Ciento ochenta y dos Gobiernos en siglo y medio de independencia
Iba a titular ?Bolivia, en la encrucijada?, pero hubiera resultado una definici¨®n m¨¢s permanente que actual, m¨¢s hist¨®rica que period¨ªstica. Porque Bolivia se ha pasado su historia independiente en la encrucijada, deseando que el pr¨®ximo Gobierno fuera el que decidiera por fin su destino, esperando y temiendo siempre de su futuro inmediato la soluci¨®n de sus innumerables problemas sociales, pol¨ªticos, econ¨®micos. Las cifras cantan y cantan una triste melod¨ªa de inseguridad administrativa. Ciento ochenta y dos Gobiernos se calculan (m¨¢s o menos, porque hay disparidad para precisar cu¨¢ndo alguien llega realmente a gobernar todo el pa¨ªs) para 154 a?os de independencia. De uno de los m¨¢s largos y m¨¢s dictatoriales, el del general Hugo Banzer, acaba de salir Bolivia y en los ¨¢nimos de muchos hay una esperanza. Me lo han dicho profesores, escritores, indios aymaraes y quech¨²as, lo he o¨ªdo en el sal¨®n, en la iglesia, en el campo, en el autob¨²s micro que se empina por las dif¨ªciles calles de la capital m¨¢s alta del mundo (3.400 metros), en las riberas del lago navegable m¨¢s alto del mundo (ocho mil y, pico de kil¨®metros cuadrados), en las calles a cuyos lados s¨¦ alinean las vendedoras ind¨ªgenas.-Esta vez va en serio. Los militares han anunciado claramente su intenci¨®n de entregar el poder a quienes resulten elegidos por el pueblo.
-?De verdad lo har¨¢n?
Graves consecuencias
El boliviano intelectual, escritor, cr¨ªtico, cree que s¨ª, que son sinceros. Tienen la seguridad de su mala imagen entre la gente y quieren mostrar su respeto a la Constituci¨®n retir¨¢ndose a los cuarteles. Si no lo hicieran, musita, las consecuencias podr¨ªan ser graves. Este es un pueblo que tiene paciencia durante a?os, pero cuando se cansa es terrible.
Terrible es una palabra poco exagerada aqu¨ª. Estamos en la plaza Murillo -un h¨¦roe de la independencia-, frente al palacio presidencial.
-?Cu¨¢l de ellos es?
-Este.
Es un farol al parecer como todos los dem¨¢s que rodean la bella plaza colonial y que, sin embargo, hay que mirar con el respeto imponente que produce la tragedia.
En ¨¦l fue colgado el cad¨¢ver del presidente Villarroel, muerto por el pueblo iracundo, que le hab¨ªa arrancado de su palacio momentos antes.
-Y en el de m¨¢s all¨¢ colgaron a un capit¨¢n partidario suyo. La cuerda se rompi¨® tres veces y tres veces la anudaron para acabar con ¨¦l.
-En la antigua Espa?a -le digo-, si la cuerda se romp¨ªa, el pueblo cre¨ªa que era un aviso del cielo y ped¨ªa que se perdonara al reo, a lo que en general acced¨ªa una autoridad tan segura de los mensajes:celestiales como la masa.
-Pues aqu¨ª no creyeron en ninguna intervenci¨®n divina, o si lo creyeron pensaron que era m¨¢s importante la humana. El militar fue ahorcado como el presidente.
La b¨¢rbara ejecuci¨®n me devuelve a mis estudios hist¨®ricos. El farol, la ?lanterne? de la Revoluci¨®n Francesa, en la que perecieron las primeras v¨ªctimas de la sublevaci¨®n, como el gobernador de La Bastilla.
?Les aristocrates a la lanterna/les aristocrates on les pendra?, cantaban los sansculottes por las calles parisienses en 1789. Pero aqu¨ª, en Bolivia, ocurri¨® hace mucho menos, ocurri¨® en 1946, en plena ¨¦poca contempor¨¢nea, cuando, terminada la segunda guerra mundial, los pueblos se compromet¨ªan a dirigir sus diferencias externas a trav¨¦s de las Naciones Unidas y sus diferencias internas a trav¨¦s del ejercicio de la democracia y sus votaciones legales.
-Villarroel era un tirano sangriento. Hab¨ªa hecho matar secretamente a l¨ªderes de la oposici¨®n. Y, como le dec¨ªa: cuando la masa boliviana se irrita es terrible...
La masa y los individuos, cuando, estando en el poder, se sienten con fuerza para ello. He aqu¨ª un di¨¢logo impresionante:
?Presidente Busch: hay cinco ministros por Ia muerte y otros cinco, por la prisi¨®n.? ?Como presidente de la Rep¨²blica, doy el voto decisivo: Mauricio Hochschild ser¨¢ fusilado a las seis de la madrugada.?
Mauricio Hochschild tiene en la historia boliviana un papel parecido al de Juan March en Espa?a. Lo que fueron los barcos para el mallorqu¨ªn fueron las minas para Hochschild, con Pati?o y Aramayo, los ?tres barones del esta?o?.
Busch, presidente de inclinaci¨®n izquierdista, hab¨ªa promulgado un decreto (6 de junio de 1939) obligando a las empresas mineras a entregar el ciento por ciento de las divisas obtenidas al Estado. Hochschild crey¨® seguir por encima de la ley, como lo hab¨ªa estado siempre, y la reacci¨®n del presidente lo anonad¨®. Los ministros emplearon las pr¨®ximas horas para convencer al presidente del efecto que caus¨¢r¨ªa en el pa¨ªs y en el extranjero un fusilamiento por delitos de orden econ¨®mico. Y consiguieron salvarle. Quiz¨¢ esa frustrac¨ª¨®n hizo que el presidente Busch se suicidara unos meses despu¨¦s, en agosto de 1939.
La miner¨ªa, est¨¢ presente en toda la historia contempor¨¢nea de Bolivia tanto como la riqueza -el primer pa¨ªs productor de esta?o del mundo-, como problema social; los mineros est¨¢n a la vanguardia de la izquierda boliviana. De cuando en cuando, logran llevar a uno de los suyos al poder. Ese presidente Busch, por ejemplo. O el presidente Torres, tambi¨¦n general, que anuncia a la llegada al poder que se apoyar¨¢ en ?campesinos, obreros, universitarios y militares revolucionar¨ªos?, cuadrilog¨ªa que estremece a los conservadores del pa¨ªs, y mucho m¨¢s cuando el 31 de marzo de 1071 autoriza ?la coparticipaci¨®n obrera en la conducci¨®n y administraci¨®n de las minas nacionalizadas?. Sus medidas a favor de militares en cuanto a sueldos no bastaron a calmar el temor de la mayor¨ªa de oficiales del Ej¨¦rcito y de las clases altas. Se hablaba de entrega del poder absoluto a la clase obrera, de la creaci¨®n de tribunales populares... Se inici¨® la sublevaci¨®n, y en un cl¨¢sico juego teatral, de los que tantos ejemplos tenemos en nuestro siglo XX, el coronel Hugo Banzer pas¨® de la c¨¢rcel, donde estaba como sospechoso al r¨¦gimen, a la presidencia de la Rep¨²blica, esa presidencia que acaba recientemente de abandonar.
?En la psicolog¨ªa del pueblo boliviano la pasi¨®n pol¨ªtica es exagerada, porque la pol¨ªtica divide de padre a hijo y de hermano a hermano. ? (Historiga de Bolivia, de Alfredo Ayala: La Paz, 1976. P¨¢gina 398.)
Como muestra de la capacidad tan hisp¨¢nica de disociarse en busca de un nuevo partido cuando el que seguimos no nos da el protagonismo que quer¨ªamos, he aqu¨ª los hijos que tuvo el Movimiento Nacionalista Revolucionario de Paz Estenssoro entre 1952 y 1962: Partido Revolucionario Aut¨¦ntico (PRA), Partido Revolucionario de Izquierda Nacionalista (PRIN), Movimiento Revolucionario Pazestenssorista (MRP) y Movimiento Revolucionario Nacionalista de Izquierda (MNRI).
?Esta vez parece que va en serio. Ya ver¨¢ usted. ?
Descr¨¦dito electoral
Busco en otro libro las razones para este optimismo, y no las encuentro. Por el contrario, leo: ?Ahora bien, con respecto al r¨¦gimen electoral, debemos anotar una reflexi¨®n melanc¨®lica. Las elecciones en Bolivia no son todav¨ªa una fuente aut¨¦ntica de soberan¨ªa democr¨¢tica. No hay estimaci¨®n ni respeto por ellas. Se las reclama solamente cuando la tiran¨ªa camarillera, nep¨®tica o autocr¨¢tica muestra las orejas del lobo.? Y m¨¢s abajo: ?Las elecciones van cayendo en el descr¨¦dito. No las consideran necesarias las Fuerzas Armadas, los Gobiernos de hecho, las fuerzas universitarias, las organizaciones obreras, los campesinos y, lo que resulta parad¨®jico, los partidos pol¨ªticos, cuyo ¨²nico camino hacia,el poder es la elecci¨®n. popular. ?Para qu¨¦ se organizan entonces los partidos pol¨ªticos? ?Para asaltar el Gobierno a balazos -la consabida "insurrecci¨®narmada"- o simplemente para proporcionar respaldo civil de oportunistas a los golpes militares? Un ejemplo t¨ªpico de menosprecio al principio de "elecci¨®n popular" tenemos en el golpe de Estado de 1969, que se atribuy¨® origen representativo nada m¨¢s que por un "mandato de las Fuerzas Armadas de la naci¨®n", prescrito precisamente para derrocar a un Gobierno constitucional reconocido por las propias era ya el colmo de la restauraci¨®n militar.? (Historia de Bolivia, de Augusto Guzm¨¢n. 4.? edici¨®n. Madrid, 1976. P¨¢gina 377.)
Fuerzas en su oportunidad. Esto
?Suena a frustraci¨®n? Toda la historia de Bolivia es una sucesi¨®n de frustraciones pol¨ªticas, sociales y, sobre todo, militates. Como la guerra de Chaco, en la que un peque?o pa¨ªs llamado Paraguay le proporcion¨® derrota tras derrota.
-?Te acuerdas, hermano, de la retirada del kil¨®metro siete?,
-S¨ª, s¨ª. ?Y t¨² te acuerdas de la retirada de Mu?oz?
- i Ahhh! ?Fue terrible la retirada de Alihuata!
-Yo creo que lo m¨¢s duro fue la retirada de Saavedra.
Lo titula ?H¨¦roes? y lo subtitula ?De los di¨¢logos que se oyen entre benem¨¦ritos de la guerra del Chaco?, un interesante personaje de la vida literaria boliviana llamado Ra¨²l Salm¨®n, autor, actor y director de teatro y de radio, en un gracioso, m¨ªnimo y punzante libro llamado Huevadas. Pocas personas se atrever¨ªan a gastar tales bromas, pero la verdad es que la confianza en la eficacia de las Fuerzas Armadas cuando del exterior s¨¦ trata -en el interior son a menudo excesivamente eficaces- es com¨²n en Bolivia. Otra derrota suya est¨¢ mucho m¨¢s viva en el pensamiento boliviano: la guerra del Pac¨ªfico, que hace ahora exactamente cien a?os cort¨® la salida al mar del pa¨ªs. Desde entonces, la obsesi¨®n de la ?mediterraneidad ? es aqu¨ª fija. (Resulta curioso que no se encuentre la misma en otro pa¨ªs que tambi¨¦n a causa de una guerra perdida en 1918 vio c¨®mo se le cegaba un camino mar¨ªtimo importante en la pol¨ªtica, pero, sobre todo, econ¨®micamente. Me refiero a Austria.)
La vieja herida parece enconarse con los a?os. Como las espa?oles en el caso de Gibraltar, cada Gobierno, al subir al poder, ha rogado, protestado, implorado, amenazado, para conseguir que se le devolviera esa franja de costa que le permita asomarse al mundo a trav¨¦s del Pac¨ªfico.
Y, como en el caso de Espa?a con Gibraltar, esas protestas han resultado vanas hasta el momento, aunque en tiempos de Banzer se crey¨® en la posibilidad de un arreglo diplom¨¢tico.
-S¨ª, s¨ª; Chile siempre nos da buenas palabras y nos llama hermanos, pero a la hora de la firma del tratado se echa atr¨¢s siempre. (O exige tanto territorio en compensaci¨®n que la soluci¨®n se hace imposible.)
Nuevo cap¨ªtulo: Una raza humilde y orgullosa
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