C¨®rcega: dos siglos de asimilaci¨®n fallida
?La Francia que nosotros conocemos va a estallar, va a deshacerse en migajas. Vamos derechos hacia una serie de acontecimientos respecto a los cuales mayo de 1968 aparecer¨¢ como una manifestaci¨®n de gentes bien educadas. Por ello es urgente fundar una rep¨²blica federal francesa. En caso contrario, r¨¢pidamente, con los ojos vendados, iremos r¨¢pidamente hacia una revoluci¨®n. ? Frente a esta perspectiva apocal¨ªptica descrita por el escritor Jean-Pierre Richardot, la Francia a¨²n amarrada al centralismo napole¨®nico s¨®lo apuesta por la sagrada unidad de la patria. Para informar sobre la efervescencia que agita a los ?pueblos de Francia? de cuatro lustros a esta parte, nuestro corresponsal en Par¨ªs, Feliciano Fidalgo, ha viajado a C¨®rcega, Breta?a, Occitania, Pa¨ªs Vasco franc¨¦s. Hoy iniciamos este panorama con una primera ?imagen? sobre la enraizada identidad corsa.
En el estadio de Ajaccio, bajo una carpa inmensa, frente a los representantes de los Estados sin naci¨®n de Europa occidental, durante un mitin para la internacionalizaci¨®n del autonomismo corso, el ¨²ltimo 19 de agosto, 3.000, 7.000 ¨® 9.000 personas (seg¨²n c¨¢lculos diferentes de las autoridades francesas, de los observadores o de los organizadores) escuchan religiosamente a Alfredo Conde, escritor gallego, invitado personal del doctor Simeoni. El l¨ªder autonomista lee su poema a Corsica (C¨®rcega, en corso): ?Porque tienes a tus muertos al lado del calor tibio del hogar, C¨®rcega, yo te amo. Porque tienes, C¨®rcega, un mar que fue camino para huir del hambre, yo te amo... Por eso, por todo eso (y por mucho m¨¢s que me callo) llorar¨¦, sinceramente, en el d¨ªa de tu libertad.? El poema, escrito en gallego, fue le¨ªdo por Conde en corso. Al final se anuncia: ?Ahora vamos a leerlo en franc¨¦s? Y aqu¨ª surge el v¨®mito furioso y triunfal del p¨²blico, resumido en una sola palabra: ? ?No! ?, que le revela al viajero la toma de conciencia de familias enteras, de comerciantes, hombres y mujeres de profesiones liberales, agricultores enemigos de sus hom¨®logos importados por Par¨ªs de Africa del Norte, de j¨®venes sin distinci¨®n de clase, todos ellos militantes del autonomismo contra el ?colonialismo franc¨¦s ?.Esta realidad aplastante, exaltada, en una jornada de excepci¨®n por una misa celebrada en corso, sublimada por el canto encendido del Dio vi salvi regina, himno nacional corso desde 1715.
?La isla de la belleza? y sus habitantes, como los dem¨¢s pueblos del ?hex¨¢gono galo?, ?perdieron la verg¨¹enza?, al amparo de aquel mayo de 1968 que facilit¨® el despertar de todas las minor¨ªas, ecologistas, feministas, homosexuales, nacionalismos, hasta entonces encerradas en santuarios intelectuales o clandestinos.
Colonizada por Veinte pa¨ªses
Al llegar al aeropuerto, ya la se?orita empleada de la sociedad de alquiler de autom¨®viles se sorprende al ser interrogada: ??Es usted francesa o corsa?; por favor, corsa, naturalmente.? En un hotel de Ajaccio, una pareja de turistas franceses dialoga con el camarero, joven estudiante que trabaja durante el verano: ?Tengo que estudiar en Par¨ªs porque no tenemos universidad aqu¨ª. ? ? Pues qu¨¦ bien, as¨ª conoce usted Francia.? ?No?, responde el mozo secamente. ?Yo quiero respirar el mar y no el humo de las f¨¢bricas.? Ghuiliu Alfonsi, un hombre del interior de la isla, ex polic¨ªa en Francia y, hoy, empleado en un banco de la isla: ?Abandon¨¦ la polic¨ªa porque, para ejercer la profesi¨®n aqu¨ª, deb¨ªa pasar quince a?os en el continente. Yo no tengo nada que ver con Francia.? ?Y?, a?ade, ?lo que se ve en Ajaccio y Bastia no es nada. Esto ya se ha pervertido mucho. Hay que venir aqu¨ª, al interior, en donde no hemos comido m¨¢s que casta?as. Para nosotros, Francia est¨¢ lejos.? Los muros de pueblos y ciudades, los parabrisas de los coches, las carreteras, sirven para expresar la rabia dibujada con pintadas e inscripciones: ?Corsica libre?, ?Libertad?, ?Represi¨®n giscardiana?, m¨²sica corsa, salchich¨®n corso y un cartel de independencia- ficci¨®n en la pared, que dice: ?C¨®rcega se liberar¨¢ en 1981.? Bajo la inscripci¨®n, un militante agita la futura nueva bandera corsa, roja, mientras pisotea, rasgada, la bandera francesa. Este cartel independentista reproduce otro de finales de la segunda guerra mundial, impreso para celebrar la liberaci¨®n de la isla. En el original se pod¨ªa leer: ?C¨®rcega se liberar¨¢ en 1943?, y el militante de hoy era un soldado galo, pisoteando la bandera nazi y agitando la bandera tricolor francesa.
Dicen las ¨²ltimas investigaciones que los primeros hombres llegaron a C¨®rcega 9.000 a?os antes de Cristo. Desde entonces, la historia de esta ?monta?a en el mar?, seg¨²n expresi¨®n de un ge¨®grafo, rajada por valles inmensos, coronada por crestas nevadas varios meses del a?o, ha sido tr¨¢gica y movida. Cerca de veinte pa¨ªses la han colonizado. S¨®lo el h¨¦roe nacional, Paseale Paoli, durante cuarenta a?os del siglo XVIIII consigui¨® la independencia, y desde hace dos siglos Francia intenta asimilarla, sin resultados definitivos.
?Todos los m¨¦todos han sido utilizados para intentar estrangular la indiscutible identidad corsa. Una pol¨ªtica econ¨®mica de subdesarrollo industrial, paralela a la seguida en otras regiones perif¨¦ricas. C¨®rcega, para el colonialismo parisiense, no ha sido m¨¢s que una despensa de hombres destinados para las guerras y la emigraci¨®n., Desde hace una docena de a?os, es cierto que Par¨ªs se ha amedrentado ante el resurgir de la cultura corsa, de las tradiciones, del teatro, de la novela, de la canci¨®n, del alma corsa, en definitiva. Pero, ?en qu¨¦ se ha traducido este despertar tard¨ªo?: en intentar comprar nuestro ?derecho a la diferencia? con algunos millones de francos. Este an¨¢lisis de un autonomista es un discurso cotidiano en la isla: ?Queremos autogobernarnos, queremos vivir aqu¨ª, trabajar aqu¨ª.?
Desde hace veinte a?os, los corsos no han dejado de pedir, Par¨ªs ha multiplicado los planes de modernizaci¨®n econ¨®mica, pero, con igual continuidad, no los ha cumplido. La efervescencia -creciente de autonomistas y nacionalistas, los atentados, a principios de los a?os setenta, inquietaron realmente al Gobierno central, que manifest¨®, una vez m¨¢s, deseos de tomar en serio el desarrollo de la isla.
Un estudio preliminar del plan de reordenaci¨®n corsa aconsejaba: ?Hay que acelerar la erosi¨®n de la identidad cultural corsa, favoreciendo, por ejemplo, una nueva inmigraci¨®n en masa procedente de la metr¨®poli. De esta manera se reducir¨¢ al m¨¢ximo el per¨ªodo de transici¨®n y C¨®rcega alcanzar¨¢ r¨¢pidamente un nivel de poblaci¨®n (500.000 personas, aproximadamente) que ser¨¢ no aut¨®ctona en su mayor¨ªa. ? Esta ?planificaci¨®n de la muerte del pueblo corso seg¨²n el doctor Simeoni, fundada adem¨¢s en ?la prioridad tur¨ªstica de C¨®rcega?, agrav¨® la tensi¨®n: los independentistas del Frente de Liberaci¨®n Nacional Corso (FLNC) y los autonomistas de los hermanos Simeoni, los dos movimientos corsos m¨¢s importantes, lo demostraron, desde la ilegalidad los primeros, en la legalidad los segundos, con bombas, atentados dram¨¢ticos y ?manifestaciones de masas que ning¨²n partido tradicional es capaz de reunir?, dice Marie Helenes Mattei, joven abogada de Bastia.
El dominio de los clanes
La econom¨ªa fr¨¢gil y desarticuIada de la isla, fomentada por Par¨ªs, no es posible disociarla del sistema de representaci¨®n pol¨ªtica, ?envejecido, desacreditado, organizado en tomo a las familias y a los clanes tradicionales, incapaces todos ellos de asumir las aspiraciones corsas?, estima el periodista e historiador Jean Paul Delos. No es f¨¢cil encontrar alguien que se f¨ªe de los partidos franceses: ?La derecha obtusa, ya ha probado ampliamente lo que es. La izquierda no va m¨¢s lejos. Aqu¨ª no se vota por los partidos, sino por los clanes que dominan la isla, que dan puestos o cr¨¦ditos a cambio de votos, que realizan los c¨¦lebres y escandalosos fraudes en todas las elecciones. As¨ª se explica que los cuatro diputados por C¨®rcega sean gaullistas y tambi¨¦n porque los que acuden a las urnas son, sobre todo, los viejos" a¨²n vinculados a Francia. La emigraci¨®n, forzada por el subdesarrollo hist¨®rico de la islay la inmigraci¨®n potenciada por Par¨ªs rareglan a todos los partidos, salvo a nosotros, los corsos?, dice Marie Ange Colomade, casada y estudiante de ortofon¨ªa.
?Corsica? no es Francia. Esta evidencia la palpa el observador m¨ªnimamente atento y objetivo. El desenlace de la relaci¨®n de fuerzas entre el Estado franc¨¦s, con sus potentes medios, los partidos de izquierdas (unos 2.000 militantes comunistas y menos de doscientos socialistas), con sus respectivos proyectos de regionalismo avanzado, y, frente a ellos, los autonomistas y ?el Frente?, como se le apellida familiarmente al movimiento independentista FLNC, es imprevisible.
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