La soberana elegancia flamenca de Puebla de Cazalla
Hab¨ªa gente que quer¨ªa entrar a la fuerza. Consideraban el precio -setecientas pesetas- muy elevado. Comenzada la segunda parte se les dej¨® entrar en la reuni¨®n cantaora. Aunque pod¨ªan haberlo dejado fuera porque el ruido ambiente, muy tenue hasta entonces, subi¨® de punto. Fue lo ¨²nico lamentable. Por lo dem¨¢s, en la 13? edici¨®n de la Reuni¨®n de Cante Jondo, apreciamos recuperaciones importantes y el mantenimiento de la soberana elegancia con que Puebla de Cazalla, los organizadores, trata el mundo flamenco. Actuaron, entre otros, Paco Moreno, Miguel N¨²?ez y Jos¨¦ Menese. Curiosamente, el cine de verano donde se celebr¨® el festival se llama Victoria. Era como una promoci¨®n de lo bien que saldr¨ªa todo, salvo algunos gritos inoportunos pero inevitables.
Volvi¨® la reuni¨®n a ofrecer la nota caracter¨ªstica de ser Menese quien abriera la fiesta. Un poquito antes hab¨ªan ofrecido Manolo Brenes, Juan Habichuela y, Pedro Pena un toque por sole¨¢, en el que la maestr¨ªa de los tres, super¨® los escollos de la improvisaci¨®n. Pepe Menese comenz¨® por tientos. Cant¨® en maestro. Con serenidad, midiendo, colocando perfectamente para rematar, airoso, con una letra por tangos. Una recuperaci¨®n importante. Porque en los ¨²ltimos festivales no ha estado a su altura, Cuando se acuerda -siguiriya impresionante de Alcal¨¢ del R¨ªo-, Menese es alguien en el cante. Que es muy dif¨ªcil ser alguien. El resto de su actuaci¨®n, en la segunda parte, no pas¨® de aceptable, aunque puso ganas en el empe?o.La Puebla de Cazalla, ofrece, en cada reuni¨®n, algo nuevo.Y nueva, vivificante novedad, fue la presencia de Rancapino. Un cantaor al que se considera especialista en los cantes por malague?as del Mellizo y en las alegr¨ªas. Un cantaor que en la Puebla nos trajo el sabor inolvidable y grandioso de Juan Talega. El fen¨®meno desaparecido, que inund¨® de aromas soleareros tantos festivales pasados, volvi¨® a vivir en los cantes del gitano de Chiclana. Cantes de Joaqu¨ªn el de la Paula y la Jilica y la Roezna y Agust¨ªn Talega, desgranados solemnemente, a la manera del portento que fue Juan Fern¨¢ndez Vargas. Y, alumbrado, atac¨® las alegr¨ªas. Y trajo la salada claridad gaditana que definiera el poeta. Se enrabiet¨® por buler¨ªas... y se perdi¨® un poco. Pero el recuerdo de su cante por sole¨¢ quedar¨¢ mucho tiempo en la Puebla.
Le hab¨ªan puesto dificil la papeleta a Diego Clavel. Supo resolverla con desahogo. Sus cantes por peteneras tuvieron la elegancia que s¨®lo Pastora sab¨ªa imprimirles. Demasiado hablador con el p¨²blico, aunque le disculpa el que le pidan siempre lo mismo. No me gust¨® la actuaci¨®n de Fosforito. Muy forzado en los cantes que hiciera, sin el reposo necesario. Volviendo a la sole¨¢, la minera y la cantina. Se espera m¨¢s de ¨¦l, porque puede y debe corresponder a la esperanza.
Con el baile se cerr¨® la primera parte. Manuela Carrasco volvi¨® a lucir su forma radical, rotunda, de entender. Por sole¨¢ primero, por alegr¨ªas despu¨¦s, Manuela fue el torbellino de fuerza pl¨¢stica que hac¨ªa tiempo no ve¨ªamos, Muy ajustado el acompa?amiento y eljaleo.
La segunda parte, en t¨¦rminos generales, descendi¨® un poco en cuanto a calidad. Gan¨® en duraci¨®n temporal. Aunque es cierto que nadie se movi¨® de su asiento, pese al calor de la noche.
Miguel Vargas, por sus fueros
Otro reencuentro interesante: el de Miguel Vargas. Supo levantar c¨¢lidas ovaciones a fuerza de cantar bien. Hizo cosas de gran valor por sole¨¢. Es un cantaor un tanto r¨ªgido, con mucha fuerza. Pero supo adentrarse en los vericuetos cantaores alcalare?os y captar la infinita dulzura de esta m¨²sica. Hacia tiempo que no ten¨ªa una tan feliz noche.Otra novedad en el cartel: chaquet¨®n. El hijo del Flecha de C¨¢diz ofreci¨® una versi¨®n diferente de los cantes de su tierra. Hermosas variantes que han tenido en el desaparecido Manolo Vargas un puntal se?ero. Con la presencia de Chiquetete lleg¨® la brisa nueva. Antonio Cortes es hombre que conoce, y muy bien por cierto, los cantes tradicionales. Pero se ha metido en el berenjenal de las innovaciones a todo trapo y ha de pagar el tributo de las exigencias masivas. Record¨® la presencia en el p¨²blico de ese hombre singular que es Antonio el Arenero y le dedic¨® unos cantes del Zurraque. La poderosa osamenta de Antonio se esponj¨® de gusto en algunos momentos. El resto de su trabajo, bien. Sin una gran noche cantaora, pero con la calidad m¨ªnima exigible y sobrado, como siempre, de comp¨¢s.
Al final, el rito tradicional de los cantes por ton¨¢s. Y luego, un fin de fiesta, corto y con sabor.
En definitiva, un esfuerzo m¨¢s, compensado con la asistencia masiva -el lleno fue absoluto-, de unos hombres que luchan por la dignificaci¨®n de este arte de la ¨²nica forma seria: ofreciendo calidad, derramando elegancia.
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