones, pero estuvieron marcadas por el sello de la calidad. En la segunda dibuj¨® el toreo en redondo, cuaj¨® pases de pecho de mucha autenticidad y ebrio de triunfo se arrim¨® como un jabato, especialmente en un cambio de mano dejando que los pitones le rozaran los alamares, y en el desplante de rodillas, metido materialmente entre las astas. Se volc¨® en la estocada y redonde¨® un ¨¦xito de clamor. La tarde hab¨ªa sido suya, porque arroll¨® a impulsos de valor, torer¨ªa y ambici¨®n. Julio Robles dar¨¢ mucho que hablar si sigue por este camino. Esperemos que no le falte constancia y lo que hay que tener.
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