La bailarina, el comisario y el presidente
LA PETICION de asilo pol¨ªtico del bailar¨ªn Alexander Godunov y el secuestro en la pista del aeropuerto John Kennedy de un jet de Aeroflot, con los pasajeros ya embarcados, tras haber pasado los tr¨¢mites de emigraci¨®n, para forzar que la bailarina Ludmila Vlasova, esposa de Godunov, descienda del aparato y las autoridades norteamericanas comprueben si emprende el viaje a Mosc¨² de buen grado, nos devuelven las rancias im¨¢genes del apogeo de la guerra fr¨ªa e incluso, yendo todav¨ªa m¨¢s atr¨¢s, los fotogramas rom¨¢nticos de la Ninotchka, de Ernst Lubitsch. En este burdo remake cinematogr¨¢fico, sin embargo, el ¨²nico papel de asignaci¨®n indudable ser¨ªa el de la bella estrella del Bolshoi, como ¨¦mula de Greta Garbo; no es del todo seguro, en cambio, que el presidente Carter, cuya intervenci¨®n personal en el rocambolesco asunto resulta a todas luces excesiva, si se toman en consideraci¨®n las altas y pesadas responsabilidades de su cargo, cuadre con el personaje que encarnaba, en aquella ocasi¨®n, Melvyn Douglas.Una decisi¨®n tan espectacular como impedir, durante m¨¢s de 72 horas, el despegue del avi¨®n de las l¨ªneas a¨¦reas sovi¨¦ticas en vuelo regular a Mosc¨², una vez pasada la polic¨ªa del aeropuerto, s¨®lo tendr¨ªa una justificaci¨®n humanitaria -aunque probablemente seguir¨ªa careciendo de argumentos jur¨ªdicos a la luz del derecho infernacional-, en el caso de que Ludmila Vlasova hubiera sido efectivamente coaccionada por los funcionarios sovi¨¦ticos para regresar a su patria. No deja de resultar sorprendente que las autoridades norteamericanas, cuyas oficinas migratorias tienen una pesada fama de eficacia, desaprovecharan la ocasi¨®n que les brindan los filtros de control de pasaportes para entrevistarse con la bailarina del Bolshoi y se hayan visto obligadas a detener al jet de Aeroflot cuando se dirig¨ªa a la cabecera de pista para el despegue. La negativa de los sovi¨¦ticos a obedecer el ukase de las autoridades estadounidenses para hacer descender del avi¨®n a Ludmila Vlasova tiene tambi¨¦n otras explicaciones plausibles, desde la defensa de principios jur¨ªdicos (?cu¨¢l hubiera sido la reacci¨®n norteamericana si un avi¨®n de TWA hubiera sido objeto de id¨¦ntico tratamiento en el aeropuerto de Mosc¨²?) hasta la resistencia de la propia interesada.
En cualquier caso, no es probable que las razones que han movido al Gobierno estadounidense para esta prueba de fuerza, en la que la realidad parece querer imitar al s¨¦ptimo arte, hayan sido exclusiva o principalmente de car¨¢cter humanitario. La personalidad de los protagonistas (dos c¨¦lebres bailarines del Bolshoi) y la presunta lucha ag¨®nica entre los lazos amorosos y los sentimientos patri¨®ticos constituyen, en verdad elementos id¨®neos para un gran espect¨¢culo, cuya repercusi¨®n mundial, en la televisi¨®n y en la prensa, est¨¢ asegurada de antemano. Si a ese argumento se le a?ade el escenario de un gran aeropuerto, el secuestro de un avi¨®n, el suspense de la espera, la lucha entre los servicios de espionaje de dos superpotencias y la presencia de un comisario pol¨ªtico, la actuaci¨®n, como estrella invitada, del presidente de Estados Unidos, el ¨¦xito ser¨¢ de esc¨¢ndalo. Sin embargo, esa generosidad para Ludmila Vlasova, tan grande que quebranta normas internacionales y deteriora las relaciones con la Uni¨®n Sovi¨¦tica, hace todav¨ªa m¨¢s llamativa la restrictiva pol¨ªtica inmigratoria de Estados Unidos para admitir nuevos residentes y para expulsar todos los d¨ªas, al otro lado del r¨ªo Grande, a los espaldas mojadas que trabajan como braceros.
La interesada utilizaci¨®n publicitaria del incidente por las, autoridades norteamericanas, tanto para reforzar el prestigio de su propio pa¨ªs como defensor de los derechos humanos como para deteriorar la imagen de su gran adversario, en modo alguno disminuye la gravedad y altera el significado de la petici¨®n de asilo pol¨ªtico de Alexander Godunov. Esa decisi¨®n de una de las m¨¢s notables figuras de la danza mundial muestra hasta qu¨¦ punto el r¨¦gimen sovi¨¦tico, a los 62 a?os de la Revoluci¨®n de Octubre, no quiere o no puede desbloquear los mecanismos represivos que le acompa?an desde sus comienzos y no se halla en condiciones de establecer un sistema de libertades m¨ªnimas. Junto a la persecuci¨®n dentro de sus fronteras de los disidentes, pese al car¨¢cter pac¨ªfico de sus formas de lucha y al limitado contenido de sus reivindicaciones, algunos pa¨ªses socialistas ponen en evidencia su condici¨®n de sociedades cerradas, al prohibir a sus ciudadanos emigrar libremente, sin perder la nacionalidad ni serles impedido el regreso, para buscar trabajo, cambiar de clima o ampliar sus conocimientos. Los gobernantes sovi¨¦ticos son los que han proporcionado a sus rivales norteamericanos la materia prima para el gui¨®n del espect¨¢culo, al enfrentar a Alexander Godunov con el dilema de restringir sus horizontes profesionales art¨ªsticos conservando su ciudadan¨ªa, o de seguir la llamada de su vocaci¨®n perdiendo su nacionalidad y solicitando el asilo pol¨ªtico. Y la ya incre¨ªble, y a todas luces ilegal, retenci¨®n del avi¨®n de Aeroflot y de la bailarina Vlasova coloca a la Administraci¨®n estadounidense en el mismo filo de lo que es m¨¢s que un mero secuestro de una aeronave y unas personas de otra nacionalidad. Lo dicho: un mal remake de Ninotchka y de los peores y m¨¢s torpes a?os de la guerra fr¨ªa.
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