Por qu¨¦ no soy marxista
Catedr¨¢tico de la Universidad Complutense. Militante de base del PSOELos debates recientes en el Partido Socialista Obrero Espa?ol, tanto en el congreso ¨²ltimamente celebrado como en las agrupaciones y otros organismos de dicho partido, exigen, a mi juicio, cierta clarificaci¨®n, a causa de las afirmaciones llenas de fantas¨ªa que el pa¨ªs ha debido escuchar. Si bien es cierto que no puedo denominarme marxista, creo tener derecho a considerarme ?marx¨®logo?, es decir, experto en el an¨¢lisis de la ideolog¨ªa de Marx, fund¨¢ndome para ello en un largo pr¨®logo de m¨¢s de cien p¨¢ginas a la edici¨®n espa?ola de El capital publicada por Edaf, y a un libro de cierta extensi¨®n titulado El socialismo democr¨¢tico. Un ¨¦xito pret¨¦rito y una esperanza de futuro, publicado por la Colecci¨®n Universitaria de Planeta.
El primer problema que viene a la mente en las discusiones es el olvido absoluto de que Marx limit¨® sus estudios en El capital a la mercanc¨ªa, excluyendo de ellos a lo que denominamos ?los servicios?. Ahora bien, la mercanc¨ªa debe tener representaci¨®n f¨ªsica, lo que explica que en Rusia no se incluyan los servicios en el c¨¢lculo de la renta nacional. Si consideramos ahora que en Estados Unidos el 60% de la poblaci¨®n activa se ocupa en la producci¨®n de servicios (comercio, transportes, educaci¨®n, distracciones, funcionarios, etc¨¦tera), proporci¨®n que alcanza al 50% en el Mercado Com¨²n, comprenderemos que una doctrina econ¨®mica que excluye de su an¨¢lisis a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n trabajadora est¨¢ totalmente desfasada. Ese es, precisamente, el motivo de que se haya elaborado la doctrina eurocomunista y de que se proponga la anulaci¨®n del marxismo en el PSOE por algunos de sus militantes. Pues si se mantiene la proposici¨®n marxista, el PSOE s¨®lo dirigir¨¢ sus miras al proletariado industrial, que constituye, hoy d¨ªa, alrededor de un tercio de los trabajadores del pa¨ªs. Es decir, un PSOE marxista que no propone la revoluci¨®n aqu¨ª y ahora, conform¨¢ndose con los procedimientos democr¨¢ticos para obtener el poder, s¨®lo contar¨ªa con un tercio de los votos del pa¨ªs, seg¨²n el an¨¢lisis dial¨¦ctico materialista m¨¢s estricto, es decir, seg¨²n lo que dir¨ªa Marx si viviera.
Si se establecen parecidos entre los trabajadores de la industria (los campesinos son otra cosa) y los de los servicios, se vulneran totalmente los principios del marxismo, ya que la explotaci¨®n no es igual en ambos casos. En efecto, mientras los obreros producen plusval¨ªa, como sucede en toda la producci¨®n de mercanc¨ªas, los trabajadores de los servicios no dan origen a ese excedente, aun cuando sean explotados, puesto que no producen mercanc¨ªas. El supuesto de que han de gozar de una mentalidad pr¨®xima a la de los obreros es una fantas¨ªa que rompe con los principios marxistas (rompimiento relativamente l¨®gico, puesto que en tiempos de Marx los servicios carec¨ªan de importancia). La deducci¨®n evidente es que los trabajadores de los servicios ni son proletarios ni pueden serio, con una estricta interpretaci¨®n marxista; con una interpretaci¨®n vulgar, es evidente que esos trabajadores estar¨¢n en contra de cualquier aventura revolucionaria.
Las conclusiones anteriores dejan en su verdadera luz al marxismo de los que desean incluir ese t¨¦rmino en la definici¨®n del PSOE: desconocen las cosas m¨¢s elementales de lo que propugnan. Pero a¨²n es peor su creencia sobre la divisi¨®n de la sociedad espa?ola en s¨®lo dos clases sociales: burgues¨ªa y proletariado.
En efecto, esa bipolaridad de las clases sociales consta en El capital y en el Manifiesto. comunista como una tendencia inexorable del sistema capitalista, dando por sentado los ?marxistas? del PSOE que ya ha ocurrido, que ya se ha producido. Recordemos que, seg¨²n Marx, la divisi¨®n en dos clases sociales debe ocurrir al fin de un largo proceso que reduzca el n¨²mero de burgueses y convierta en proletaria a la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n, sometida al empobrecimiento, es decir, a la ?depauperaci¨®n?. Hoy d¨ªa no existe tal depauperizaci¨®n en el Occidente (aun cuando quiz¨¢ exista en el Este) ni se advierte que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n se convierta en proletaria. Ocurre, entonces, que no obstante se?alar las estad¨ªsticas sobre la poblaci¨®n trabajadora el predominio en ella, en los pa¨ªses adelantados, de personas cuya conciencia de clase ser¨¢ -por fuerza- bien burguesa, los presuntos marxistas del PSOE creen m¨¢s en las profec¨ªas de Marx que en las realidades estad¨ªsticas de todos los pa¨ªses del Occidente: creen m¨¢s en lo que les han dicho que afirma El capital que en las ristras de autom¨®viles que inundan las calles de todas las ciudades del Occidente.
Sin dudar que la lucha de clases ha sido -y es- uno de los grandes motores de la historia, como afirma Marx, no debe, por ello, concluirse que la sociedad moderna reducir¨¢ a dos las clases sociales. Marx dedica su apenas iniciado cap¨ªtulo ¨²ltimo de El capital a las clases sociales, pero de sus observaciones, las de Engels y las de todos los tratadistas que han estudiado las clases sociales no se deduce que hayan quedado limitadas a dos. Engels cre¨ªa que, en su tiempo, mucho menos rico socialmente, hab¨ªa numerosas clases: hoy reconocer¨ªa esa situaci¨®n muy multiplicada. Pretender limitar las f¨®rmulas pol¨ªticas a una presunta clase proletaria mayoritaria, en el d¨ªa de hoy, es convertir una fuerza pol¨ªtica en una agrupaci¨®n testimonial que ni proyecta ni desea gobernar.
Estas consideraciones no son te¨®ricas. Las huelgas favorecidas por el PSOE y la UGT antes de las elecciones se proclamaron bajo el supuesto de que ?las clases obreras? las considerar¨ªan una manifestaci¨®n en su favor, como resultaron ser m¨¢s los perjudicados que los beneficiados por ellas, los datos electorales fueron adversos, ya que el PSOE pudo muy bien salir de las elecciones de marzo como el primer partido del horizonte pol¨ªtico espa?ol. ?Lo que nos cuestan las interpretaciones marxistas infantiles!
Por otra parte, el 27.? Congreso del PSOE actu¨® muy precipitadamente al declarar marxista y otras cosas al partido, sin referirse al cambio que ello supon¨ªa, ya que el PSOE aprob¨® en su tiempo las declaraciones de la II Internacional en su reuni¨®n de Frankfurt de 1951, que todo el mundo olvida en la discusi¨®n. Ese Manifiesto obligaba al PSOE, que no pod¨ªa declararse marxista sin abandonar previamente su pertenencia a la II Internacional, pero ese tema no se toc¨® siquiera. Por el contrario, los radicales del partido insisten en que ¨¦ste ha sido siempre marxista y revolucionario, olvidando que no lo fueron los principales prohombres que tuvo en la historia. Fernando Garrido, uno de los fundadores, declara que no le importa que le llamen ?utopista?, con lo que se opone al llamado socialismo cient¨ªfico (?c¨®mo se puede denominar ?cient¨ªfica? a una idea pol¨ªtica!) de Marx. Cuando se produce la divisi¨®n del PSOE entre las dos Internacionales, Pablo Iglesias, el fundador, publica un tremendo art¨ªculo en El Socialista de 9 de abril de 1921, en el que afirma: ?En nuestra naci¨®n, repetimos, todos los individuos alistados en nuestro partido han sido reformistas en el sentido ya indicado ... ? (Escritos, tomo II, p¨¢ginas 365, 366); as¨ª se enfrenta ?El Abuelo? con los radicales de su ¨¦poca.
Para qu¨¦ hablar del socialismo humanista no marxista de Fernando de los R¨ªos, tan bien expuesto en su libro El sentido humanista del socialismo, que constituye el ¨²nico aporte te¨®rico espa?ol a las ideas socialistas. O de Indalecio Prieto, que declar¨®: ?Soy socialista a fuer de liberal?, en una conferencia en la sociedad El Sitio, de Bilbao, el 22 de marzo de 1921. El mismo Besteiro, m¨¢s pr¨®ximo que los dem¨¢s prohombres citados al marxismo, presentaba, sin embargo, grandes heterodocias, como el rechazo -?en aquel entonces!- de la dictadura del proletariado. Eln cuanto a Largo Caballero, su ideolog¨ªa era radical m¨¢s bien que marxista, como lo era -seguramente- la de Negr¨ªn.
Esa fantas¨ªa de que el PSOE ha sido siempre marxista no resiste la m¨¢s m¨ªnima confrontaci¨®n con la realidad y es s¨®lo la expresi¨®n, tan defendida por Hitler, de que basta repetir una cosa suficientemente para que las gentes acaben crey¨¦ndola.
El debate sobre el marxismo, tan lleno de errores hist¨®ricos y de incongruencias doctrinales, se?ala que no s¨®lo ?las bases? de los partidos creen ?a ojos cerrados? supuestas proposiciones del marxismo, sino que tambi¨¦n lo hacen muchos dirigentes que tendr¨ªan obligaci¨®n de conocer mejor lo que dicen. No me resisto, por ello, a hacerles extensivo el comentario con el que inici¨¦, en 1967, el pr¨®logo a El capital de Marx:
?Este libro es, despu¨¦s de la Biblia, el que m¨¢s ha influido sobre la historia de la Humanidad y en favor de los humildes. Pero, a diferencia de la Biblia, que ha constituido el libro de cabecera de millones de hombres y cuyas m¨¢ximas y sentencias se han meditado diariamente por infinidad de personas, El capital, de Carlos Marx, apenas se ha le¨ªdo en su integridad, y es probable que pocos de los que han tenido la paciencia de recorrer hasta el Final p¨¢ginas de tan dif¨ªcil lectura, hayan comprendido con exactitud las proposiciones que en ellas se encuentran.?
?A d¨®nde pretenden llevarnos los radicales del PSOE, que tanto da?o han hecho ya, no s¨®lo al partido, sino a la democracia espa?ola? A un partido testirrionial, incapaz de gobernar, que rechace la II Internacional, como lo ha hecho ya repetidamente el senador Bustelo, y que apenas se diferencie del eurocomunismo del presente. Quiz¨¢ sea la finalidad acabar como el Partido Socialista Unificado de Catalu?a, a las ¨®rdenes de Carrillo, entidad que quiz¨¢ se denominara entonces Partido Socialista Unificado del Estado Espa?ol.
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