El novicio Barrionuevo y la alegr¨ªa de la huerta
Yendo cierta vez fray Tierno desde el mercado al basurero, en compa?¨ªa del novicio Barrionuevo y en tiempo de verano intenso, atorment¨¢ndole grandemente un calor guineano, llam¨® al hermano Barrionuevo, que iba un poco delante, y le habl¨® de esta dulce manera: ?Muy bien, hermano Barrionuevo. Le felicito por haber declarado sin re¨ªrse que los b¨¢rbaros fumadores de porros destruyen parques y jardines madrile?os. Ni siquiera fray Alvarez, hermano, se atrevi¨® nunca a tanto. El hereje Aranguren, ?je, je!, debe de estar contento... Pero no alces as¨ª la cresta, chivatuelo. Porque, aun cuando todos los frailes menores del Ayuntaconvento diesen ejemplo contra el vicio de la hierba-anti-hierba, declara y advierte que no est¨¢ ah¨ª la perfecta alegr¨ªa.?Y, caminando un poco m¨¢s, le llam¨® por segunda vez para decirle: ??Oh, hermano Barrionuevo, mi chivatuelo concejal! Aunque los frailes menores diesen vista a los que andan por ah¨ª muy ciegos, orejas a los sordos polisarios, venas a los jinetes mancos, pies a los cojos de conveniencia, habla a los emigrantes en el Pa¨ªs Vasco y, lo que es mayor, resucitasen a Marx en un congreso al que pienso asistir vestido de Pilatos, declara y advierte que no se halla en esto la verdadera alegr¨ªa.?
Y, siguiendo un poco m¨¢s adelante, grit¨® fray Tierno: ??Oh, hermano Barrionuevo, mi chivatuelo concejal! ?Ovejita lucera de Marx! Si los frailes menores supiesen todas las lenguas de Hesperia y todos los manuales de jardiner¨ªa y las obras completas de Karl; aunque profetizasen la coronaci¨®n de fray Bustelo, y revelasen no solamente las cosas monclovitas, sino los secretos de las conciencias sevillanas y de las almas vagamente andaluzas, declara y advierte que no se halla en esto la verdadera alegr¨ªa.?
Y, siguiendo un poquito m¨¢s, volvi¨® a la carga: ??Oh, hermano Barrionuevo, mi chivatuelo concejal! ?Dromedario de Marx! Aunque los frailes menores hablasen con la lengua televisiva de fray Adolfo y supiesen el curso de las estrellas rojas y la virtud de todas las hierbas buenas; aunque les fuesen revelados todos los tesoros tedescos y conociesen las propiedades de las t¨®rtolas y de los europeces y de los pandas de la Casa de Campo y de todos los hombres de ambas sillas, de los ¨¢rboles frutales y de las piedras afiladeras y de las ra¨ªces c¨²bicas y de las aguas de cerrajas, declara y advierte que no est¨¢ en esto la perfecta alegr¨ªa. ?
Y, como continuase hablando de esta suerte torera unas dos millas, el hermano Barrionuevo, piadoso concejal de Polic¨ªa Municipal, pregunt¨®, muy maravillado, a fray Tierno: ?Profesor, ru¨¦gole por las barbas de Marx que me diga al instante d¨®nde est¨¢ la verdadera alegr¨ªa,?
Y fray Tierno, tras relamerse con elegancia cardenalicia y limpiarse las gafas sin ninguna prisa, contest¨® a base de caudal saliva: ?Cuando lleguemos al basurero, calados de sudor y chamuscados por el sol y cubiertos de moscas y afligidos por el olor a marihuana de la juvenil plebe y llamemos a la puerta, si el portero viene enfadado y nos dice: "?Qui¨¦nes sois?, nosotros diremos: "Sornos dos de vuestros hermanos marxistas." El contestar¨¢: "Ment¨ªs; sois dos bribones. ?Fuera de aqu¨ª!" Y nos har¨¢ permanecer fuera, a pleno sol, empapados de sudor hasta el anochecer. Entonces, si a pesar de tanta injuria, tanta crueldad y tantos vituperios, que ni orquestados por fray Guerra, vamos, nos sostenemos pacientemente sin turbarnos y sin murmurar de fray Felipe, pensando humilde y caritativamente que aquel portero seguramente est¨¢ bajo el efecto del sure?o porro y que Marx le hace hablar contra nosotros para probamos, ?oh hermano Barrionuevo, mi chivatuelo concejal!, en esto estar¨¢ la verdadera alegr¨ªa. Y si perseveramos llamando a la puerta, como Pepitas de Mallorca, y sale ¨¦l con una porra o con la triple pica que se trag¨® Miguel Bos¨¦ y, cogi¨¦ndonos por el capuch¨®n, nos echa al suelo y nos golpea duramente; si entonces nosotros conllevamos todas estas cosas con bondad, pensando que TVE est¨¢ retransmitiendo el sacrificio en Fant¨¢stico y que la clase obrera ver¨¢ lo que sabemos hacer, ?oh, hermano Barrionuevo, mi chivatuelo concejal!, declara ya y advierte que aqu¨ª e no en el porro se hallar¨¢ la perfecta alegr¨ªa de nuestra democr¨¢tica huerta.?
No, cielo, no hay chupada final.
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