Pueblos de sabor antiguo para "andaluces nuevos"
Cerca de 800.000 andaluces, seg¨²n cifras oficiales, emigraron fuera de su tierra en la d¨¦cada de los sesenta. Andaluc¨ªa vio as¨ª reducida, pr¨¢cticamente a la mitad, la poblaci¨®n de much¨ªsimas de sus localidades. Pueblos que a partir de ese momento sufrieron, a¨²n m¨¢s si cabe, un aletargamiento del que no se han recuperado. Ello es debido a dos causas fundamentales: muchos de los emigrantes rurales no vuelven hoy a sus pueblos de origen, sino a capitales de provincia o a poblaciones importantes como Jerez, Algeciras, San Fernando, Linares o Marbella. Por otra parte, los j¨®venes campesinos marchan a la ciudad porque no encuentran en los n¨²cleos rurales ninguna posibilidad de trabajo ni de ascenso social.El campo andaluz, y esto no es ning¨²n descubrimiento, est¨¢ abandonado. El ¨ªndice de despoblamiento en muchas zonas del interior supera el 50% entre 1960-1970, en zonas como la Serran¨ªa de Ronda, Las Alpujarras, la sierra de Huelva, la sierra norte de Sevilla o el interior de Almer¨ªa.
La comarca de Ronda constituye un ejemplo t¨ªpico: a excepci¨®n de la capital, es la pen¨²ltima en renta per c¨¢pita (15.000 pesetas). Muchos pueblos se est¨¢n quedando vac¨ªos, como Atajate, Alpendeire, Faraj¨¢n, J¨²zcar, Gauc¨ªn... La comarca, que comprende diecisiete pueblos, ha descend¨ªdo desde los 200.000 habitantes en 1920 a 120.000 en la actualidad.
Solamente se han librado un poco de este fen¨®meno M¨¢laga y Almer¨ªa (debido al turismo), el Campo de Gibraltar y una peque?a franja del hinterland sevillano. Las causas de esta situaci¨®n se remontan a los planes de desarrollo, que como, todo el mundo reconoce, lo que realmente lograron es desarrollar a¨²n m¨¢s las diferencias regionales.
"Txapelas" al sol
Paralelamente a este fen¨®meno, una nueva poblaci¨®n, menor en cuant¨ªa, viene a instalarse definitivamente en Andaluc¨ªa, y en concreto, a sus zonas tur¨ªsticas, entre las que destaca, sin lugar a dudas la Costa del Sol malague?a. Esta nueva poblaci¨®n no s¨®lo est¨¢ compuesta de jubilados, como en un primer momento, en una panor¨¢mica superficial, pudiera parecer. Son muchos los extranjeros -y no por t¨®pico deja de ser verdad- que todav¨ªa vienen a Espa?a atra¨ªdos por su sol, su clima y sus precios. A ¨¦stos hay que a?adir desde hace dos a?os un porcentaje, que cada vez va en aumento, de espa?oles, especialmente vascos. Es sintom¨¢tico, por ejemplo, que El Correo Espa?ol-El Pueblo Vasco se venda en todos los quioscos de la Costa del Sol.En parte son jubilados vascos, gente de clase media acomodada, que vienen huyendo un poco de la actual situaci¨®n de Euskadi y buscan sol y tranquilidad. A menudo se les ve paseando por las calles de Fuengirola o Marbella con su bast¨®n y su chapela. Se re¨²nen frecuentemente para cantar y beber en comandita. Los otros vascos, los que verdaderamente huyen de la quema, son empresarios que se han negado a pagar el impuesto revolucionario a ETA. Se construyen a veces aut¨¦nticos bunkers sofisticados, y alg¨²n chalet tiene incluso t¨²neles de hasta trescientos metros de longitud, para utilizarlos en caso de emergencia.
Junto con los vascos existe otro porcentaje de espa?oles que se han afincado en la Costa del Sol y, aunque no es muy grande, merece mencionarse. Son los que vienen de las antiguas colonias espa?olas del Sahara y de El Aai¨²n, y un flujo lento pero constante de ceut¨ªes y melillenses, que buscan una seguridad a este lado del Mediterr¨¢neo, ante la incertidumbre de all¨¢.
De todas maneras, los extranjeros, y dentro de ¨¦stos los jubilados, constituyen el grupo m¨¢s numeroso de nuevos habitantes de los diversos pueblos de la costa. En el h¨¢bitat de este turismo residencial se vienen produciendo desde hace alg¨²n tiempo cambios muy acusados. Si en un primer momento todo lo que se construy¨® en la Costa del Sol fueron cajas de cerillas, bloques y bloques de apartamentos, que se vend¨ªan sin ning¨²n esfuerzo y de los que la especulaci¨®n y el capitalismo salvaje sacaron jugosos dividendos, a lo largo del tiempo el concepto ha ido cambiando y, cada vez m¨¢s, el comprador exige una serie de servicios, una edificaci¨®n menos impersonal y m¨¢s de acuerdo con el medio ambiente. El que compra una segunda residencia, que con el tiempo tal vez sea ¨²nica, la quiere completamente diferente de lo que tiene en la ciudad de que proviene, y por supuesto, que no le recuerde su anterior h¨¢bitat. S¨®lo unos cuantos promotores ven claro y con buenos ojos este cambio y se deciden a arriesgar su tiempo y su dinero en algo que ten¨ªa mucho de aventura: nacen as¨ª los nuevos pueblos andaluces.
Los nuevos pueblos andaluces
?Al 90% de los extranjeros le gusta el estilo andaluz, la cal, las tejas, las rejas?, afirma Vicente Pitarch, promotor de varios pueblos andaluces y pionero en este campo. ?Todo lo andaluz les encanta. ?Por qu¨¦ copiar bloques y edificios del exterior si lo nuestro es m¨¢s bonito? Da un poco m¨¢s de trabajo que otras cosas, pero se hace porque gusta, porque se siente y adem¨¢s se gana casi el mismo dinero. ??Los nuevos pueblos andaluces tienen un habitante muy definido?, confirma Juan Mora, ex arquitecto municipal de Marbella y art¨ªfice de numerosos pueblos andaluces. ?Es gente que no quiere vivir en bloques de apartamentos y para la cual el chalet tiene ya un precio prohibitivo, por lo que el pueblo andaluz constituye una soluci¨®n intermedia. ? Eduardo Oria, arquitecto tambi¨¦n de varios nuevos pueblos, considera como una causa m¨¢s la necesidad de servicios comunes que tienen muchos de los habitantes de estas edificaciones.
?No se destruye un pueblo para construir otro?, afirma Eduardo Oria, ?como puede ser el caso de pueblos de Castilla que desaparecen y la gente se concentra en otros, al lado de un n¨²cleo industrial. El pueblo andaluz t¨ªpico se destruye por especulaci¨®n inmobiliaria. Es lo que pas¨® en Torremolinos Fuengirol¨¢ e incluso est¨¢ pasando en una ciudad como Sevilla. El pueblo que desaparece y el que se construye nuevo ahora no tienen ning¨²n, nexo de uni¨®n a no ser el esfuerzo que se realiza para salvar ciertos elementos como rejas, tejas cer¨¢mica, azulejos. Los que destruyen los pueblos suelen ser especuladores, y, en cambio, el que lo construye es un promotor. ?
?Sociol¨®gicamente cambia a la gente mucho. El bloque hace que la gente sea mucho m¨¢s agresiva? observa Juan Mora. ?Con el pue blo la gente se siente mucho m¨¢ part¨ªcipe. Habr¨ªa que revitalizar el concepto del pueblo socialmente. ? Para Juan Mora hay que volver al concepto de las agrupaciones de familias. Estas ser¨ªan de siete u ocho, alrededor de una placita o alg¨²n elemento com¨²n a todas ellas. ?La gente se siente orgullosa cuando tienen algo que las diferencia de otras. ? Vicente Pitarch es de la misma opini¨®n: ?La gente que compra una casa en el pueblo andaluz nuevo lo hace porque tiene su jard¨ªn, sus espacios grandes, sus porches, sus ventanas con rejas. En fin, todo un conjunto con personalidad y con aire andaluces. El color preferido, por supuesto, es el blanco, aunque con algo de ocre.?
Aparte de los conceptos previos a los que obedece la construcci¨®n de los pueblos y que son distintos para antiguos y nuevos asentamientos, conviene se?alar var¨ªas diferencias, tambi¨¦n fundamentales. La primera es clara: el n¨²mero de habitantes. El n¨²mero de casas de los nuevos pueblos (los que se pueden considerar como tal y no un conjunto de casas m¨¢s o menos t¨ªpicas) es dif¨ªcil que pase de 250. Los habitantes, pues, oscilan entre trescientos y quinientos, por regla general. La composici¨®n de la poblaci¨®n es tambi¨¦n una caracter¨ªstica diferencial: suelen ser jubilados en su mayor¨ªa -no olvidemos que son edificaciones residenciales- Y para recalcar a¨²n m¨¢s este punto, fij¨¦monos en su situaci¨®n: el pueblo andaluz cl¨¢sico huye del sol, mientras el nuevo lo busca.
A la caza de viejos materiales
?Por supuesto que es muy dif¨ªcil encontrar artesan¨ªa y elementos primitivos, primigenios, para la construcci¨®n del nuevo pueblo?, afirma Vicente Pitarch, respecto al procedimiento para obtener los materiales adecuados. ?Ya hay pocos artesanos. Se recurre al ladrillo tocho, a la teja antigua de edificios que se han derribado, que es de donde se sacan tambi¨¦n muchos balcones y rejas, Azulejos tambi¨¦n se encuentran de la misma manera, pero son conjuntos parciales y fragmentados. Hay que buscar por todos sitios elementos de cer¨¢mica, de madera y de hierro Ahora mismo, la Renfe ha vendido unas partidas importantes de travesa?os de las v¨ªas. Yo he comprado cinco vagones porque es roble brasile?o, madera muy curada, que sirve perfectamente para vigas. Tambi¨¦n compro de los derribos, porque hay gente que se dedica a este negocio. Son muy r¨¢pidos y adem¨¢s guardan sus secretos celosamente. El reloj que yo compr¨¦ para un complejo?, a?ade, ?data de 1729, est¨¢ hecho a mano y es una verdadera joya. En Pe?arrubia, un pueblo abandonado porque iba a ser inundado por las aguas del pantano de Guadalhorce, compr¨¦ miles de tejas, algunas barandas, faroles, puertas antiguas, etc¨¦tera, que se han empleado en otro pueblo de nueva creaci¨®n.?Son muchas las zonas de M¨¢laga y cerca de ella que se quedan abandonadas. Por los montes de M¨¢laga, desde Morachar a Periana pasando por V¨¦lez-Rubio hay numerosos caser¨ªos abandonados. No muy lejos est¨¢ la zona de Esc¨²zar, en Granada, que se despuebla a marchas forzadas. Para Eduardo Oria, no hace falta, de todas maneras, buscar mucho: ?La gente est¨¢ destruyendo sus propios pueblos. Esto yo creo que es debido a una modificaci¨®n, a un cambio cultural y de mentalidad demasiado fuerte. Pero, desde luego, resulta triste y horrible que se tiren casas antiguas en pueblos para construir edificios modernos de tres o cuatro pisos. ?
Veto a los "conejitos"
Por lo menos, en lo que respecta a la Costa del Sol, los nuevos pueblos andaluces est¨¢n favoreciendo y no destruyendo su entorno, pr¨¢ctica sistem¨¢tica durante tantos a?os. Para Vicente Pitarch, compensan de las horribles masas de bloques construidos, algunos de los cuales tienen dieciocho pisos: ?Debieran estar prohibidos?, afirma.En un balance r¨¢pido citaremos algunos de los m¨¢s importantes pueblos andaluces. El primero de todos fue Cortijo Blanco, que tiene ya dieciocho a?os y unos trescientos habitantes, extranjeros en su mayor¨ªa. Pueblo L¨®pez, el siguiente en antig¨¹edad, es casi un pueblo ingl¨¦s en lo que a habitantes y promotor se refiere. El que lo construy¨® fue un ingl¨¦s, Bryan Hingson, mucho m¨¢s popular en Fuengirola por, el sobrenombre de Juanito L¨®pez. De ah¨ª precisamente surgi¨® el nombre del pueblo. Puebla Blanca, tambi¨¦n en Fuengirola, tiene 103 casas, ocupadas en su mayor¨ªa por escandinavos. Por escandinavos, asimismo, est¨¢ copuesta la casi totalidad de Pueblo Andaluz, en Marbella, con 110 casas. En esta localidad se encuentran tambi¨¦n dos promociones, en las que ha entrado capital ¨¢rabe: Las lomas de Marbella Club y Puente Romano (que ha acabado convertido en hotel).
Otros pueblos de nueva creaci¨®n son el Rinc¨®n Andaluz, promovido por y para italianos; Puerto Cabopino (a pesar de que tiene edificios de hasta diez plantas); Puerto Marinero y Capistrano, en Nerja.
La experiencia de los nuevos pueblos pudo comenzar en la Costa del Sol en los comienzos de los a?os sesenta, antes de que las torres de apartamentos lo inundaran casi todo. En esa ¨¦poca, el Play Boy Club compr¨® un mill¨®n de metros cuadrados en Marbella, cerca de Los Monteros, donde quer¨ªa construir un pueblo andaluz. El que luego ser¨ªa cardenal y entonces era obispo de M¨¢laga, Herrera Oria, cuando tuvo conocimiento del proyecto puso inmediatamente el veto: ?Aqu¨ª no entran conejitos?, lleg¨® ¨¢ decir. El proyecto, seg¨²n los expertos, era una maravilla en todos los sentidos. En los a?os setenta, y en ¨¦poca aperturista, hubo intentos oficiales de que el Play Boy reanudara el proyecto. La respuesta no por l¨®gica fue menos tajante. Y, por supuesto, negativa.
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