Un pasodoble redoblado
?No escuches el tambor lejano.?
OMAR KAYAM
No todo el mundo sabe, cuando escucha los alegres y garbosos sones del ?banderita, t¨² eres roja; banderita, t¨² eres gualda?, que este pasodoble jaranero pertenece a una zarzuelilla, m¨¢s bien revistilla pornogr¨¢fica (entonces se dec¨ªa sical¨ªptica), titulada Las corsarias, que se estren¨® y se hizo cartelera en el madrile?o teatro Mart¨ªn, dedicado a esa especie del ?g¨¦nero chico? al que los hermanos ?lvarez Quintero -sus creadores, con Vega, Arniches, L¨®pez Silva, Fern¨¢ndez Shaw, Perrin y Palacios...- hab¨ªan denominado ?g¨¦nero ¨ªnfimo?, cuando se empeque?ec¨ªa demasiado en su prop¨®sito teatral. Entre chico e ¨ªnfimo era el g¨¦nero de revistillas zarzueleras que se representaban en el teatro Mart¨ªn por aquel tiempo de las postrimer¨ªas borb¨®nicas del reinado de Alfonso XIII. All¨ª nacieron Las corsarias, cuyo pasodoble pronto se hizo popular, por su airoso y alegre paso. Su autor, el maestro Alonso, se puede decir que fue el ¨²ltimo de aquellos compositores zarzueleros, algunos geniales, que dieron al ?g¨¦nero chico? categor¨ªa musical extraordinaria. A partir de Barbieri, Caballero, Chap¨ª, Bret¨®n, Jer¨®nimo Jim¨¦nez, Chueca, los Valverde, Torregrosa, Nieto, Pepe Serrano... De Chueca, sobre todo, nacieron marchas y pasodobles que se popularizaron famosamente en seguida. Entre ellos, la marcha o pasodoble de su zarzuela C¨¢diz. La marcha de la zarzuela de Chueca se hizo, m¨¢s que nada, popular porque coincidi¨®, o m¨¢s bien conson¨®, por sus vivos acentos belicosos, con la dolorosa circunstancia hist¨®rica espa?ola que los desment¨ªa, volvi¨¦ndolos, ir¨®nicamente, de patri¨®ticos en patrioteros. Y se volvi¨® un t¨®pico popular y burl¨®n citarla como ejemplo viviente de barata espa?oler¨ªa. Y aquel su animoso grito inicial de ??Viva Espa?a y vivan los valientes que van a pelear! ...?, sin cambiar su ritmo musical, se repet¨ªa, se redoblaba, cambiando su letra por aquel mismo pueblo al que exaltaba, y que la cantaba burlonamente, diciendo: ? ?Viva Espa?a! Que me compr¨¦ una ca?a / y un sable de cart¨®n / para matar a Maceo / y a todo su batall¨®n.?
Desde entonces, lo de ?marcha de C¨¢diz? se dijo como t¨®pica y burlesca expresi¨®n escarnecedora de un espa?olismo chauvinista, de un patrioterismo baratero.
Ahora llegan a nuestros o¨ªdos, con ecos de ?marcha de C¨¢diz? patriotera, los no menos patrioteros acordes jacarandosos del pasodoble de Las corsarias, con su estribillo canturrero de ?b¨¢nderita, t¨² eres roja; banderita, t¨² eres gualda?, que, para quienes lo vimos y o¨ªmos en su escenario del teatro Mart¨ªn, no puede eludir el ¨ªnfimo origen de su procedencia teatralera o zarzuelera, ni su correspondiente evocaci¨®n de aquel ej¨¦rcito amaz¨®nico del coro sical¨ªptico de ?se?oritas del conjunto? que lo representaba, muy diferente de los coros zarzueleros de la ?marcha de C¨¢diz?. Y que no se ennoblece al agrandarlo, proyectado en apote¨®sico y apolog¨¦tico y aterrorizador espect¨¢culo circense o deportivo de exaltaci¨®n espa?olista. Por el contrario, se convierte, por la circunstancia hist¨®rica que lo aureola de su espanto, en m¨¢s rid¨ªculamente atroz.
Este pasodoble de Las corsarias, hoy redoblado de patrioterismo oficial aterrorizante, tiene su peque?a hist¨®rica pol¨ªtica. Creo recordar que fue su propio autor quien me la contaba. Como es cosa sabida (por escuchada), sus ¨²ltimos compases encajan, ajust¨¢ndose arm¨®nicamente a su ritmo, los de la ?marcha real? borb¨®nica, que a¨²n sigue vigente en Espa?a. Fue el maestro Alonso quien me contaba que, al llegar la Rep¨²blica (y la zarzuelilla segu¨ªa represent¨¢ndose con gran ¨¦xito), se le pidi¨® que suprimiera aquellos ¨²ltimos compases de la ?marcha real? que coronaban (nunca mejor dicho) su final m¨¢s rotundo. Creo que lo hizo, y que pudo ser de ese modo declarada marcha nacional y militar como la de El tambor de granaderos, de Chap¨ª, y la de Los voluntarios, de Jer¨®nimo Jim¨¦nez, dos zarzuelillas de gran ¨¦xito. Recuerdo que al comp¨¢s del vibrante pasodoble tamborilero de Chap¨ª, declarado marcha nacional, jur¨¢bamos la bandera los reclutas en el patio del tristemente fenecido cuartel de la Monta?a. Yo as¨ª lo hice. Lo malo era que la letra de aquel pasodoble famoso se le hab¨ªa olvidado al legislador al nacionalizarlo y militarizarlo. Pues su letra dec¨ªa: ?Yo ni juro ni beso esa infamia, / pues prefiero mil veces morir...? (Claro es que porque aquella infame bandera espa?ola era la oficial de su majestad el rey don Jos¨¦ I.)
Me dicen que en la actual -si no todav¨ªa actuante- Constituci¨®n consensada de esta Monarqu¨ªa, al definir inusitadamente su bandera por los dos colores que la pintan, se ha cuidado mucho de no poner gualda por amarilla. Sin duda, para eludir su resonancia zarzuelera, de tan ¨ªnfimo origen teatral. Pero eso no se ve cuando se oyen los bizarros y belicosos acentos del pasodoble teatralero. Lo cual debe llenar de satisfacci¨®n y gozo al jefe del llamado Partido Comunista espa?ol, Santiago -Carrillo, y a sus secuaces, que trajeron, si no me equivoco, este pasodoble redoblado a los o¨ªdos supermon¨¢rquicos de sus huestes, tal vez para borrar con sus sones marchosos la huella sangrante de los melanc¨®licos y olvidados de La internacional, despojados de su dolor y de sus l¨¢grimas.
No terminar¨¦ estas reflexiones musicales sin se?alar la consonancia hist¨®rica que patrioteriza en ?marcha de C¨¢diz? el pasodoble de Las corsarias. Aquello fue cuando perdi¨® Espa?a sus colonias. Por Cuba, por Cavite; cuando el quijotesco empe?o de los marinos espa?oles peleaba hasta morir en guerra limpia, abierta y declarada contra el gigante yanki. Pues, ?y esto?
Casualmente, mientras esto escrib¨ªa, estaba oyendo por la Radio Nacional de Espa?a la risa insistente y burlona del excelent¨ªsimo embajador en nuestro pa¨ªs de Estados Unidos de Am¨¦rica; una risita con la que respond¨ªa al consejo ¨ªntimo y familiar que el espa?ol¨ªsimo, si gallegu¨ªsimo, cubano Fidel Castro daba fraternalmente a los espa?oles para persuadirles de que Espa?a no debe entrar en la OTAN. La respuesta del Gobierno espa?ol no la o¨ª. Me impidi¨® o¨ªrla la risita del embajador y el sonoro eco de la ?marcha de C¨¢diz?, redoblado por el pasodoble de Las corsarias. Este, repito, coronado (ni que decir tiene) con los solemn¨ªsimos compases finales de la ?marcha real?: itarata-chunta, chunta, chunta, chunta, chun ...! Y sus golpazos finalizadores, que no admiten r¨¦plica: ?pun!, ?pun!, ?pun! Equivalentes al persuasivo tamborileo militar del pasodoble redoblado que puso Chap¨ª en su famosa zarzuelilla: ?y ratapl¨¢n, y ratapl¨¢n, y rata, rata, rata, ratapl¨¢n!
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