La crueldad fallida
Detr¨¢s de lo que vimos estrenar trasparece lo que puede ser una gran, comedia. Una de esas comedias de la comicidad cruel que arrancan de Wilde y Shaw, que se hacen m¨¢s tenebrosas y m¨¢s suras en Pinter o en Albee; que tuvieron una buena escuela en Argentina, de donde es este autor, Ricardo Talesnik, ya conocido en Espa?a (La pereza, Los japoneses no esperan). Pero en esta versi¨®n hay como un empe?o en trivilizarla, en resaltar lo c¨®mico y a lo sentimental, como en una simple tragicomedia.La ni?a es el tesoro de la casa. Pap¨¢ y mam¨¢ hacen hasta una exposici¨®n de sus recuerdos, ahora que ya es grande y va a ser tambi¨¦n grande en la vida. Pero la ni?a est¨¢ embarazada. ?De qui¨¦n? Hay un novio que podr¨ªa ser... Pero hay una especie de ?pasota?; y un rico se?or. La ni?a apura sus confesiones: no sabe, en realidad, de qui¨¦n es... ?Podr¨ªa ser de tantos! Se trata de colocarla. De salvar la cara; de recoger todav¨ªa alg¨²n beneficio de la situaci¨®n. Cuando la posibilidad del beneficio crece, crece tambi¨¦n la idea del aborto... Todos quieren manipular a la ni?a; todos, finalmente, la dejan sola. Con su embarazo, con su gusto por los hombres. Trasluce una feroz cr¨ªtica contra la burgues¨ªa, contra un concepto de la posesi¨®n de los hijos.
La familia Colodr¨®n,
por Ricardo Talesnik. Int¨¦rpretes: Manolo G¨®mez Bur, Encarna Paso, Gregorio Alonso, Manuel de Benito, Luis Lorenzo, Kiti Maver. Decorado de Javier Arti?a?o. Direcci¨®n: ?ngel Garc¨ªa Moreno. Teatro Alc¨¢zar. 17-IX-79.
Trasluce nada m¨¢s. Pero se ahoga, se mitiga. La comedia est¨¢ adaptada y presentada por y para la burgues¨ªa, que deb¨ªa ser su principal v¨ªctima. El concepto es pacato. Un adaptador que no figura en los programas coloca chistes y frases sobre nuestra actualidad -UCD, los vascos y su Estatuto, monse?or Enrique y Taranc¨®n- completamente desafortunados; o fuerza el personaje del ?pasota? (que ya va apareciendo, y siempre mal, en todo el teatro contempor¨¢neo). Un director subraya el aspecto sentimental -el ni?o que va a nacer, la decepci¨®n paterna- y lleva a ese sentido a los actores: G¨®mez Bur no saca las aristas crueles del personaje, y representa el papel de una manera plana; Encarna Paso agudiza m¨¢s, pero no llega lejos. Kiti Maver -la ni?a- insiste en que es la ¨²nica que tiene raz¨®n de la obra: su cuerpo es suyo.
Todo ello produce un cierto malestar: no el que pretende el autor, sino el malestar del equ¨ªvoco, de lo que no cuadra, no corresponde. Es posible que conociendo el texto original se pudiera tener m¨¢s noci¨®n de los desmanes cometidos; ser¨ªa posible tambi¨¦n saber hasta d¨®nde llega la responsabilidad del autor, si es que la tiene, al no apurar las situaciones. Es la segunda vez que le sucede esta aventura espa?ola: en Los japoneses no esperan ya sufri¨® con la traslaci¨®n.
El p¨²blico de la noche de estreno pareci¨® apreciar m¨¢s la gracia superpuesta, las situaciones meramente c¨®micas -se va a ver a G¨®mez Bur para re¨ªrse, y se r¨ªe uno pase lo que pase- y las frases a?adidas que la intenci¨®n de la obra. Ser¨¢ interesante ver la reacci¨®n del p¨²blico normal.
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