El "gobierno de Dios", soluci¨®n al terrorismo y al paro
Por la ma?ana, los predicadores del reino hab¨ªan quedado citados en diversos puntos de la ciudad para disponerse a lo que habr¨ªa de ser su dura jornada en el agosto madrile?o. Tras la cita y el encuentro con los ?hermanos? se produce la recepci¨®n de fuerzas para una tarea que a m¨¢s de uno le traer¨ªa disgustos: malas caras, rechazos, gestos de desprecio... Pero la identidad y la pertenencia al grupo lo justifica todo. ?Primero nos reunimos en oraci¨®n?, me explica uno de ellos. La oraci¨®n en ese caso es la palabra, la palabra que anima y conforta, la palabra de Jehov¨¢: ?Son palabras personales?, a?ade, ?oraciones que pronuncia el hermano que ha sido designado al efecto. Se pide la ayuda de Jehov¨¢...?A continuaci¨®n, y con el acopio de fuerzas que da saberse en el buen camino, en la verdad compartida, los predicadores del reino se lanzaron a la t¨®rrida calle madrile?a a las diez de la ma?ana. Dos de ellos paran en una esquina y dirigen su mirada a esa legi¨®n de viandantes madrile?os que a¨²n no sab¨ªa que les iba a ser anunciado un reino de Dios que dar¨¢ fin al terrorismo, al paro y al precio de los barriles de petr¨®leo. Tras otear el horizonte de asfalto, por fin, se van eligiendo las piezas a las que, a modo de celestial cacer¨ªa, anunciar la buena nueva.
Algunos ni se paran a escuchar. No es ¨¦sta, sin embargo, la postura de un ciudadano de unos cuarenta a?os, jersey blanco, rostro sereno y barba cerrada, quien se detiene paciente y complaciente a escuchar la predicaci¨®n. Con mirada atenta, inteligente e incluso, me atrever¨ªa a decir, afectiva, va escuchando lo que se le explica.
Cuando me acerco a ellos, s¨®lo puedo tomar algunas frases: ?La vida es m¨¢s bella de lo que aparentemente vernos?, est¨¢ explic¨¢ndole amable el testigo de Jehov¨¢, a lo que el ciudadano de jersey blanco le responde sin crispaci¨®n alguna: ?No lo es cuando la esperanza est¨¢ muerta.? ?D¨¦jeme que le ayude, yo me comprometo a hurgar en ella...? Quiz¨¢ pocas personas est¨¦n dispuestas hoy a comprometerse en algo
Posteriormente, el ?hermano predicador? me explicar¨ªa, a solas, lo que hab¨ªa querido expresar con su compromiso a ?urgar en el alma? del desanimado viandante madrile?o. ?Esa persona est¨¢ hundida moralmente?, me explicaba el predicador, ?no tiene esperanza de ning¨²n tipo. Hay que ayudarle; y, como cuando se ha apagado un fuego, siempre quedan cenizas... Hay que urgar en esas cenizas y ayudar al nuevo nacimiento de aquel fuego. Es dif¨ªcil...?
No coincid¨ªa, sin embargo, esta visi¨®n del asunto con la de la receptiva y atenta persona hacia el supuesto mensaje de salvaci¨®n. ?Yo hace tiempo que los conozco?, me explic¨® despu¨¦s, tambi¨¦n a solas, el individuo ?moralmente hundido? que acababa de recibir el mensaje y que result¨® ser administrativo, de profesi¨®n; m¨²sico y hombre dotado de una gran sensibilidad. ?Me parecen infantiles?, afirma, ?pero me impresiona su mundo interior, lo que viven ellos entre s¨ª, en su comunidad, y esa fe tan terrible. Todas las personas que pertenecen a los testigos de Jehov¨¢ que yo conozco las puedo considerar como buena gente, pero, desde mi punto de vista, equivocados....aunque yo tampoco pueda decir qu¨¦ es lo que es la verdad.?
La jornada de predicaci¨®n va a terminar. Los madrile?os, en buena cifra, han recibido la invitaci¨®n a su incorporaci¨®n al estadio del Rayo Vallecano. Las gentes, adem¨¢s de noticias sobre atentados, crisis econ¨®mica, incendios y dem¨¢s novedades veraniegas, han podido conocer que ?es preciso vivir una vida, una conducta, acorde con la Biblia, porque ah¨ª ya est¨¢ casi todo dicho?. Comprender¨¢n as¨ª que ?es necesario vivir en la esperanza? y, ante el futuro inmediato, habr¨¢n tenido noticia de la inminencia de ?un gobierno celestial que dirigir¨¢ a la Humanidad?, un Gobierno que va a ?regir la vida humana, las normas de nuestra convivencia?. Este Gobierno es el que nos va a recordar tambi¨¦n a todos que ?debemos deponer las armas?, porque los Testigos de Jehov¨¢ en todo el mundo as¨ª lo est¨¢n haciendo ya, neg¨¢ndose a la agresi¨®n del hombre hac¨ªa el hombre.
Tambi¨¦n nos recordar¨¢ el nuevo Gobierno de Dios que debemos considerar la uni¨®n con nuestras esposas como algo que ?nos convierte en una sola carne?; que no debemos practicar la homosexualidad ?porque va contra la Naturaleza?, ni el aborto, debiendo ?abstenemos de la sangre, porque as¨ª lo se?ala la Biblia?; si bien, en el terreno de los anticonceptivos, el Gobierno de Dios va a dejar a cada cual que se arregle con su conciencia. Un Gobierno, en fin, que va a marginar las ideolog¨ªas pol¨ªticas porque los Testigos de Jehov¨¢ son neutrales, ?absolutamente neutrales, sin pertenencia a ning¨²n partido?.
Era la una de la tarde y las tres horas de predicaci¨®n madrile?a hab¨ªan concluido. El estadio del Rayo Vallecano esperaba en la todav¨ªa m¨¢s t¨®rrida hora de las 15.10 de la tarde a una legi¨®n de hombres y mujeres convencidos de algo. Una inmensa legi¨®n romper¨ªa en un c¨¢ntico de acci¨®n de gracias a Dios. Gracias por sentirse en la verdad; por conocer la soluci¨®n inminente de los complejos problemas que los pol¨ªticos tan mal saben resolver; gracias por sentirse pertenecer a un grupo, por tener una identidad colectiva. Gracias, en fin, por haber podido conocer la inminencia del ?Gobierno de Dios?, un Gobierno de Dios que, naturalmente, administrar¨¢n los hombres.
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