De nuevo, en torno a la convivencia
Confieso paladinamente que ignoraba hasta ahora qui¨¦n era -o qui¨¦n es, mejor dicho- don Manuel Rubio Cabeza. Lo ¨²nico que s¨¦ de ¨¦l es que es hombre que ronda la cincuentena y no s¨¦ si es historiador, si es catedr¨¢tico o si es periodista.En cualquier caso, don Manuel Rubio Cabeza es un escritor de primer¨ªsima clase y un hombre de un talento poco com¨²n. Explicar¨¦ por qu¨¦ digo todo esto.
Uno guarda entre los libros para leer ?despu¨¦s? un curioso y atractivo volumen titulado Autobiografia del fascismo (Edit. Glosa, Barcelona, 1977). Con ¨¦ste, como con otros libros, me ha pasado lo que nos pasa a todos: que los vamos dejando para leerlos en esas problem¨¢ticas vacaciones que luego nunca llegan o que se malogran.
El libro en cuesti¨®n es -como su mismo nombre indica- tina autobiograf¨ªa del fascismo publicada en Italia en 1974 (Edit. La Pietra, Mil¨¢n), bajo la direcci¨®n de Enzo Nizza, y con notas hist¨®ricas de Ruggero Zangrandi. Es un libro plagado de ilustraciones, muy bien editado y que en su versi¨®n castellana presenta una ?introducci¨®n a la edici¨®n espa?ola? firmada por ese se?or, don Manuel Rubio Cabeza, a que antes me refer¨ªa. En poco menos de once p¨¢ginas, el se?or Rubio hace un magistral an¨¢lisis de los setenta ¨²ltimos a?os de vida espa?ola. El se?or Rubio no oculta para nada su condici¨®n radical y terminante de ?antifascista?. Por tanto, su ?introducci¨®n? es aveces dura y siempre muy cr¨ªtica.
Pero lo que m¨¢s me ha llamado la atenci¨®n en este texto del se?or Rubio Cabeza es el absoluto respeto, la perfecta actitud ?convivencial? (si se me permite la palabreja) de que hace gala en su breve texto, escrito en octubre de 1976, despu¨¦s de muerto Franco y cuando ya no era posible que nadie ?arremetiese? contra el se?or Rubio.
Ese respeto y ese af¨¢n de convivencia que expresa el se?or Rubio Cabeza -en acusado contraste, por otra parte, con la introducci¨®n italiana del se?or Enzo Nizza, que sigue a la suya- son, precisamente, las notas para m¨ª m¨¢s esperanzadoras, m¨¢s sugestivas y m¨¢s positivas de su magistral texto. Si los espa?oles aprendemos a tratarnos as¨ª, unos a otros, tirios y troyanos; es decir, si aprendemos a mantener con dignidad, sin claudicaciones ni adulaciones, una firme actitud pol¨ªtica, pero respetando siempre las ideas del adversario, habremos dado un gran paso en el camino de la reconciliaci¨®n nacional.
Figuras contrastadas y pol¨¦micas
El se?or Rubio Cabeza trata a las. figuras, controvertidas y pol¨¦micas, de Franco y de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera con todo respeto humano y con toda firmeza pol¨ªtica. Felizmente, su actitud no es nueva en Espa?a. Como ya he explicado en otro peri¨®dico espa?ol, en 1932, nada menos que Lu¨ªs Araquist¨¢in (que entonces representaba el ala m¨¢s radical del PSOE, como la representa ahora el se?or Bustelo, y sigo pidiendo disculpas a la memoria de mi insigne amigo Araquist¨¢in por compararle nuevamente con el se?or Bustelo), siendo embajador de la II Rep¨²blica espa?ola en Berl¨ªn, pronunci¨® una gran conferencia sobre Men¨¦ndez y Pelayo en la Universidad berlinesa. Araquist¨¢in, que adem¨¢s de respetar admiraba a Men¨¦ndez y Pelayo, dirigi¨® un implacable ataque, en aquella conferencia, nada menos que a los krausistas espa?oles -cosa nefanda entonces-, sin perder hacia ¨¦stos el respeto que normalmente se les debe tener. Lo mismo hizo el propio Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera en su c¨¦lebre Elogio y reproche de Ortega y Gasset. Jos¨¦ Antonio era un gran admirador de Ortega y Gasset -en quien hab¨ªa bebido la ¨²nica cultura que entonces beb¨ªamos los j¨®venes espa?oles-, y lo hizo sin ahorrar ning¨²n reproche, pero tambi¨¦n sin ahorrar ning¨²n elogio a quien tantos merec¨ªa.
Posturas como la de Araquist¨¢in, la de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera y la de Manuel Rubio Cabeza son las que hacen falta en este pa¨ªs, en lugar de las barbaridades a que nos solemos entregar los espa?oles cada cuatro o cinco decen¨ªos. Solamente con comprensi¨®n y con respeto para las ideas ajenas se puede alcanzar y -sobre todo- se puede consolidar una democracia.
Felizmente, este parece ser el tono actual de la sociedad espa?ola.
Las burradas que hac¨ªamos los espa?oles hace cuarenta a?os est¨¢n ahora siendo borradas ya por muchos compatriotas, y no he de ocultar, aqu¨ª y ahora, mi honda satisfacci¨®n y hasta mi sorpresa cuando en mi breve experiencia parlamentaria comprob¨¦, todav¨ªa hace un a?o, c¨®mo son una cosa los discursos encendidos y cr¨ªticos, y otra muy diferente las respectivas actitudes personales de quienes se manifiestan abiertamente en contra de sus luego correctos interlocutores. Esta es la aut¨¦ntica convivencia. Esto es lo que verdaderamente necesitamos los espa?oles. Esto es lo que admiramos en otros pueblos m¨¢s cultos y evolucionados que el nuestro. Esta es la suprema lecci¨®n que nos da ahora don Manuel Rubio Cabeza, como antes nos la hab¨ªa dado aquel admirable y maravilloso amigo que fue para tantos espa?oles Dionisio Ridruejo, a cuya memoria rindo de nuevo el homenaje de un ?antiguo camarada de armas? y hoy ?compa?ero de esperanzas?. Nunca me cansar¨¦ de repetir estas palabras que ¨¦l escribi¨® en la portada de un libro que me dedicara pocos d¨ªas antes de su muerte.
Necesidad de escuelas
Este pa¨ªs necesita muchas lecciones parejas. En definitiva -creo yo-, lo que este pa¨ªs necesita son muchas escuelas.
Escuelas en las que no solamente se instruya al alumno, sino que se le eduque. Escuelas de respeto mutuo, escuelas de conv¨ªvencia ciudadana, escuelas verdaderamente democr¨¢ticas donde la idea de jerarqu¨ªa se reduzca a sus justos t¨¦rminos y donde no primen situaciones sociales injustas sobre otras situaciones sociales corrientes y -desdichadamente- m¨¢s frecuentes en nuestra sociedad.
Recordemos una vez m¨¢s que todos los grandes pensadores que este pa¨ªs ha podido dar en los ¨²ltimos quinientos a?os -como alguna vez he explicado, me parece que ha dado muy pocos- han practicado esta tolerancia. Desde Luis Vives, desde el padre Feijoo, desde los Caballeritos de Azcoitia, desde don Francisco Giner de los R¨ªos, desde don Miguel de Unamuno, desde don Jos¨¦ Ortega y Gasset, desde don Juli¨¢n Mar¨ªas y desde muchos otros espa?oles ilustres, se ha predicado siempre esta comprensi¨®n y este talante ?convivencial?.
Veo en estos momentos mi biblioteca rodeada de libros importantes, y no hay ning¨²n gran nombre entre ellos -franceses, ingleses, americanos, alemanes, rusos...- que no haya dicho lo mismo a lo lai go de los siglos a sus compatriotas.
Ahora lo acaba de hacer don Manuel Rubio Cabeza, desde Barcelona y con una solidez y un poder de s¨ªntesis realmente impresionantes.
Desde aqu¨ª le doy las gracias como espa?ol ?de a pie?, con todo entusiasmo y con toda esperanza.
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