Sesenta obreros trabajan bajo tierra para mantener viva la ciudad
Madrid tiene un callejero subterr¨¢neo, paralelo al de la superficie y designado por su misma denominaci¨®n, de 82 kil¨®metros de longitud. Son las galer¨ªas de servicio, que permiten un f¨¢cil y r¨¢pido acceso a toda la red de distribuci¨®n de servicios en la ciudad. El agua, la electricidad, el tel¨¦fono y el gas discurren bajo las principales calles madrile?as por esas canalizaciones visitables. En las galer¨ªas de servicio trabajan sesenta obreros, que, con la indiferencia de sus conciudadanos y sueldos no apropiados a la labor que desarrollan, cumplen un objetivo de vital importancia para la ciudad: mantenerla viva.
Parte de esas galer¨ªas de servicio de la ciudad, en unos cinco kil¨®metros de longitud, fue recorrida la noche del jueves al viernes por una delegaci¨®n municipal encabezada por el segundo teniente de alcalde del Ayuntamiento, Alonso Puerta, y compuesta por el delegado de Obras y Servicios Urbanos, Juan Claudio de Ram¨®n; el concejal responsable de la Delegaci¨®n de Abastos, Luis Rufilanchas, y el concejal presidente de la Junta Municipal de San Blas, Mariano L¨®pez San Rom¨¢n. A la excursi¨®n municipal se sumaron el alcalde de Getafe, Jes¨²s Prieto, y dos representantes de la Federaci¨®n de Trabajadores de la Administraci¨®n P¨²blica, sindicato dependiente de la UGT, as¨ª como un redactor de EL PAIS y tres miembros del gabinete de prensa municipal.Como era de esperar, dada la anticipaci¨®n con que fue anunciada la visita municipal, el paseo de las Delicias subterr¨¢neo se encontraba en perfectas condiciones. Adem¨¢s, como dijeron los mismos obreros que acompa?aron a la expedici¨®n, esa galer¨ªa, aunque construida en los a?os cuarenta, ?es una de las mejores de Madrid?.
Ante esto, los ediles insistieron en visitar otras galer¨ªas que no estuvieran en tan ¨®ptimas condiciones. El recorrido se prolong¨®, a partir de ese momento, por el subsuelo del paseo del General Primo de Rivera, ronda de Valencia y ronda de Toledo, para terminar en la Puerta de Toledo. Unas ca?as en un bar tard¨ªamente cerrado sirvieron para enjugar algo el sudor y aplacar la sed que hab¨ªa producido un recorrido realizado en su mayor¨ªa en un ambiente enrarecido, h¨²medo y sofocante.
Trabajo penoso y peligroso
Los propios representantes del Ayuntamiento reconocieron lo penoso de la labor que realizan los sesenta operarios de las galer¨ªas de servicio, que todos los d¨ªas han de recorrerlas para comprobar su estado de conservaci¨®n y detectar, si existiera, cualquier fuga o fallo en los sistemas de conducci¨®n de los servicios de cada una de las compa?¨ªas suministradoras.Ese personal, escaso para la amplia labor que ha de desarrollar, trabaja en unas condiciones laborales no reconocidas totalmente. No tiene, como ocurre en otros cuerpos del Ayuntamiento, ni plus de penosidad, ni de peligrosidad en el trabajo. Adem¨¢s, como su calificaci¨®n laboral es muy baja, los sueldos que perciben no alcanzan unos m¨ªnimos adecuados a la labor que realizan. De esta forma, uno de estos trabajadores, con seis trienios a sus espaldas y con pluses por su mujer y sus dos hijos, cobra mensualmente un sueldo que ronda las 37.400 pesetas.
La penosidad del trabajo que realizan estos hombres la pudieron comprobar los concejales a base de pasar por estrechos pasadizos, mojar sus pies en innumerables charcos, recibir constantes coscorrones en sus cascos y buscar ratas que, aunque no encontraron, existen en esas calles subterr¨¢neas.
De aplicar la peligrosidad se encargaron los propios obreros: ?Mire usted?, dec¨ªa uno de ellos, ?hace un tiempo, un compa?ero m¨ªo y yo nos quedamos pegados a un cable de la luz de 15.000 voltios. ? Y, como quit¨¢ndole importancia, a?ade: ?Pero pudimos despegarnos y salimos de aquella.? Alguien murmur¨® a su espalda: ?A lo mejor, de la pr¨®xima no salen. ?
Adem¨¢s, los representantes sindicales que asistieron a la visita se encargaron de se?alar repetidos puntos peligrosos del recorrido: conectores el¨¦ctricos sin protecci¨®n alguna, cables de alta tensi¨®n junto a terminales de bocas de riego, etc¨¦tera. La respuesta, en cada caso, fue siempre la misma. ?Eso hay que arreglarlo.? Pero nadie fij¨® los plazos para hacerlo.
Pero ese mundo subterr¨¢neo de las galer¨ªas de servicio no est¨¢ exento de sus an¨¦cdotas y sus curiosidades. En cierta ocasi¨®n, uno de los operarios que recorren las galer¨ªas se encontr¨®, sorprendido, con varias camas, algunas bicicletas y varios ¨²tiles de una familia de gitanos, que hab¨ªan decidido instalar all¨ª su vivienda ante la escasez que le ofrec¨ªa el exterior.
Existen fuertes medidas de seguridad
El hecho de que toda la ciudad est¨¦ atravesada por toda una red de galer¨ªas de servicio intercomunicadas entre s¨ª puede parecer, en principio, una tentaci¨®n para cualquier terrorista: un petardo colocado estrat¨¦gicamente no es que vaya a hacer volar por los aires un edificio, pero s¨ª puede dejar sin servicios vitales a una buena parte de la ciudad.Por esa raz¨®n, la mayor¨ªa de las entradas a las galer¨ªas han sido cerradas. El acceso a las mismas s¨®lo es posible ahora por medio de los llamados cuartos de control, donde siempre se encuentra, por lo menos, un operario. De todas maneras, las medidas de seguridad que la polic¨ªa pueda mantener en las galer¨ªas es algo que ni los propios trabajadores conocen, aunque s¨ª saben de su existencia. ?No se crea?, dec¨ªa uno de ellos, ?poner una bomba aqu¨ª no es nada f¨¢cil. Si la quieren poner, la ponen, como en tantos otros sitios. Pero f¨¢cil no les va a resultar.?
Al final del recorrido, en las despedidas de rigor entre los miembros del Ayuntamiento y los trabajadores, ¨¦stos aprovecharon para hacerle entrega al segundo teniente de alcalde de un escrito en el que se conten¨ªan sus principales reivindicaciones. El se?or Puerta prometi¨® su estudio y los obreros mostraron su confianza en ello. Despu¨¦s, ya a solas, el propio Alonso Puerta coment¨®: ?Desde luego, hay que hacer algo por mejorar su situaci¨®n. ?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.