El "linier"
De todas las figuras de la fiesta deportiva, probablemente la m¨¢s pat¨¦tica es la de linier, que, junto al ¨¢rbitro, representa el sistema de poder en la cancha.La raz¨®n de la existencia del linier es la de alimentar la parodia de un sistema de poder compartido. La autoridad en el estadio la ejerce, rotunda e inconfundible mente, el ¨¢rbitro. Todas las decisiones de importancia proceden de ¨¦l. Pero el sistema paternalista-autoritario encarnado por el ¨¢rbitro se asiste en el estadio de jurados y autoridades intermedias llamadas a sostener la ficci¨®n de un poder colegiado.
Dentro del sistema autoritario-futbol¨ªstico, el linier desempe?a el mismo papel de comparsa innecesario que en la farsa democr¨¢tica del franquismo se reservaba al procurador en Cortes.
Con su desangelada presencia, y con su autoridad apenas insinuada por el uso de los s¨ªmbolos externos del poder (semejanza crom¨¢tica de su uniforme con el del ¨¢rbitro), el linier disfruta de la misma, escasa, respetabilidad social que el procurador en Cortes, y su autoridad aparece de hecho confinada en las bandas, al margen del ¨¢rea, donde se decide la partida.
Con ello queda bien clara su categor¨ªa de autoridad marginal.
En efecto: la zona de actuaci¨®n del linier son los m¨¢rgenes; un paso m¨¢s hacia atr¨¢s y es la marginaci¨®n completa, la grada, el p¨²blico, la masa ?convidada de piedra?.
La funci¨®n oficial del linier es ¨²nicamente la de alertar al caudillo-¨¢rbitro y asistirle en faenas marginales: controlar para ¨¦l la periferia de sus dominios, all¨¢ donde, solamente por razones f¨ªsicas, no abarca su control directo (tenerle en calma las lejanas provincias) y solicitar de cuando en cuando su implacable justicia denunciando una incorrecci¨®n en los suburbios mediante se?ales con el bander¨ªn (por dem¨¢s blanco, impersonal, apartidario).
Es decir: el linier existe en funci¨®n de la mayor eficacia de la autoridad del caudillo, pero no es la autoridad misma.
Por lo dem¨¢s, el linier aparece en el ¨¢rea del poder (el centro del campo) acompa?ando al ¨¢rbitro; es decir, se exhibe con el caudillo, solamente durante la breve ceremonia oficial de la apertura del juego. Es una figura de inauguraciones, de la que resalta su uso como comparsa, sin ninguna misi¨®n concreta que no sea la de enriquecer la coreograf¨ªa del caudillaje.
Una vez inaugurado el juego por el caudillo, el linier corre a ocupar su puesto en los m¨¢rgenes (toma el avi¨®n para regresar a su lejano cacicato provinciano, como cualquier procurador). La celeridad con la que el linier vuelve a su banda, despu¨¦s de la espor¨¢dica incursi¨®n al centro del campo, demuestra que no es compa?¨ªa grata del caudillo; que no pertenece a pleno derecho a la ¨¦lite del poder, sino que es m¨¢s bien un mayordomo provinciano. Nada importante se decide en su presencia (la condici¨®n para que se reanude el juego es que ¨¦l se vaya del centro del campo). El linier vuelve entonces a los m¨¢rgenes con celeridad, y all¨ª espera la pr¨®xima convocatoria del caudillo (la pr¨®xima inauguraci¨®n) para enriquecer con su muda presencia la coreograf¨ªa del caudillaje. O bien, acude sol¨ªcito en manifestaci¨®n de desagravio en caso de emergencia.
Raramente es consultado por el ¨¢rbitro. Y casi nunca su informe condiciona la decisi¨®n arbitral, para lo grande o para lo peque?o.
Se le consulta siempre en caso de conflicto peliagudo, cuando la masa contesta la decisi¨®n arbitral y llueven objetos al campo. Entonces, ¨¦l agita la banderilla de los desagravios, confirma la decisi¨®n del caudillo y recita su papel de comparsa.
Ambos liniers son llamados en caso de conflicto grave. (El caudillo re¨²ne a las Cortes en caso de contubernio insidioso y al ¨²nico objeto de que ¨¦stas refrenden la decisi¨®n ya tomada y que destap¨® la tormenta: el pol¨¦mico penalti, el gol que no fue, los ¨²ltimos fusilamientos, etc¨¦tera).
Resulta siempre bien claro que el caudillo podr¨ªa prescindir de las Cortes, y los actores del reparto. Podr¨ªa cerrar, abolir la parodia de Parlamento y asumir en directo la entera responsabilidad de la administraci¨®n de la justicia. Tambi¨¦n el ¨¢rbitro podr¨ªa confiar el orden en los m¨¢rgenes a la fuerza p¨²blica prescindiendo definitivamente del linier y dirigiendo personalmente el juego durante los 45 minutos de cada mitad de la partida (o los 45 a?os del poder vitalicio). Pero el linier-procurador le es necesario, para camuflar la sustancia f¨¹hresca de su poder personal.
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