Los rostros "in¨¦ditos" de Simone Signoret
?Se me da muy mal posar para una foto. Qu¨¦ horror que me fotograf¨ªen. Cuando se rueda por lo menos se vive en el otro.? Simone Signoret, que hablaba as¨ª hace unos meses a un periodista franc¨¦s, lleva 31 a?os viviendo en otras mujeres, interpretando, con la fortaleza de su rostro incomparable, papeles que, en la mayor parte de los casos, poco ten¨ªan que ver con su historia personal. El odio por la fotograf¨ªa -esa man¨ªa est¨¢tica de posar, ?iqu¨¦ horror!?, dijo la actriz-, fue moment¨¢neamente superado por la protagonista de Madame Rosa, pel¨ªcula recientemente estrenada en Espa?a.
Con los animales dom¨¦sticos, con sus visitantes -entre ellos la feminista Giselle Halimi, que estuvo hace poco en Espa?a-, la presencia en fotograf¨ªa de Sirione Signoret (Wiesbaden, Alemania, 1921) no difiere de su presencia en los filmes. Robusta y expresiva como la se?ora Rosa de la citada pel¨ªcula, es tambi¨¦n la concienzuda escritora de uno de los libros de memorias que mayor ¨¦xito ha tenido en Francia en los ¨²ltimos dos a?os. La nostalgia no es lo que era, as¨ª se llamaba su obra, refleja desde el t¨ªtulo el esp¨ªritu de la Signoret, que se fotografi¨® por escrito antes de ser fotografiada, como ella misma, por las c¨¢maras de los reporteros de Sygma. Diez a?os estuvo rechazando la actriz proposiciones para posar. Estos son, pues, rostros ?in¨¦ditos?.Simone naci¨® cuando Francia ocupaba el Rhin. Su padre era el hijo de un polaco que vend¨ªa dia mantes. Su madre era hija de un oscuro artista de Marsella. Los dos eran jud¨ªos. Con ese historial biogr¨¢fico, Simone Signoret irrumpi¨® en la vida del cine como un extra que no persigue, ni quiere, el estrellato que luego obtiene. Con Yves Montand, su segundo mari do, decidi¨® atacar el star system y no ocultar su adscripci¨®n pol¨ªtica En los tiempos de la ¨²ltima posguerra mundial, la posici¨®n de una actriz como Simone Signoret era realmente extra?a en un mun do habituado a pasar por encima de la pol¨ªtica como de puntillas.
Ella se comprometi¨® a fondo y, en aras de ese compromiso, efectu¨® alguna alianza -con Stalin, por ejemplo- que en su hora rectific¨® p¨²blicamente. No quiere ser fotografiada porque tampoco quiere ser un poster. Permite que lo sean sus personajes, las damas agresivas que ha representado en el cine. Su estupor ante el poster de su persona est¨¢ expresado en sus memorias. Un d¨ªa se encontr¨® con Marilyn Monroe en Hollywood. Para describirla en su libro no pod¨ªa usar ni la t¨¦cnica de Norman Mailer ni la dramaturgia de Arthur Miller. Ante M. M., S. S. decidi¨® hablar de ella ?tal como la conoc¨ªa. No quiero referirme a un mito, o a uriposter. Hablar¨¦ como si se tratara de una vecina en un piso de lujo o en un piso modesto?. El cap¨ªtulo que sigui¨® sobre Marilyn Monroe, dijo Le Monde en su d¨ªa, ?escrito por una actriz sobre una actriz, dedicado a una mujer por otra mujer, es uno de los m¨¢s bellos, p¨²dicos y generosos que despu¨¦s de su muerte hayan sido realizados sobre la vida de Marilyn Monroe?.
De este modo quiere aparecer Simone Signoret ante la gente. Por eso est¨¢ ausente de su rostro, de 58 a?os, todo afeite que no provenga de los que la misma vida le ha dado; y un cigarrillo, que poco a poco le abandona, durante la sesi¨®n fotogr¨¢fica, le hace achicar a¨²n m¨¢s los ojos. Su abrigo, con el que se resguarda la espalda cuando dedica sus memorias, le sirve para abrigarse las piernas cuando acomete la lectura de un texto g¨¦lido: en sus manos mantiene un diccionario. Parece una francesa que ha sido sorprendida durante sus vacaciones por unos vecinos cuyas c¨¢maras le hacen sonre¨ªr.
Simone Signoret no quiere que la gente olvide -esto lo dijo en Fotogramas el pasado mes de marzoque ?soy una mujer que tuvo diecinueve a?os en 1940, veintitr¨¦s en 1944. El recuerdo de la guerra est¨¢ en,su rostro. En aquel tiempo los momentos eran angustiosos, ?pero tambi¨¦n carcajadas, historias de amor, como nunca las hubo. ?Entonces, mi belleza, usted me entiende!?. F¨ªsicamente no ha renunciado a nada: ?Asumo mi edad y mi f¨ªsico. Quiero el rostro, el pelo que tengo. Y,esto me facilita tanto la vida.? Su historia es la de la asimilaci¨®n entre el personaje que interpreta y ella misma. Su horror al objetivo que la tomar¨¢ tal cual es ella misma se justifica porque cuando los fot¨®grafos se sit¨²an ante ella no van a ofrecerle al lector el rostro de Simone Signoret, la hija de jud¨ªos que ahora acaricia a su mayor amor, su nieto Benjam¨ªn, en su casa de veraneo. Inevitablemente, los reporteros ofrecen tambi¨¦n, y sobre todo, las m¨²ltiples caras que Simone Signoret ha tenido: la se?ora Rosa de Madame Rosa; la Am¨¦lie Helie de Par¨ªs, bajos fondos, o la mujer desesperada de Un lugar en la cumbre.
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