Los catorce minutos que sacudieron de terror a Madrid
A las 13.01, domingo, treinta y tantos grados, calma en las calles atorradas por el sol. A esa hora, en el aeropuerto de Madrid-Barajas cruji¨® el techo de la consigna de equipajes de llegadas nacionales: tres, cuatro, cinco maletas salen por los aires; las grandes cristaleras de acceso al edificio saltan en a?icos. No hay demasiada gente en las cercan¨ªas, pero el cad¨¢ver de Jos¨¦ Amaya, delegado del equipo de submarinistas de Tenerife, queda en el suelo rodeado de carreras, alaridos, polvo, cascotes y equipajes destrozados. Lleva encima un billete Oviedo-Madrid-Tenerife.
Unos minutos despu¨¦s el presidente Su¨¢rez y el ministro del Interior, Antonio Ib¨¢?ez Freire, reciben la noticia: est¨¢n reunidos en el sal¨®n de Consejos de la Moncloa y el Gobierno lleva algo m¨¢s de dos horas estudiando el plan econ¨®mico. Por unos minutos los ministros ignoran la noticia: pocos minutos, porque a las 13.11 revientan las taquillas autom¨¢ticas de la estaci¨®n de Chamart¨ªn y la cabeza de Dorothea Fertiz, veinte a?os, danesa, cae separada del cuerpo.El Consejo de Ministros sabe ya que son dos las explosiones, que hay muertos y, con toda seguridad, muchos heridos. Cuatro minutos despu¨¦s (13.15) salta la oficina de facturaci¨®n de coches-camas en la estaci¨®n de Atocha, detr¨¢s de la caseta de informaci¨®n a los viajeros. Juan Luna Az¨®n, de Ja¨¦n, 53 a?os, y Guadalupe Redondo mueren en el acto. Ib¨¢?ez Freire y Su¨¢rez ya han salido del sal¨®n de consejos -los dos tardar¨¢n bastante tiempo en reincorporarse-; el resto comenta los hechos con grave serenidad. No hay gestos crispados, no hay imprecac¨ªones; ?bueno, ya sabes, son gente curtida?. La discusi¨®n econ¨®mica se reanuda. Nadie, salvo Su¨¢rez e Ib¨¢?ez Freire, se ha movido de su sill¨®n.
Para entonces, treinta y tantos grados, calles abrasadas por el sol, las ambulancias y los zeta, cruzan Madrid y la calma adocenada del verm¨² se inunda de aceleraciones y sirenas. Hasta desaparece el camuflaje y los pocos transe¨²ntes que circulan ven coches normales con la ventosa azul encendida sobre el techo, anunciando la matanza.
Desde Atocha -todo recto, hacia abajo, y luego a la derecha- llegan casi cuarenta heridos hasta el Primero de Octubre. Llamadas de urgencia para allegar sangre. Se insiste en que falta A y cero negativo. Las emisoras de radio piden donantes y casi al tiempo las puertas de la residencia sanitaria son una enredadera solidar¨ªa que es necesario detener (??Por favor, ya hay suficiente, muchas gracias a todos, pueden volver a sus casas! ?). A sus casas y a sus piscinas: hay familias enteras en camisa y ba?ador, con la vena dispuesta para el ofrecimiento.
Barajas, Chamart¨ªn y Atocha temblaron con unos seis kilos de explosivos en cada caso, de alta velocidad y expansi¨®n. En los tres puntos se hab¨ªan colocado ?maletines contemporizadores?. El lenguaje t¨¦cnico de la nota oficial cobra aqu¨ª un indudable sarcasmo por el uso habitual del t¨¦rmino. Contemporizador debe leerse, en este caso, con el sentido etimol¨®gico m¨¢s riguroso, es decir, maletines preparados para reventar con una hora predeterminada por los terroristas.
Barajas: m¨¢s bombas
En el aeropuerto es todo confusi¨®n: el empleado de una compa?¨ªa de alquiler de autom¨®viles, a pocos metros del lugar de la explosi¨®n, asegura que fue a las 13.05; los servicios de sanidad afirman que recibieron la llamada de socorro a las 12.50. La maleta asesina estaba situada cerca de la pared interior de la consigna, contigua a los servicios, y ha quedado destrozado un c¨ªrculo de m¨¢s de diez metros de di¨¢metro.
La Guardia Civil, la Polic¨ªa Nacional, los sanitarios, comienzan el traslado de los heridos. Un m¨¦dico sevillano, pasajero en el aeropuerto, colabora activamente. Pero el desasosiego se multiplica porque en medio de la confusi¨®n y el trasiego de heridos se reciben dos llamadas en el aeropuerto que anuncian nuevas bombas en la zona de internacional. Se produce entonces el desalojo de viajeros, mientras la polic¨ªa y los artificieros rastrean la zona afectada por si hubiese otros explosivos. El tr¨¢fico de aviones ha quedado suspendido, aunque por poco tiempo. Media hora despu¨¦s llegaba el juez de guardia.
Chamart¨ªn: cincuenta heridos
En la estaci¨®n de Chamart¨ªn todo ha ido peor, si cabe: aqu¨ª la maleta estaba en una de las taquillas autom¨¢ticas del armario central, junto a la gran sala de espera, atestada de viajeros y muy cerca de una de las cafeter¨ªas de la planta baja. La joven danesa ha quedado decapitada y se cuentan unos cincuenta heridos. El traslado es relativamente ordenado y r¨¢pido: La Paz est¨¢ cerca. Aqu¨ª no es necesario solicitar sangre y los servicios de urgencia funcionaron sin desbordamientos. En la estaci¨®n se ha interrumpido la circulaci¨®n de trenes y las gentes se agolpan en los alrededores entre at¨®nitas y espantadas. Hay ni?os; hay bastantes ni?os. Cuando dos horas despu¨¦s se reanudan los servicios y se permite la entrada a los viajeros, hay que esperar y atender a los que han perdido el equipaje, mientras la polic¨ªa sigue rastreando explosivos y guardando maletas para evitar pillajes.
Atocha: abundancia de extranjeros
Atocha fue el tercer blanco para los contemporizadores. La explosi¨®n, como las anteriores, en una cabina de la sala de consignas de equipajes, zona de paso entre la sala de recogida de equipajes y el exterior de la estaci¨®n, cerca de la parada de taxis y la estaci¨®n del Metro.
Est¨¢ la sala junto al and¨¦n n¨²mero 1 de la estaci¨®n; a la derecha, un despacho de Wagon Lits, un quiosco de informaci¨®n hotelera que result¨® arrancado de la pared y unas oficinas de la Delegaci¨®n de Transportes. En el centro, dos filas de cabinas de consignas, totalmente destrozadas. A la izquierda hay m¨¢s cabinas y menos da?os. La zona es punto de paso, con trasiego constante e intenso de viajeros.
Tras la explosi¨®n se amontonan cascotes y escombros, un charco de sangre y agua y un paisaje desolado de destrozos; el panel electr¨®nico de llegadas ha quedado inutilizado.
A las 15.50 horas el jefe de la estaci¨®n comenz¨® a dar ¨®rdenes para que los trenes llegasen a los andenes y se comenzase el tr¨¢fico. A las 16.05 se permiti¨® la entrada a los viajeros y comenz¨® la b¨²squeda de equipajes. La presencia de marroqu¨ªes es numerosa, y ello contribuye a aumentar la confusi¨®n, por las difucultades del idioma. Las an¨¦cdotas se multiplican: quince excursionistas, j¨®venes, aseguran que han perdido todo y se les facilitan 2.000 pesetas a cada uno y el billete del trayecto. Cuando los ¨¢nimos se van templando, un comentar¨ªo extendido: en un d¨ªa de labor, con las oficinas ocupadas por los empleados, el n¨²mero de muertos puede asegurarse que hubiera aumentado.
La ubicaci¨®n de Atocha, en uno
Los catorce minutos que sacudieron de terror a Madrid
De los centros neur¨¢lgicos de Madrid, hizo que el atentado en este punto cobrase especial espectacularidad y resonancia inmediata.
"No hay sorpresa"
Juan Jos¨¦ Ros¨®n, gobernador de Madrid, y Enrique Tierno, alcalde de la capital, iniciaron la ronda de visitas a los lugares siniestrados y a los centros sanitarios. Tierno, afectado, insiste en sus declaraciones: ?No nos ha cogido de sorpresa, esper¨¢bamos una reacci¨®n violenta y hasta m¨¢s frecuente de los terroristas. Nada de esto tiene sentido ni explicaci¨®n?, y a?ade que se ha reforzado la vigilancia en lugares p¨²blicos por temor a nuevos atentados. Ros¨®n menciona el impacto de las bombas en el tr¨¢fico tur¨ªstico: ?Yo no puedo m¨¢s que calificar de demencial esta nueva demostraci¨®n del terrorismo.?
Desde Atocha marchan a los hospitales. Para las tres de la tarde, La Paz, el Primero de Octubre y el Francisco Franco comienzan a recibir el rosario de posibles familiares de las v¨ªctimas. Gentes desorientadas, bajo un calor infernal, que dan un nombre en la conserjer¨ªa o al primer polic¨ªa que topan. Si hay suerte en la b¨²squeda, entre las listas provisionales que se van confeccionando, desaparecen en los corredores mezclados entre los muchos visitantes dominicales que han acudido a visitar a sus parientes enfermos. En muchos casos la respuesta es un ?desde luego aqu¨ª no ha ingresado?, y el hombre, la mujer, la familia contin¨²an su peregrinaje angustiado hacia otras cl¨ªnicas.
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