Una pol¨¦mica frustrada

?LOS ESPA?OLES acusan ya el cansancio de f¨®rmulas simplificadoras, falsas cr¨ªticas, argumentos personalistas y estereotipos de la frustraci¨®n.? Estas palabras pertenecen -y s¨¢lvese la autocita- a un comentario aparecido en esta misma p¨¢gina a principios del pasado mes de julio, y poco despu¨¦s, durante el de agosto, tendr¨ªan una desdichada confirmaci¨®n con la pol¨¦mica entablada entre cuatro o cinco j¨®venes intelectuales espa?oles que, partiendo de confusas divergencias culturales, desembocaron en una especie de pelea callejera y en una letan¨ªa de insultos personales que har¨ªan enrojecer al m¨¢s curtido. Se trata de un mal ejemplo que se ha dado en nuestras p¨¢ginas y que, pese al mal sabor de boca que ha dejado, puede servir precisamente de eso: de contraejemplo.Pretender a estas alturas dilucidar responsabilidades ser¨ªa, sin duda alguna, continviar por el mal camino iniciado por la pol¨¦mica misma. En principio, el problema abordado por los contrincantes parec¨ªa -y parece- de inter¨¦s: delimitar la existencia de una cultura espa?ola nacional, englobadora de las auton¨®micas, o tambi¨¦n, si es intelectualmente posible, separar el nacionalismo cultural del conservadurismo pol¨ªtico reinante durante la dictadura, proclamando la existencia de un ?espa?olismo? cultural, liberal y progresivo, fuera del ultranacionalismo conservador. El tema, como se ve, es importante y posee adem¨¢s una proyecci¨®n pol¨ªtica indudable, en estos tiempos de mercader¨ªa autonomista exacerbada.

Quienes se enfrentaroh en esta pol¨¦mica, adem¨¢s, son j¨®venes intelectuales de val¨ªa, de cuyo conocimiento del tema y limpieza de intenciones no cabe dudar. Y, sin embargo, el resultado ha sido a la postre penoso, ya que los contrincantes centraron la mayor parte de sus argumentos en acusaciones y defensas personales, que en muchos momentos traspasaron la barrera no s¨®lo del buen gusto, sino de la m¨¢s elemental educaci¨®n. EL PAIS acogi¨® esta pol¨¦mica en funci¨®n de la calidad del tema y los contendientes, y en cumplimiento de su esp¨ªritu fundacional de dar cabida a todas las tendencias del mundo de la pol¨ªtica, de las ideolog¨ªas y de la cultura. Pero nuestra obligaci¨®n es tambi¨¦n mostrar la decepci¨®n -y la de los lectores- ante el desarrollo de la pol¨¦mica y su resultado, que ha sido simplemente el de la esterilidad.

Alguien se ha permitido se?alar una equ¨ªvoca virtud de la pol¨¦mica. Los que en ella han participado se han limitado a decir en voz alta y en letra impresa lo que es de uso com¨²n en los c¨ªrculos y mentideros intelectuales de nuestro pa¨ªs, lo que suele decirse en voz baja y de espaldas en los corrillos literarios. Si as¨ª fuera, habr¨ªa que echarse a temblar por la situaci¨®n de nuestro arte y nuestra cultura. Pero preferimos pensar que todav¨ªa existen en Espa?a intelectuales, escritores y artistas que se dedican a trabajar en su propia obra, y no a ponerse a caldo.