La ca¨®tica ordenaci¨®n del transporte es un factor de disuasi¨®n para los turistas extranjeros
La infraestructura general y la calidad de sus servicios son, en un pa¨ªs que como Espa?a aspira a mantener una posici¨®n de liderazo en el contexto tur¨ªstico mundial, tanto o m¨¢s importantes que poseer un volumen suficiente de plazas que ofertas y unos precios asequibles. Es m¨¢s, a la hora de valorar el coste de unas vacaciones en determinado pa¨ªs el turista tiene en cuenta el entorno en el que van a discurrir sus d¨ªas de ocio anual. Adem¨¢s de una red hotelera presentable, el visitante busca encontrar un grado de confort m¨¢s o menos similar al que disfruta habitualmente en aquellos servicios que inevitablemente va a tener que utilizar en sus vacaciones. El ejemplo m¨¢s claro es sin duda el transporte, por la ¨ªntima conexi¨®n que guarda con el fen¨®meno tur¨ªstico.Resulta f¨¢cil imaginar la reacci¨®n de un turista europeo, m¨¢s o menos habituado a que los medios de transporte que suele utilizar funcionen con una cierta racionalidad, ante el generalizado desmadre en que se desenvuelven los medios de transporte colectivo en este pa¨ªs. Es cierto que algunos turistas gustan del exotismo para sus vacaciones, pero no es precisamente Espa?a el punto elegido, porque este pa¨ªs dej¨® de ser hace tiempo -aunque en algunos aspectos no se note demasiado- un paraje tercermundista. As¨ª, la mayor¨ªa de los millones de europeos que cada a?o acuden a Espa?a a pasar sus vacaciones se desesperan en los aeropuertos, en los aviones, en las estaciones, a bordo de los trenes y, en general, en cualquier medio empleado para desplazarse hacia, por y desde este pa¨ªs. Ni si quiera aquellos que eligen el autom¨®vil como medio de locomoci¨®n pueden sentirse a resguardo de la desesperaci¨®n. Excepci¨®n hecha de las de la zona mediterr¨¢nea -y s¨®lo hasta Alicante- y de algunas pertenecientes al famoso Plan Redia, las carreteras espa?olas dejan mucho que desear en trazado, se?alizaci¨®n y conservaci¨®n.
Aeropuertos ca¨®ticos
El transporte a¨¦reo es, por razones obvias, el que m¨¢s interesa considerar en relaci¨®n con el turismo. La mayor parte de los turistas que utilizan medios colectivos de transporte para venir a Espa?a eligen el avi¨®n, que es tambi¨¦n mayoritario para los desplazamientos interiores. Para nadie es un secreto que la situaci¨®n del transporte a¨¦reo en Espa?a es ca¨®tica, dentro de la descabellada desordenaci¨®n del transporte en general, ante la que el Ministerio correspondiente simplemente ha amagado voluminosos libros blancos, m¨¢s empe?ado su titular en potenciar su propia imagen que en remediar los problemas planteados en el sector.
Las dos vertientes esenciales del transporte a¨¦reo dejan, en este pa¨ªs, mucho que desear. La red de aeropuertos es excesiva, irracional y est¨¢ p¨¦simamente dotada en todos los aspectos. La calidad de los servicios que tienen que ver directamente con el usuario tiene su exponente m¨¢s ilustrativo en la demencial situaci¨®n del aeropuerto de Barajas, en el que d¨ªa tras d¨ªa se alcanza el asombroso r¨¦cord de que casi nada funcione adecuadamente. La compa?¨ªa que ostenta el monopolio casi total del tr¨¢fico interior -Iberia- tiene tambi¨¦n toda una historia de deficiencias en el servicio, adem¨¢s de las habituales desatenciones de su personal, pr¨¢cticamente irreconocible en las ¨²ltimas campa?as publicitarias lanzadas por la compa?¨ªa.
Espa?a cuenta actualmente con una red de 42 aeropuertos en plena operatividad para el tr¨¢fico civil y comercial de pasajeros Alguno de ellos no rebasa la cifra de un vuelo semanal y otros incluso mantienen sus dotaciones para menos de diez vuelos anuales. En algunos casos, el aeropuerto se ha construido aprovechando instalaciones militares, a las que se han adherido improvisadas terminales de viajeros, pero sin que se hayan previsto los m¨¢s elementales servicios, que son inherentes a un aeropuerto. A modo de ejemplo, baste decir que son varios los aeropuertos comerciales espa?oles que carecen de medio de transporte que enlace con la ciudad m¨¢s pr¨®xima Otros, ni siquiera incluyen oficinas de informaci¨®n y venta de billetes, o carecen de tel¨¦fono. La mayor¨ªa est¨¢n mal dotados en todos los aspectos y se saturan de inmediato al comienzo de la temporada tur¨ªstica. Utilizar un aeropuerto en Espa?a es, cada vez m¨¢s, una experiencia desagradable, en la que las incidencias son por lo general, imprevisibles. En los aeropuertos m¨¢s importantes, aquellos que te¨®ricamente deber¨ªan estar mejor atendidos, las dificultades se multiplican, sin que nadie se muestre capaz de solventarlas. Adem¨¢s del esc¨¢ndalo de Barajas -infructuosamente denunciado casi todos los d¨ªas-, aeropuertos de la importancia de Palma de Mallorca, M¨¢laga o Las Palmas de Gran Canaria constituyen un aut¨¦ntico, suplicio para los usuarios.
La primera compa?¨ªa espa?ola tampoco contribuye a paliar la situaci¨®n. Antes bien, la agrava. Es bien cierto que no todo es achacable a su gesti¨®n, pero las pretensiones que normalmente exteriorizan sus empleados y los de la Subsecretar¨ªa de Aviaci¨®n Civil, insistiendo en que los culpables son los viajeros, parecen escasamente coherentes con lo que debe ser una compa?¨ªa a¨¦rea, y un servicio p¨²blico en un pa¨ªs desarrollado. El grado de eficacia del personal que cuida de los servicios aeroportuarios es inversamente proporcional a sus salarios, frecuentemente incrementados bajo la presi¨®n salvaje de conflictos que culminan en la paralizaci¨®n de todo el espacio a¨¦reo espa?ol.
La red de l¨ªneas interiores es tan irracional como absurda, y est¨¢ esencialmente basada en la man¨ªa centralista de que todo concluya en Madrid. La flota de Iberia es probablemente insuficiente para la profusi¨®n de enlaces y l¨ªneas que pretende cubrir. El resultado es que su grado de impuntu¨¢lidad sea casi tercermundista. Pero lo m¨¢s lamentable y lo que, a fin de cuentas, incide mayormente sobre el fen¨®meno tur¨ªstico, es la desatenci¨®n permanente que recae sobre el atribulado viajero, impotente ante situaciones de juzgado de guardia.
El tren, otro desastre
El ferrocarril no funciona mejor. La situaci¨®n de Renfe es harto conocida y resulta casi ocioso insistir en ella. Pero la incidencia del transporte f¨¦rreo en el turismo es mucho m¨¢s escasa. Ello no supone, sin embargo, que sus posibilidades no deban ser tenidas en cuenta, para el inmediato futuro, sobre todo a nivel de utilizaci¨®n para traslados en el interior. En t¨¦rminos generales, no se oculta la conveniencia de que parte de la utilizaci¨®n del transporte a¨¦reo actual para distancias inferiores a 400 kil¨®metros deba ser cubierta en el futuro por el tren, tanto por consideraciones de ¨ªndole energ¨¦tica, como por motivos de operatividad del transporte a¨¦reo.
Por no funcionar, ni siquiera las m¨¢s elementales redes de transporte urbano de los principales enclaves tur¨ªsticos funcionan adecuadamente. Lo mismo puede decirse de los enlaces entre los distintos pueblos de una misma zona o de ¨¦stos con las ciudades m¨¢s pr¨®ximas, en lo que, a transporte por carretera se refiere, porque las posibilidades de utilizar el ferrocarril se comentan por s¨ª solas. El resultado final es el mismo: la comodidad brilla por su ausencia.
Si las propias necesidades del pa¨ªs no lo exigiesen, no cabe duda que el prop¨®sito de mantener el actual liderazgo en materia tur¨ªstica ser¨ªa motivo suficiente para que la Administraci¨®n y las empresas del sector p¨²blico que ostentan el monopolio de los servicios de transporte se decidiesen a transformar seriamente la actual realidad del sector, en aras de ofrecer un mejor servicio. Complicar una estancia veraniega, te¨®ricamente apacible y tranquila, con un extenso rosario de incidencias no parecee la mejor manera de convencer al visitante para que repita la experiencia.
Ma?ana, un cuarto cap¨ªtulo cuidar¨¢ del habitat de las zonas tur¨ªsticas espa?olas.
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