Galicia y su autonom¨ªa
Secretario general del partido Socialista de Galicia-PSOECualquier aproximaci¨®n pol¨ªtica al tema de la autonom¨ªa de Galicia, al igual que con respecto a cualquier otra, tiene forzosamente que establecer dos tipos de referentes; de un lado, el estrictamente hist¨®rico, que sit¨²e en sus t¨¦rminos esenciales la g¨¦nesis y el desarrollo de los movimientos autonomistas, y, de otro, el marco referencial constituido por la norma b¨¢sica de convivencia que, con sus defectos y virtudes, instaura en Espa?a la denominada democracia formal, es decir, la Constituci¨®n promulgada el pasado mes de diciembre de 1978.
La sistem¨¢tica transposici¨®n del tema auton¨®mico en Galicia a la ¨¦poca de los Reyes Cat¨®licos supone, cuando menos, una falsedad hist¨®rica, si se deja de comprender y analizar el significado de la construcci¨®n del Estado burgu¨¦s a partir de la consolidaci¨®n de la burgues¨ªa centralista en Espa?a, cuyas coordenadas no giran alrededor de la destrucci¨®n del ancien r¨¦gime, cual aconteci¨® en la Francia revolucionaria, y, ni siquiera, en la asunci¨®n clara de su papel como clase, seg¨²n se puede constatar en el desarrollo capitalista asentado en la moral protestante y al que dedic¨® sus l¨²cidas p¨¢ginas Max Weber.
Quiere todo ello decir que, en gran parte, el desarrollo pol¨ªtico de los autonomismos en Galicia viene marcado por una clara oposici¨®n entre la f¨®rmula autonomista de la ilustraci¨®n burguesa -ll¨¢mese ?regionalismo?, ?federalismo?, etc¨¦tera- y la lucha del campesinado para ser protagonista de su historia inmediata, sin perder sus propias pautas estructurales asentadas en una concepci¨®n feudal o, cuando menos, precapitalista de la sociedad y la econom¨ªa.
Dos modelos opuestos
La oposici¨®n entre ambos modelos es clara en los primeros a?os de este siglo. Los agrarios de Basilio Alvarez y los ?nacionalistas? de las ?Irmandades da Fala?, aun apareciendo coincidentes en sus objetivos autonomistas, respond¨ªan, sin duda, a puntos de partida esencialmente distintos. Es claro, pues, que el pensamiento e ideolog¨ªa socialista, al encarar el tema auton¨®mico en Galicia, no puede encerrarse en an¨¢lisis superestructurales y, mucho menos, en los juegos sem¨¢nticos a los que tan proclive es la derecha. La autonom¨ªa, para ser v¨¢lidamente asumida debe contener, por tanto, los suficientes elementos de desarrollo -no s¨®lo de crecimiento cuantitativo- sociales, culturales y econ¨®micos que permitan el paso de una econom¨ªa atrasada y de pendiente al modelo socioecon¨®mico vigente en la actualidad en Europa.
Ante tal reto, es necesario dejar constancia de que ello nunca se podr¨¢ lograr por nuestras propias fuerzas, Para que as¨ª fuese, tendr¨ªamos que movernos en otra hip¨®tesis -l¨¦ase Constituci¨®n- y en otro modelo distinto: el de los llamados pa¨ªses socialistas, del cual, aun sin ser objeto del presente, puede afirmarse su relatividad con respecto a la independencia como valor absoluto. Descartado, al menos aqu¨ª, el asalto al palacio de Invierno, la larga marcha y Sierra Maestra, nuestro ¨²nico objetivo debe dirigirse a una lectura pol¨ªtica de la norma estatutaria, para ver cu¨¢nto permite y no tanto cu¨¢nto impide. La tradici¨®n de la lucha del movimiento obrero se ha asentado siempre en esta estrategia, forzando las contradicciones del sistema hasta alcanzar esas ?condiciones objetivas? que siempre tienen m¨¢s de utop¨ªa que de realidad.
El reconocimiento de esa incapacidad aut¨¢rquica viene a llenar de contenido el concepto de solidaridad entre los pueblos espa?oles que los socialistas repetimos frente al tema auton¨®mico y cuyo reconocimiento aparece reflejado en el art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n. Solidaridad que se inspira en el hecho objetivo de la desigualdad existente y en la negaci¨®n del proceso uniformador, tan caro a las ideolog¨ªas totalitarias.
Un estatuto adecuado
El Estatuto de Autonom¨ªa de Galicia, presentado actualmente en las Cortes, cumple en bastante grado las exigencias que se deducen de los anteriores razonamientos. De una parte, es necesario no perder de vista que tal norma estatutaria ha sido elaborada en una situaci¨®n en que la correlaci¨®n de fuerzas podr¨ªa haber inclinado la balanza, claramente, en favor de tesis m¨¢s conservadoras y centralistas, lo cual, si no ha sucedido, se debe tanto al buen sentido pol¨ªtico de cierta derecha cuanto a los esfuerzos t¨¦cnicos y pol¨ªticos del Partido Socialista, apoyado expl¨ªcita e impl¨ªcitamente por las restantes fuerzas de izquierda y nacionalistas extraparlamentarias.
La lengua gallega
Los reparos, generalmente puntuales, que se ofrecen en los medios de difusi¨®n frente al Estatuto, y muchos de los cuales asumo personalmente, no deben generar, en cambio, un movimiento de rechazo cuyas consecuencias pagar¨ªa de inmediato el pueblo gallego. Es cierto, por ejemplo, que en el art¨ªculo 5, sobre el tema del idioma, la redacci¨®n actual elimina la expresi¨®n ?deber de conocer el gallego?, as¨ª como la obligaci¨®n de procurar que los funcionarios en Galicia adquieran el conocimiento del gallego, pero no es menos cierto que en su redacci¨®n actual, que quiz¨¢ pueda ser mejorada, se hace una afirmaci¨®n clara de cu¨¢l es la lengua propia de Galicia, as¨ª como la obligaci¨®n de los poderes p¨²blicos de potenciar la utilizaci¨®n del gallego en todos los ¨®rdenes de la vida p¨²blica, cultural e informativa. Ser¨¢n, pues, medidas legislativas y de gobierno concretas las que ofrezcan en su d¨ªa una lectura progresista o reaccionaria de este art¨ªculo.
El "Proyecto de los 16"
Algo similar ocurre con el tratamiento demag¨®gico que se nos viene ofreciendo del llamado ?Proyecto de los 16?, como si el acuerdo obtenido ahora entre los partidos con representaci¨®n parlamentaria en Galicia -UCD, PSOE y CD- tuviese un vicio de origen que lo invalidase frente al acuerdo o consenso que en aquel ?Grupo de los 16? establecieron los tres partidos citados, m¨¢s el Partido Comunista, el Partido Galeguista, el Partido Obreiro Galego y el Partido do Traballo de Galicia.
Deben plantearse objetivamente los ?reparos? al Estatuto, pero, siempre, desde posiciones de racionalidad, y as¨ª, el famoso ?3% del censo? es indudablemente una norma restrictiva ante un comportamiento electoral abstencionista, pero al mismo tiempo supone un reto a todas las fuerzas pol¨ªticas, especialmente las minoritarias, a fin de romper ese abstencionismo ofreciendo programas y f¨®rmulas que le hagan atractivo al pueblo gallego el concurrir a las urnas, y para eso, el camino comienza, ha comenzado ya, sensibilizando al pueblo en favor del Estatuto de Autonom¨ªa que es, sin duda, el mejor posible en este momento.
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