Pesimismo sobre el futuro econ¨®mico europeo, y espa?ol en concreto
La constante de Europa en los pr¨®ximos a?os ser¨¢ el aumento constante del desempleo, como consecuencia de las bajas tasas de crecimiento previstas para los distintos pa¨ªses del continente y Estados Unidos. Situaci¨®n que, l¨®gicamente, puede verse agravada en el caso de que la crisis del petr¨®leo se acelere respecto de las previsiones. El diagn¨®stico fue compartido un¨¢nimemente por todos los asistentes al I Encuentro Europa-Am¨¦rica Latina, organizado por Euroforum en la localidad inglesa de Oxford a principios de esta semana. Horizonte que, por supuesto, alcanza a Espa?a con especiales caracter¨ªsticas, derivadas de sus graves problemas estructurales y propiciadas en parte por la deficiente pol¨ªtica econ¨®mica aplicada, que fue objeto de abundantes cr¨ªticas por parte de los participantes, entre los que se contaban algunos altos cargos de la Administraci¨®n.En lo que se refiere al horizonte europeo, el ingl¨¦s John Stopford profesor de la London Business School, fue contundente al mostrarse netamente pesimista respecto de la capacidad de reacci¨®n de un continente cuyo modelo de crecimiento se muestra caduco y frente al que no surgen alternativas m¨ªnimamente coherentes. Sus previsiones, ampliamente compartidas por el resto de ponentes, se centraron sobre todo en un avance del proteccionismo, una ausencia de pol¨ªticas comunes en el interior de la CEE (Comunidad Econ¨®mica Europea) y una progresiva tendencia a la autodefensa en los distintos pa¨ªses como consecuencia de las dificultades.
Hacia los veinte millones de parados
El gran problema de la Europa de los ochenta ser¨¢, sin duda, el desempleo. Los c¨¢lculos de crecimiento m¨¢s recientes, se?alados por la OCDE y recientemente confirmados por el Fondo Monetario Internacional, en su reuni¨®n de Belgrado, se sit¨²an en el 1,5%anual para el conjunto de las econom¨ªas industrializadas. Estas tasas ser¨¢n insuficientes incluso para mantener el paro en sus niveles actuales. Desde 1973, el paro en los pa¨ªses de la CEE ha subido espectacularmente, situ¨¢ndose en tasas del 7% al 8%. En esta evaluaci¨®n, sin embargo, no se han tenido en cuenta las devoluciones de cerca de dos millones de trabajadores desde la Comunidad a sus pa¨ªses de origen, por lo que el paro real generado por la crisis del petr¨®leo es en realidad m¨¢s alto del contabilizado oficialmente. Para mantener las actuales tasas de desempleo, las econom¨ªas occidentales deber¨ªan mantener crecimientos anuales del orden del 3 %. Con los crecimientos calculados, el paro para el conjunto de la OCDE puede crecer desde los diecisiete millones de trabajadores actuales hasta m¨¢s all¨¢ de los veinte millones en la d¨¦cada de los ochenta. Ello sin tener en cuenta el desempleo adicional que puedan generar los incrementos de productividad necesarios para mantener la competitividad de las industrias en crisis (en la RF de Alemania, 48 puestos de trabajo perdidos por este concepto de cada 49) ni las reducciones de poblaci¨®n laboral por motivos estructurales. En definitiva, Europa precisar¨ªa tasas de crecimiento del tipo de las registradas en la d¨¦cada de los sesenta, si quisiera mantener su actual standing de vida.
Pol¨ªticas supranacionales
Este horizonte, eminentemente pesimista, gravitar¨¢ negativamente sobre la ¨²nica alternativa real que Europa tiene para salir de la crisis: el hallazgo y desarrollo de pol¨ªticas comunes, por encima de intereses estrictamente nacionales. Los bajos niveles de crecimiento -indic¨® el profesor Stopford- generar¨¢n fricciones por el reparto de las cargas en el interior de la Comunidad, a menos que se replanteen sus esquemas de decisi¨®n e influencias a nivel interno. Si hasta ahora ha sido la pol¨ªtica agr¨ªcola -agriamente criticada en sus intervenciones por Harold Wilson- el elemento de principal discordia en la CEE, el paro se perfila ya como un handicap de todav¨ªa mayor trascendencia en ese sentido. Otro de los grandes problemas europeos de la pr¨®xima d¨¦cada ser¨¢ la evoluci¨®n de los costes productivos, ya situados ampliamente por encima de los de Estados Unidos, as¨ª como la persistencia de enormes rigideces en el aparato productivo que limitan la capacidad de ajuste de las econom¨ªas. Esta ¨²ltima caracter¨ªstica coloca a Europa en condiciopes muy desfavorables frente a Jap¨®n, cuyo proceso de adaptaci¨®n a la crisis discurre a mucha mayor velocidad que el de los pa¨ªses europeos.
La ¨²nica alternativa de futuro europea para los ochenta ser¨ªa la instrumentaci¨®n de pol¨ªticas comunes, basadas en la cooperaci¨®n y el abandono de los modelos econ¨®micos actuales, estrictamente basados en econom¨ªas cerradas. Hasta ahora, se ha demostrado palpablemente la mayor capacidad de las trasnacionales para el ajuste, precisamente por su planteamiento global. Su eficacia para conservar el empleo es mucho mayor que la de las empresas nacionales, y la de ¨¦stas, muy superior a la del sector p¨²blico. La industria europea en su conjunto paga una multa cuantificada en el 20% de su producci¨®n por no haber armonizado adecuadamente sus pol¨ªticas nacionales. Hasta ahora, la ¨²nica reacci¨®n de los Gobiernos es la de incrementar el proteccionismo bajo la excusa de querer garantizar el empleo, pero es falso que el origen del paro est¨¦ en la p¨¦rdida de mercados. Lo cierto es que 1/3 del comercio generado en la CEE es de origen trasnacional y escapa al control de los Gobiernos.
Bajo la premisa de la aceptaci¨®n de este cuadro general para Europa en los pr¨®ximos a?os, los ponentes espa?oles destacaron algunas de las particularidades del horizonte espa?ol, indicando un¨¢nimemente que ello limitar¨¢ sensiblemente las posibilidades de incrementar la presencia espa?ola en Am¨¦rica Latina, tal y como suele indicar la triunfalista ret¨®rica oficialista. Por razones eminentemente estructurales y sobre todo por la tendencia actual de la econom¨ªa espa?ola, el incremento de las relaciones se centra en Europa, aunque sea viable prever algunas v¨ªas de acercamiento al subcontinente americano, especialmente en aras de la formaci¨®n de empresas mixtas, potenciaci¨®n de intercambios comerciales muy espec¨ªficos y, a mayor plazo, traspaso de tecnolog¨ªas.
Escenarios pol¨ªticos para 1984
El horizonte espa?ol fue ordenado por el coordinador de la conferencia, Eduardo Punset, en base a un deterioro gradual de la econom¨ªa, sujeto a la probable existencia de cuatro escenarios sociopol¨ªticos hasta 1984. Estos escenarios, ordenados en base a sus probabilidades, ser¨ªan: continuidad de un Gobierno como el actual (60%), con incremento sensible del paro hacia finales de 1980, crecimientos del 1,5% anual, ausencia de reformas estructurales; inhibici¨®n de la inversi¨®n privada y aumento de la p¨²blica hacia 1981. Un segundo escenario (20% vendr¨ªa caracterizado por la formaci¨®n de un Gobierno de coalici¨®n entre UCD y los perif¨¦ricos (PNV y Convergencia Democr¨¢tica de Catalu?a), que pudiera suponer un cierto relanzamiento de la inversi¨®n en las regiones m¨¢s industrializadas, un incremento de los gasto de las corporaciones locales (hoy s¨®lo el 2% del gasto p¨²blico), en cinco o seis puntos, generando mayor crecimiento, pero tambi¨¦n mayor inflaci¨®n. Un tercer escenario (10%) entra?ar¨ªa la formaci¨®n de un Gobierno gestor, con mayor¨ªa UCD, pero con ideas claras respecto a un aut¨¦ntico programa de ajuste, que podr¨ªa surgir en caso de que el deterioro de la situaci¨®n alcanzara niveles m¨¢s notables que en el resto de Europa. Finalmente, una cuarta hip¨®tesis (10%), generada en parte por los mismos condicionamientos, podr¨ªa consistir en la formaci¨®n de un gabinete de coalici¨®n entre UCD y PSOE, generador de un pacto social de amplio espectro.
La liberalizaci¨®n, necesaria
La mayor parte de los ponentes espa?oles coincidieron b¨¢sicamente en se?alar la necesidad de liberalizar progresivamente la econom¨ªa, como ¨²nico medio de salvar, siquiera en parte, las desfavorables perspectivas de la econom¨ªa espa?ola. El acento fue colocado especialmente en los aspectos de la crisis industrial por Javier Garc¨ªa Egocheaga, director general de Industrias Siderometal¨²rgicas y Navales, quien se refiri¨® b¨¢sicamente a las enormes necesidades de financiaci¨®n de la industria espa?ola en los ¨²ltimos a?os cuantificadas en torno a un 2% del PIB en los pr¨®ximos a?os. Estas necesidades de inversi¨®n derivan esencialmente de las necesidades del Plan Energ¨¦tico Nacional, de la falta de previsiones en materia de contaminaci¨®n y calidad de vida en el desarrollo industrial, de la necesaria reconversi¨®n de algunos sectores (siderurgia, con 170.000 millones en los pr¨®ximos cinco a?os; autom¨®vil, con 80.000 millones en el trienio, construcci¨®n naval, bienes de equipo, textil, etc¨¦tera) y de la necesidad de un mayor desarrollo tecnol¨®gico.
Reforma financiera
Directamente conectado con el tema inversor, fue contemplada por diversos ponentes la necesidad de ir hacia una progresiva liberalizaci¨®n del sistema financiero, como ¨²nico medio de hacer asequibles los recursos necesarios para invertir, tanto en Espa?a como en el exterior. La situaci¨®n actual del mercado financiero espa?ol est¨¢ caracterizada por una ca¨ªda del ahorro empresarial y p¨²blico y un resurgir del papel de las econom¨ªas dom¨¦sticas como suministradoras de recursos. Se indic¨® la tendencia de la banca privada a invertir su ciclo, con lo que podr¨ªa hacerse viable un abaratamiento de los costes del cr¨¦dito que posibilitara un cierto relanzamiento de la inversi¨®n. Pese a ello, la deficiente situaci¨®n de las empresas, su deplorable estructura financiera y las caracter¨ªsticas propias del aparato industrial conducen prioritariamente la inversi¨®n hacia la mejora de las cuentas internas, la reducci¨®n de costes, la mejor¨ªa de la productividad del sistema y la eliminaci¨®n de puestos de trabajo estructuralmente ociosos. No puede, pues, esperarse un efecto de incremento de puestos de trabajo derivado de un mayor grado de inversi¨®n, teniendo adem¨¢s en cuenta la persistencia de una legislaci¨®n t¨ªpicamente franquista en materia laboral y el excesivo grado de reglamentaci¨®n e intervencionismo laboral que el Gobierno pretende reservarse.
Pol¨ªtica cambiaria
Eduardo Merig¨®, subsecretario del ministro adjunto al presidente espa?ol, critic¨® abiertamente la actitud del Gobierno espa?ol en pol¨ªtica cambiaria y traz¨® un paralelismo entre la actual pol¨ªtica econ¨®mica y el modelo seguido por los gabinetes salazaristas en Portugal. Sugiri¨® la conveniencia de liberalizar progresivamente la entrada de capitales, ya que si la banca privada tuviera la posibilidad de tener activos en divisas podr¨ªa fomentar en mayor medida la financiaci¨®n a medio plazo y, en caso de que continuara resisti¨¦ndose a ello -como hasta ahora-, las empresas espa?olas podr¨ªan acudir a la banca internacional. Sin embargo, el propio se?or Merig¨® concedi¨® escasas probabilidades a esta medida, por considerar que el Banco de Espa?a contradec¨ªa con su rigidez los intentos de liberalizaci¨®n de otros ministerios, especialmente el de Comercio, cuya reciente regulaci¨®n de las inversiones directas en el exterior constituye uno de los factores m¨¢s notables para propiciar una apertura de la econom¨ªa espa?ola, especialmente hacia Am¨¦rica Latina. El ponente se?al¨® tambi¨¦n que las continuas revalorizaciones de la peseta aplicadas por la autoridad monetaria estaban frenando las exportaciones espa?olas, so pretexto de un comportamiento del mercado absolutamente inexistente, porque -a su juicio- no existir¨¢ mercado de la peseta hasta tanto no se autoricen las salidas libres de activos financieros. Respecto a los problemas que la entrada de divisas est¨¢n provocando en las ¨¢reas monetarias internas, critic¨® al Gobierno por cuantificar los objetivos de pol¨ªtica monetaria exclusivamente en el crecimiento de las disponibilidades l¨ªquidas, sin tener en cuenta el cr¨¦dito al sector privado.
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