Al lado de Miguel¨ªn y el Cordob¨¦s, Teruel parec¨ªa Joselito
Angel Teruel parec¨ªa Joselito. Debe volver cuanto antes, Angel Teruel, a Almer¨ªa y alternar con esos recios muchachos que se llaman Miguel y Manu¨¦, porque en esta plaza, y en comparaci¨®n con ellos, parece Joselito. Hizo las faenas de siempre, ya puede imaginarse, pero c¨®mo ser¨ªan las otras, las de Miguel y Manu¨¦, que el p¨²blico le piropeaba grit¨¢ndole ? ?Torero! ?. Pocas veces se habr¨¢ visto Angel en otra. Una plaza volcada, dispuesta a pedirle las orejas, el rabo, el toro, lo que hiciera falta, y adem¨¢s core¨¢ndole ? ?Torero, torero! ?Y bien, s¨ª, torero es, ?qui¨¦n lo duda? Un poco premioso, un poco pesadito, un poco relamidito, pero torero. Sus muletazos, uno aqu¨ª, otro all¨¢, no acababan nunca, ten¨ªan finura, sin embargo, y eso ya es mucho para quienes ten¨ªamos condenada la tarde a ver r¨¦olinas, pechugazos y todo el repertorio de la zafiedad, que es a donde m¨¢s puede llegar el coletudo llamado Manu¨¦ y a donde s¨®lo quer¨ªa Regar ,ayer el agitanado Miguel, porque listo como el hambre y poderoso que es, pretend¨ªa romperle la puesta en escena al ¨ªdolo Manu¨¦, lo cual consigui¨®.
Plaza de Almer¨ªa
Lleno total. Toros de Ram¨®n S¨¢nchez, escasos de presencia, sospechos¨ªsimos de pitones, muy flojos, manejables. Miguel¨ªn: estocada corta baJa (dos oreyas). Pinchazo hondo, otro sin soltar y dos descabellos (vuelta). El Cordob¨¦s: esto a corta, rueda de peones y descabello (dos orejas). Estocada contraria (divisi¨®n de opiniones). Angel Teruel: estocada (dos orejas y rabo). Pinchazo bajo, estocada corta, se amorcilla el toro y descabello. La presidencia le perdon¨® dos avisos (oreja).
Miguel anduvo a gorrazos con sus toros, que, por cierto, no eran toros. Advirtamos, ya que, viene al paso, que la corrida toda era una ruina. Mermada de pitones, escasita de trap¨ªo y sin fuerza, constitu¨ªa una verg¨¹enza para la divisa y un fraude para el buen p¨²blico almeriense que pasar¨¢ por todo tipo de toreo, incluso lo glorificar¨¢ con una pasi¨®n y una alegr¨ªa enternecedora, pero que en absoluto transige con que se caigan los toros. Y se ca¨ªan. Sobre todo el segundo de Manu¨¦ ten¨ªa una endeblez lamentable que le incapacitaba no ya para una lidia normal, sino para soportar cualquier leve muletacito por alto.
Pero dec¨ªamos de Miguel que banderille¨® reuniendo bien (quiz¨¢ un poco r¨¢pido) y se merend¨® en esto a Teruel, y despu¨¦s se puso a hacer tremendismo, con lo cual se merend¨® tambi¨¦n a Manu¨¦. La tarde era de meriendas, ya veremos luego por qu¨¦. Miguel, un torero que pudo ser, en su ¨¦poca primera, de primera l¨ªnea, en el terreno que quisiera, lo mismo el espectacular que el serio, pues condiciones fisicas, conocimientos de los toros y las suertes e inteligencia le sobran pa¨ªa ello, ayer en Almer¨ªa despleg¨® el repertorio de los disparates con las reban¨¢s a la burra -que ¨¦l mismo sol¨ªa decir-, las revueltas, los circulares y los desplantes sin trastos para hacer la bicicleta agarrado a los pitones, los cabezazos al testuz y se llev¨® al p¨²blico de calle. Arm¨® un alboroto.
Detr¨¢s ven¨ªa Manu¨¦ y, claro, su n¨²mero habitual no pod¨ªa cuajar. Pegaba derechazos y naturales a su aire (es decir, medios pases enganchados) y tan mal toreo no prend¨ªa en los tendidos. Hasta que hizo lo del salto de la rana famoso y eso complaci¨® mucho al p¨²blico, pues, en fin de cuentas, es todo lo que espera de las chuscas habilidades de Manu¨¦. En el quinto ya dijimos que no pod¨ªa dar un pase sin que la tora fof¨¢ se derrumbara y hubo entonces bronca may¨²scula.
Pero la corrida no es toda la corrida en Aliner¨ªa hasta que arrastran al tercer toro, pues entonces viene lo mejor: un descanso de media hora, para que la gente se ?ale las merendolas que lleva a la plaza. Todo el mundo con sus bolsas y sus neveritas port¨¢tiles, aparecen las tortillas, el filete empanado, el guiso de carne o de pulpo, servilletas y cubiertos los m¨¢s curiosos, venga el vino y el champ¨¢n, luego los dulces, y aquello es un banquete. La fiesta brava se complementa en esta plaza con la fiesta gastron¨®mica y todo contribuye a que el p¨²blico se integre en el espect¨¢culo.
A los almerienses les gustan los toros, qu¨¦ duda cabe. Estamos entre escarmentados y hartos de esos cosos que pasan por serios cuando en realidad son tristes, y all¨ª la corrida no se entiende, s¨®lo sirve para presumir -si es que el toro aparece con cuajo- de un rigor que a lo mejor ponen media docena de aficionados. La feria de Almer¨ªa nos ha parecido reconfortante gracias a esta alegr¨ªa espont¨¢nea de quienes viven hasta el m¨ªnimo detalle el festejo. El fallo estuvo ayer en el ganado, tan pobre y tan flojo, que no debe salir as¨ª nunca ni en esta plaza ni en ninguna otra. Es cuesti¨®n, en definitiva, de que la autoridad y los veterinarios cumplan con sus obligaciones. Seguimos adelante en la feria bonita, de buenos carteles y con el goce del sol y el aire limpio de esta Almer¨ªa acogedora.
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