Lu Sin: la honda tristeza de toda revoluci¨®n
Lu Sin, seud¨®nimo de Chou Shu-jen (Lu era el nombre de soltera de su madre), es considerado la figura m¨¢s relevante de la literatura china moderna. Una literatura que, abrumada por el peso de sus cl¨¢sicos, necesitaba como el aire encontrar una expresi¨®n para su siglo. Lu Sin naci¨® en Shao-sing, provincia de Chekiang, en 1881. Su abuelo disfrut¨® de un puesto oficial en Pek¨ªn durante la ¨²ltima dinast¨ªa, pero acab¨® en la c¨¢rcel. Era, pues, el v¨¢stago de una familia con un cierto rango social en la China de entonces, aunque en franca decadencia.Seg¨²n ¨¦l mismo cuenta, pas¨® buena parte de su adolescencia entre la casa de empe?os y la farmacia de su pueblo natal, en busca de in¨²tiles y ex¨®ticos remedios para su padre, enfermo. A la muerte de ¨¦ste, y contando tan s¨®lo diecisiete a?os, march¨® a estudiar a Nanking. Primero, en la Escuela Naval, y posteriormente, en la de Ferrocarriles y Minas. Fue aqu¨ª donde ley¨® Evoluci¨®n y ¨¦tica, de T. H. Huxley, y conoci¨® las teor¨ªas de Darwin, que le produjeron una impresi¨®n imborrable.
Lu Sin
Gritos de llamada Ed. Alfaguara. Madrid, 1979. 264 p¨¢ginas.
Al cabo de cuatro a?os se traslada, becado, a Jap¨®n para estudiar Medicina, estudios que finalmente abandona para dedicarse a escribir.
Durante los siete primeros a?os de su estancia en Pek¨ªn, adonde acude nombrado consejero del Ministerio de Educaci¨®n, tras la instauraci¨®n del Gobierno de la. Rep¨²blica en 1912, abandona toda actividad literaria y, ?ocupado en copiar inscripciones de estelas antiguas?, sucumbe al m¨¢s displicente, oscuro y obsesivo de los des¨¢nimos. Vive entonces una existencia atormentada y solitaria, pero preocupado por un entomo donde no acaba de encontrar asiento. S¨®lo le queda la reslignada aceptaci¨®n de observar c¨®mo los hechos se suceden con su inexorable brutalidad.
Consigue escapar de este estado de abulia cuando es animado a colaborar en Nueva Juventud, revista vanguardista de la ¨¦poca, sostenida por un grupo de profesores de Pek¨ªn, y donde se adelantan las tesis de la reforma literaria. En Nueva Juventud, que desempe?a un papel importante en la eclosi¨®n del Movimiento del 4 de Mayo, Lu Sin publicar¨¢ en 1918 su primer relato, Diario de un loco, que alcanzar¨ªa enorme difusi¨®n.
Entre 1918 y 1922 van apareciendo sus primeros relatos, recopilados m¨¢s tarde en la colecci¨®n Grito de llamada. (La edici¨®n de Alfaguara es la primera completa que se hace, en Espa?a. De la traducci¨®n, de Miguel Shiao y Juan Ignacio, Preciado, cabe decir que es impecable y que proporciona una deliciosa lectura.) Si sumamos sus otras dos colecciones de cuentos, Vagabundeos (1926) y Viejos cuentos contados de nuevo (1935), y sus poemas en prosa, de un acentrado nihilismo, reunidos bajo el nombre de Hierbas salvajes (1924), tenemos toda su literatura de creaci¨®n.
En Grito de llamada est¨¢n ya las constantes de su mejor literatura: el alejamiento de los grandes principios abstractos de la tradici¨®n literaria china y el inter¨¦s por las cosas peque?as, por lo contingente, lo cotidiano. La utilizaci¨®n por primera vez en la literatura china del lenguaje vulgar y oral en la escritura. El desprecio por la complejidad formal en la que anda debati¨¦ndose la literatura occidental contempor¨¢nea.
El ambiente de sus cuentos es casi exclusivamente el medio rural. En ¨¦l se entreteje un clima sofocante, cosido con los ¨²nicos mimbres que el pueblo posee: la ignorancia, la irracionalidad, la crueldad, la superstici¨®n, el miedo, la intuici¨®n, la miseria, la picard¨ªa, el dolor, las bajas pasiones, la ternura y el apego a viejas costumbres y creencias: su eterno patrimonio. Y en medio, como peleles, sus queridos protagonistas, seres desangelados, carentes de la menor astucia y v¨ªctimas de ella; desenga?ados, desencantados, algo levantiscos, resignados, desconfiados y encantadores, sabedores, en definitiva, de que nunca podr¨¢ cambiar nada, carne de fracaso. Personajes desvalidos, locos soberanos entre los locos vulgares, de un singular quijotismo, entre una magn¨ªfica lucidez y una estupidez disparatada, zarandeados e inermes frente al mundo exterior y los avatares pol¨ªticos, que nunca llegan a comprender; casi h¨¦roes, casi adelantados, hombres que hubieran podido vivir una tranquila existencia si no fuera porque el destino les va tapando una a una las salidas hasta hacerles sucumbir grotescamente. Y ante todo ello, Lu Sin se coloca con el mejor candor, con un asomo de ternura, sin la m¨ªnima punta de mordacidad o de ira.
El movimiento estudiantil e intelectual del 4 de mayo de 1919, considerado por Mao Zedong como una fecha clave en el nacimiento de la nueva China, cre¨® un clima intelectual irreversible. Uno de sus logros definitivos, por el que Lu Sin luch¨® denodadamente, fue la implantaci¨®n del bai-hua, o transcripci¨®n ideogr¨¢fica de la lengua hablada, en la literatura. Este cambio radical, cuyo pionero fue Hu Shih, marca el origen de la literatura moderna en China.
Tras la masacre de estudiantes por la polic¨ªa brit¨¢nica en, 1925, Lu Sin abandona su puesto en Pek¨ªn y entra a formar parte de la lista negra de intelectuales. Despu¨¦s de una breve estancia en departamentos universitarios de literatura en Amoy y Canton, y a tenor de los desmanes represivos de Chiang Kay-shek, se refugia en Shanghai, donde permanecer¨¢ hasta su muerte, de tuberculosis, en 1936.
Durante todos estos a?os Lu Sin lleva a cabo una incansable labor intelectual. La batalla literar¨ªa est¨¢ centrada en la pol¨¦mica entre las sociedades Creaci¨®n, de tendencia rom¨¢ntica y l¨ªrica, influida por la poes¨ªa contempor¨¢nea occidental y dirigida, en Shanghai, por Guo Moruo, y la Sociedad de Investigaciones Literarias; dirigida, en Pek¨ªn, por Lu Sin, de implantaci¨®n realista. Posteriormente, los acontecimientos pol¨ªticos obligar¨¢n a Guo Moruo a unirse a la Sociedad de Investigaciones, y los ataques se centrar¨¢n sobre el grupo Croissant, de intereses estrictamente formalistas y defensor de ? el arte por el arte ?. Al mismo tiempo, Lu Sin prosigue una de sus labores m¨¢s ingentes: la de traductor y divulgador de textos for¨¢neos. A ¨¦l se deben traducciones de Gogol, Ch¨¦jov - con quien le une una estrecha analog¨ªa-, Gorki, Fed¨¦yev, Plej¨¢nov, Blok y aun Julio Verne, entre otros muchos. Introduce y da a conocer a Byron, Shelley, Heine, Pushkin, Cocteau, Apollinaire, Gide, Lermontov, Mickiewicz y una larga serie de autores del romanticismo europeo.
Lu Sin ha sido considerado por la Revoluci¨®n Cultural como uno de sus m¨¢s insignes pr¨®ceres. Las biograf¨ªas que de ¨¦l se han escrito lo presentan como un ser sin fisuras, de mente preclara y rectil¨ªnea y preocupado tan s¨®lo por allanar "los - obst¨¢culos - que - las - masas - obreras - y - campesinas - encontraban - en - su - hist¨®rica-misi¨®n?. Aquel que lea a Lu Sin se sorprender¨¢. Es cierto que en la ingente cantidad de ensayos que escribi¨®, a los que ¨¦l sol¨ªa llamar ?pensamientos sueltos?, pueden encontrarse opiniones pol¨ªticas. Y tambi¨¦n que en los diez ¨²ltimos a?os de su vida, pasados en Shanghai como d¨ªrigente de la Liga de Escritores de Izquierda, mantuvo tesis pr¨®ximas a las del Partido Comunista chino, en el que, por cierto, no lleg¨® nunca a militar. Pero de ah¨ª a la semblanza que de ¨¦l hace Mao Zedong (?comandante en jefe de la Revoluci¨®n Cultural?, ?representante de la mayor¨ªa del pueblo, h¨¦roe nacional sin precedentes, el m¨¢s justo, el m¨¢s valiente, el m¨¢s firme, el m¨¢s leal?) media un abismo que Lu Sin no hubiera cruzado sin cierto sonrojo.
Babelia
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