Reflexiones sobre los problemas del socialismo/ 2
Diputado del PSOE por ValladolidTodas las observaciones que hemos hecho en el primer art¨ªculo sobre la esterilidad del debate, tal como se ha planteado hasta ahora, no deben llevamos a la conclusi¨®n de que una reflexi¨®n sobre el socialismo es in¨²til. Todo lo contrario. Desde los a?os treinta se ha detenido el progreso intelectual del pensamiento socialista con influencia en los partidos obreros, precisamente por la falta de un debate en profundidad, impedido, entre otras razones, por el terrorismo del pensamiento leninista, por el mecanicismo positivista del pensamiento de la Segunda Internacional y por la mala conciencia de los revisionistas, que intentaban echar una cortina de humo sobre su herej¨ªa (que ellos mismos consideraban herej¨ªa porque no se hab¨ªan desprendido totalmente de la influencia del leninismo), neg¨¢ndola y defendiendo su ortodoxia marxista.
Lo que no es bueno es que el debate tenga un planteamiento oportunista, que sea una escala para acceder o pretender acceder a una parcela de poder dentro del partido, y que s¨®lo nos acordemos de los problemas ideol¨®gicos quince d¨ªas antes de los congresos.
Hay, por consiguiente, que crear en el partido un talante de reflexi¨®n permanente, con independencia de los congresos y de la lucha por el poder, y poner a las instituciones existentes al servicio de la raz¨®n y del trabajo intelectual, y no al servicio de sus responsables concretos. Este primer nivel exige tambi¨¦n potenciar econ¨®micamente esas instituciones, para que puedan ayudar a trabajos de investigaci¨®n y publicaciones y crear una instituci¨®n m¨¢s amplia, como una universidad popular, donde se puedan extender las preocupaciones intelectuales de nuestro tiempo y del socialismo a capas mayoritarias de ciudadanos. Creo que nosotros podemos hoy ser los herederos de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, porque el, vigor, el sentido del progreso y la utop¨ªa que pueden mover esa empresa cultural tan ambiciosa han pasado del liberalismo al socialismo. Hoy el partido tiene puesto el pie, a trav¨¦s de sus alcaldes, concejales y otros dirigentes del Estado, en instituciones p¨²blicas (ayuntamientos, diputaciones, entes preauton¨®micos y pronto en comunidades aut¨®nomas) y debe trasladar esa preocupaci¨®n cultural y esa extensi¨®n universitaria de comunicaci¨®n de saberes a esas instituciones p¨²blicas como tarea prioritaria.
Todo ese esfuerzo exige el disponer de hombres que no piensen s¨®lo en el ma?ana inmediato, sino que sean capaces de levantar la vista hasta el largo plazo, es decir, que no tengan ambiciones personales de poder. En el partido hay muchos hombres as¨ª, con ese desinter¨¦s, y hay que encontrarlos donde est¨¦n. Estoy seguro que esas personas aparecer¨¢n cuando la funci¨®n y el trabajo se pongan en marcha, cuando puedan ser ilusionados por una tarea que seguramente es la ¨²nica que ese tipo de personas est¨¢ dispuesto a hacer en el partido.
Desde mi punto de vista, hay que enfocar este nivel de trabajo con clarividencia, en la perspectiva adecuada, y ello exige asumir, a la altura del ¨²ltimo tercio del siglo XX, al menos estas coordenadas:
1. La complejidad del tema exige descartar las simplificaciones, y eso, sin duda, supone el rechazo de un marxismo escol¨¢stico, que quiere cerrar el pensamiento con Marx, o, mejor dicho, con la interpretaci¨®n que ellos hacen de Marx, como explicaci¨®n de todo. Este escolasticismo no s¨®lo es responsable del empobrecimiento del pensamiento socialista y de su ra¨ªz marxista, sino que, al negar la posibilidad de evoluci¨®n y de revisi¨®n del marxismo, niega la propia dial¨¦ctica marxista (quiz¨¢ por eso Marx, mucho m¨¢s valioso que todos sus corifeos, negaba ser marxista).
2. A m¨¢s de cien a?os de la obra de Marx hay que reconocer el pluralismo de revisiones del marxismo y la imposibilidad de reconocer a ninguna de ellas el car¨¢cter de interpretaci¨®n aut¨¦ntica (como pretendi¨® hasta hace bien poco el leninismo). Hoy decirse marxista, o calificar de marxista a una organizaci¨®n, no quiere decir demasiado, porque se puede hablar de un marxismo leninista, kautskista, trotskista, austromarxista, rosaluxemburguista, althuseriano, blochiano, italiano, etc¨¦tera.
Por eso, todo socialista tiene que ser marxista en alg¨²n sentido (desde luego, no en el sentido leninista ni althuseriano, que niegan la ra¨ªz humanista que el socialismo tiene), pero es muy poco si es s¨®lo marxista. Ser hoy marxista es ser antimarxista. El desarrollo del marxismo lleva a la muerte del marxismo, tal como lo entienden los escol¨¢sticos.
Coherentemente con lo dicho en el pluralismo de marxismos hoy existentes, o de revisiones del marxismo con las que nos encontramos, aquellas que no son democr¨¢ticas o que no son humanistas no se pueden considerar socialistas. Por eso incluso la calificaci¨®n marxista puede ser ambigua para un partido socialista, si permite mantener el equ¨ªvoco en relaci¨®n con estos marxismos no socialistas, de cuya ra¨ªz marxista no se puede dudar, pero cuya vinculaci¨®n con el socialismo hay que rechazar.
3. Para el tratamiento de este tema y para el estudio del pensamiento de Marx y de las revisiones marxistas (que no se debe abandonar, sobre todo, lo primero, sino que debe seguir siendo un punto prioritario del debate intelectual socialista), hay que distinguir en el pensamiento de Marx entre sus obras cient¨ªficas y sus obras de coyuntura pol¨ªtica, hechas para la pol¨¦mica de un momento hist¨®rico concreto. Muchas veces se pone al mismo nivel un trabajo profundo y de investigaci¨®n de muchos a?os, como El Capital, y un panfleto pol¨ªtico, aunque sea tan brillante como el Manifiesto, lo cual homogeiniza lo que es, por su propio car¨¢cter, heterog¨¦neo.
4. Hay que aceptar adem¨¢s que Marx, que no pudo ni siquiera terminar su proyecto econ¨®mico, no dedic¨® un tiempo de trabajo suficiente al tema pol¨ªtico y jur¨ªdico que permita hablar de una teor¨ªa marxista del Estado (o del Poder) y del Derecho. Hoy lo reconocen hasta los te¨®ricos m¨¢s ortodoxos, como Lukic, cuando sostiene, en la misma l¨ªnea que Cerroni Poulanzas y otros, que ?hay que se?alar que la teor¨ªa marxista del Estado y del Derecho no est¨¢ sino esbozada e insuficientemente desarrollada? (1).
5. El debate intelectual debe tambi¨¦n aceptar y reconocer la existencia de profundas modificaciones en las circunstancias hist¨®ricas desde Marx hasta hoy y los fallos de predicciones de Marx, basados en criterios para ¨¦l rigurosamente cient¨ªficos (por ejemplo el centrar la atenci¨®n en el capitalismo industrial y en el trabajador asalariado de la industria como el ¨²nico capaz de tomar conciencia de clase, han llevado a errores de an¨¢lisis y hoy, desde luego, exigen una revisi¨®n del propio concepto de clase trabajadora y de las posibilidades transformadoras de otros sectores sociales susceptibles de apoyar la construcci¨®n del socialismo).
6. Las conclusiones que se obtienen partiendo de la aplicaci¨®n del m¨¦todo marxista a la realidad no pueden pretender el car¨¢cter cient¨ªfico riguroso que hasta hace poco ten¨ªan, equipar¨¢ndolas a las leyes de las ciencias f¨ªsicas y naturales. Las consecuencias sociales y pol¨ªticas de ese cientifismo positivista adosado al marxismo y, Como consecuencia, al socialismo han sido muy graves: han llevado al marxismo a ser una filosof¨ªa de las esencias y a un dogmatismo derivado del car¨¢cter cient¨ªfico del m¨¦todo que llevaba a resultados exactos y que justificaba la represi¨®n a los herejes que no creyesen en esa verdad pol¨ªtica ¨²nica y exclusiva y, por fin, a situar al marxismo en un mesianismo pol¨ªtico, en un mecanicismo que conduce a resultados preestablecidos, hacia el cual los hombres tienden inexorablemente.
La contaminaci¨®n del socialismo de esta interpretaci¨®n marxista ortodoxa explica muchos problemas que ha arrastrado nuestro partido y que un debate intelectual en profundidad, con la creaci¨®n de las instituciones necesarias para la investigaci¨®n, para la reflexi¨®n y para la ense?anza de militantes, y, en general, de ciudadanos, debe ser una de las metas a poner en marcha por la nueva ejecutiva con un esp¨ªritu desinteresado.
(1) V¨¦ase su obra Th¨¦orie de l'Etat et du Droit (Dalloz, Par¨ªs, 1974, p¨¢gina 20). Por eso me parece excesiva la manifestaci¨®n del profesor y compa?ero El¨ªas D¨ªaz, cuando sostiene la posibilidad de hablar de una teor¨ªa marxista del Derecho y del Estado en su trabajo Marx, el Derecho y el Estado, publicado en la revista de la facultad de Derecho de la Universidad Complutense (n¨²mero 55, p¨¢ginas 55 y siguientes), aunque reconoce que esa teor¨ªa necesita de autointegraci¨®n, e incluso de heterointegraci¨®n, con lo que impl¨ªcitamente se sit¨²a en mis tesis, porque, en definitiva, con su prestigio alienta ilusiones imposibles que conviene, por el contrario, descartar definitivamente, desde mi punto de vista (Marx s¨®lo se refiere al tema en el Pr¨®logo a la cr¨ªtica de la econom¨ªa pol¨ªtica en la Introducci¨®n a la cr¨ªtica de la econom¨ªa pol¨ªtica, La ideolog¨ªa alemana, en la Cr¨ªtica del programa de Gotha y en sus escritos de juventud en Sobre la cuesti¨®n jud¨ªa, especialmente en referencia a los derechos humanos.
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