La ayuda a Nicaragua: un deber moral y una exigencia pol¨ªtica
EL DERROCAMIENTO de Somoza no fue el resultado de un ?golpe de palacio? ni una maniobra para soltar el lastre de una figura odiada y asegurar a los intereses que se beneficiaban. del poder desde hace muchas d¨¦cadas el mantenimiento de su hegemon¨ªa. La grotesca tentativa de organizar un somocismo sin Somoza dur¨® pocas horas y termin¨® con la huida del lacayo para unirse con su amo. La brutal y corrompida dictadura de Managua fue destruid a, pese a la superioridad militar que le proporcionaba un armamento suministrado casi hasta ¨²ltima hora por pa¨ªses que sobrepusieron los negocios a los principios, por la capacidad de combate y de fuego del ej¨¦rcito irregular sandinista. Sin embargo, la victoria de las armas fue facilitada en Nicaragua por un complejo conjunto de factores que parece apuntar hacia cambios sustanciales en los planteamientos estrat¨¦gicos de las potencias hegem¨®nicas tanto en Centroam¨¦rica como en otras ¨¢reas donde la condena a, la miseria del subdesarrollo va acompa?ada de la, sentencia a muerte de las libertades. En contraste con las experiencias ?foquistas? de la d¨¦cada de los sesenta en Am¨¦rica Latina,cuando la lucha armada, el apoyo cuba no y las teor¨ªas insurreccionales del Che formaban un todo indisociable, el Frente Sandinista integra tres grupos de diferente ideolog¨ªa y disciplina. Para mayor novedad, uno de ellos, tos iterceristas?, que llev¨® el Peso del frente sur y libr¨® en el ¨²ltimo a?o los m¨¢s feroces y desgastado res combates, recibi¨® el apoyo material y log¨ªstico de Costa Rica, Panam¨¢ y Venezuela y, cuando menos, el respaldo pol¨ªtico de varios partidos -entre ellos el PSOE- de la Internacional Socialista. Resulta as¨ª que en casos l¨ªmites'como Nicaragua, el r¨ªgido emparejamiento ?lucha armada-apoyo cubano? y ?v¨ªa pac¨ªfica-socialdemocracia? ha dejado de ser un dogma en Am¨¦rica Latina. Si bien los nexos con La. Habana de Guerra Popular Pro longada, el sector que dirige Tom¨¢s Borge, son tambi¨¦n reales, el marginamiento a efectos pr¨¢cticos del Partido Comunista nicarag¨¹ense del combate armado contra Somoza muestra las contradicciones y las dificultades de la pol¨ªtica cubana hacia Latinoam¨¦rica, escindida entre los recuerdos todav¨ªa vivos de la OLAS y del ?foquismo? del Che Guevara y el dise?o geopolitico de la estrategia sovi¨¦tica, dentro de cuyos esquemas se ha tenido que mover Fidel Castro en la d¨¦cada de los setenta.
Pero no se trata ¨²nicamente de la coexistencia dentro del Frente Sandinista de los ?terceristas?, del GPP y de los proletarios y del fen¨®meno ins¨®lito de que la socialdemocracia europea y reg¨ªmenes como Venezuela y Costa Rica no s¨®lo apoyen a un grupo guerrillero, sino que, adem¨¢s, aprueben su alianza de Gobierno con organizaciones, tambi¨¦n armadas, marxistas-leninistas. La inclusi¨®n en la Junta de Reconstrucci¨®n Nacional de significativos representantes de las tendencias liberales y de la burgues¨ªa nicarag¨¹ense refuerza todav¨ªa m¨¢s la singularidad de un proceso que, a ¨²ltima hora, Estados Unidos no tuvo m¨¢s remedio que respetar.
Posiblemente una de las claves de este original desarrollo fuera el convencimiento de unos y de otros de que s¨®lo una salida negociada que asegurara la equidis tancia de los centros hogem¨®n¨ªcos y que garantizara un cierto equilibrio de poder pol¨ªtico y social en el nuevo r¨¦gimen podr¨ªa evitar la destrucci¨®n como naci¨®n de Nicaragua, el agotamiento de sus recursos y nuevos sufri mientos para su poblaci¨®n. El doctrinanismo de la extrema izquierda, siempre propensa a denunciar las alternativas pluralistas a las dictaduras como remedio igual o peor que la enfermedad, y los temores a la din¨¢mica revolucionaria de socialdem¨®cratas y liberales, que conservan una amarga memoria hist¨®rica de los deslizamientos hacia la ?dictadura del proletariado? de las insurecciones armadas, fueron seguramente vencidos en Nicaragua por una realidad tan macabra y amenazante que no dejaba salida ni para desconfiar del futuro. Pero los doctrinarismos y los temores, esos mecanismos paranoides situados en ambos extremos del espectro, pueden ahora tener un renacimiento como consecuencia de la manera de instrumentar o condicionar la ayuda material indispensable para la reconstrucci¨®n de Nicaragua. Con la consecuencia a?adid a de que esas actitudes siempre corren el riesgo de convertirse en profec¨ªas autocumplidas. Nicaragua se halla literalmente al borde de la inanici¨®n. Su poblaci¨®n puede quedar diezmada por el hambre y las enfermedades, capaces de segar todav¨ªa m¨¢s vidas que la Guardia Nacional con sus matanzas. En un plano moral, si es que las relaciones internacionales todav¨ªa admiten tal categor¨ªa, todos los pa¨ªses que apoyaron a Somoza, y especialmente los que le dieron ayuda militar o le vendieron armas, son, de alguna forma, corresponsables de esa Nicaragua asolada. Y en una apreciaci¨®n puramente pol¨ªtica, las posiblidades de que la Junta de Reconstrucci¨®n Nacional mantenga sus prop¨®sitos de garantizar las libertades y el pluralismo dependen fat¨ªdicamente de que la ayuda exterior permitacubrir las necesidades materiales de la poblaci¨®n.
Quiz¨¢ el doctrinarismo de extrema izquierda considere ineluctable o incluso deseable que la ruptura del infernal c¨ªrculo vicioso del subdesarrollo adquiera las formas pol¨ªticas de la ?dictadura del proletariado?. Pero los horrores de Kampuchea o las penalidades de Vietnam son seguramente consecuencia no tanto de una voluntad pol¨ªtica como de la destrucci¨®n material de esos pa¨ªses por la guerra y de su bajo nivel de desarrollo.
La misi¨®n presidida por el se?or Prado, actualmente en Nicaragua, y el proyectado viaje del se?or Su¨¢rez a principios de octubre merecer¨¢n un incondicional aplauso si son seguidos de una ayuda econ¨®mica, proporcionada a nuestras posibilidades. Debe quedar claro que no se traterde trasponer al plano internacional los h¨¢bitos caritativos de los roperos para ni?os pobres, sino. de instrumentar una acci¨®n de Estado. Ahora bien, el futuro de Nicaragua, la posibilidad de un sistema de gobierno que no suprima libertades, pero que garantice la salud, la alimentaci¨®n y la educaci¨®n de la poblaci¨®n, depende de una masiva, ayuda internacional a la que una naci¨®n de potencia media como Espa?a s¨®lo puede contribuir de manera modesta.
La renegociaci¨®n de. la deuda exterior nicarag¨¹ense, que asciende a 1.300 millones de d¨®lares, y los cr¨¦ditos y ayudas del Fondo Monetario, del Banco Mundial y del Banco Interamericano de Desarrollo no deben ser obstaculizados o frenados por los grandes centros de decisi¨®n que disefian la pol¨ªtica mundial. El respaldo ofrecido por la Internacional Socialista no puede quedar en simple promesa. De otra forma, nadie estar¨¢ en condiciones de lamentar, sin caer en el cinismo o la hipocres¨ªa, que la din¨¢mica de la miseria lance a Nicaragua a una aceleraci¨®n hacia la izquierda. En tal caso, tampoco la opini¨®n p¨²blica internacional podr¨ªa lanzar sobre los gobernantes de ese pa¨ªs la entera responsabilidad de las consecuencias necesariamente negativas, en t¨¦rminos de costos humanos y pol¨ªticos, de la socializaci¨®n de la miseria.
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