Pol¨¦mica en torno a "G¨¢rgoris y Habidis": respuesta a S¨¢nchez Drag¨®
Escritor
La prensa no ha perdido, con el advenimiento de la democracia, el importante papel que desempe?ara, en los a?os que precedieron a este acontecimiento, de salvaguardia de ciertos derechos fundamentales del ciudadano: contin¨²a siendo el ¨²ltimo refugio del mismo cuando se le agrede desde el poder y, m¨¢s concretamente, desde los medios de comunicaci¨®n que dicho poder controla. As¨ª, yo he sido objeto recientemente de una larga agresi¨®n verbal en TVE, por parte de uno de los empleados de la misma, y no he conseguido luego que TVE me concediera autorizaci¨®n para responder al citado ataque, lo que explica -esto, y la generosidad de los responsables de las presentes p¨¢ginas- que mi r¨¦plica aparezca aqu¨ª.
Pero pasemos a los hechos.
En el n¨²mero 6 de la revista Nueva Estafeta, correspondiente al pasado mes de mayo, apareci¨® una extensa cr¨ªtica m¨ªa al libro de Fernando S¨¢nchez Drag¨® G¨¢rgoris y Habidis, fundamentada en s¨®lidos argumentos e ilustrada con numerosas citas, donde -sintetizando ahora al extremo- expon¨ªa lo que sigue:
1. El autor no consigui¨® con su obra el objetivo que se hab¨ªa propuesto, pues no se alcanza el inconsciente colectivo de los espa?oles -si es que esto significa algo- sumando datos sobre la Espa?a no oficial espigados sin discernimiento.
2. La obra es espec¨ªficamente fascista, por cuanto en ella confluyen vindicaci¨®n del irracionalismo y condena del racionalismo; exaltaci¨®n del nacionalismo como valor supremo e instrumento de salvaci¨®n; defensa del retorno a los or¨ªgenes, en cuanto medio de neutralizar el progreso, del que S¨¢nchez Drag¨® abomina, antisemitismo y antimarxismo ligados; aristocratismo de grupo y no de clase; machismo ?metaf¨ªsico?.
3. El libro est¨¢ asentado sobre un concepto exclusivamente verbal del hecho literario, traducido en una est¨¦tica del cuesco floreado, que viene causando graves da?os a nuestra literatura.
4. El estilo de S¨¢nchez Drag¨® es deleznable: una alternancia mec¨¢nica -y mon¨®tona, por ello- de t¨¦rminos acanallados y cultistas, que no logra ocultar la carencia de ideas y el confusionismo mental subyacentes.
5. Si, como sostiene su autor, el libro no es un ensayo, sino una obra de ?creaci¨®n?, ?a qu¨¦ viene la grotesca bibliograf¨ªa con 1.163 entradas? (Apoyo el calificativo grotesca con una serie de ejemplos y razones.)
6. Pasando de lo general a lo concreto, analizo uno de los cap¨ªtulos del libro, el consagrado a losjud¨ªos, y encuentro:
a) S¨¢nchez Drag¨® lo ignora todo del juda¨ªsmo, de lo que doy pruebas: confunde la Tora con el Talmud, habla de escuelas talm¨²dicas en el siglo V a. de C., ignora que Sime¨®n ben Iochai fue un personaje hist¨®rico, sostiene que los jud¨ªos espa?oles inventaron la c¨¢bala y que ¨¦sta depende del sufismo, etc¨¦tera.
b) S¨¢nchez Drag¨® da muestras de un antisemitismo delirante: tacha a los jud¨ªos de lobos, de masoquistas, de racistas, de de?cidas; sostiene que el esp¨ªritu del Santo Oficio fue espec¨ªficamente jud¨ªo; da por ciertos los pretendidos asesinatos rituales; insin¨²a que la Inquisici¨®n y sus cr¨ªmenes fueron fruto de una maniobra jud¨ªa para infiltrarse en la sociedad espa?ola y conseguir el control de la misma; afirma que la matanza de seis millones de jud¨ªos por los nazis fue decidida por los rabinos (?), a fin de forzar as¨ª la creaci¨®n del Estado de Israel.
Incapaz de refutar mis argumentos, S¨¢nchez Drag¨® no se atrevi¨® a contestar por escrito a mi cr¨ªtica en las p¨¢ginas donde ¨¦sta fue publicada, que estaban a su disposici¨®n: prefiri¨® esperar a que sus amigos y compa?eros de TVE -ignorantes de lo que iba a seguir- le ofrecieran el medio de desfogar verbalmente su c¨®lera contra m¨ª, lo que hizo el 27 de septiembre, durante un cuarto de hora -en el programa Caf¨¦ de redacci¨®n-, mediante calumnias e insultos. Indignado por su proceder, solicit¨¦ de TVE autorizaci¨®n para ejercer mi derecho de r¨¦plica, la cual me fue negada.
El libre ejercicio de la cr¨ªtica
Como se ve, todo esto desborda lo individual para convertirse en un caso que concierne a los m¨¢s, dado que involucra el uso indebido, a fines individuales -y de la peor especie-, de un medio del Estado, y un rechazo visceralmente antidemocr¨¢tico del libre ejercicio de la cr¨ªtica, siendo ello la causa ¨²ltima de que, venciendo mi repugnancia a molestar a los amigos, me decidiera a pedir a EL PA?S un hueco para la respuesta que sigue.
El comportamiento a mi respecto de S¨¢nchez Drag¨® guarda muchas semejanzas con el habitual del pasado r¨¦gimen contra los que osaban disentir: como reacci¨®n ante una discrepancia, servirse de medios desmesurados -TVE en este caso-, para, con impunidad -no hay modo de responder-, ocultar la mayor parte de lo que provoc¨® la reacci¨®n, tergiversar el resto y sustituir la argumentaci¨®n con calumnias e insultos. El autor de G¨¢rgoris y Habidis, en efecto, desde?ando la dial¨¦ctica a secas, se ha servido en mi contra de la de los pu?os -verbales hasta ahora, afortunadamente para ¨¦l-, y, en vez de agredirme con un bate de baseball, lo ha hecho con un micr¨®fono de TVE. V¨¦ase, si no:
Sin hacer alusi¨®n para nada al grueso de mi cr¨ªtica; sin responder a mi exposici¨®n de sus carencias, de su ignorancia, de su confusionismo y falta de ideas; sin rozar siquiera la acusaci¨®n que le hago de ser un antisemita, falsea mi pensamiento al decir que lo llamo fascista porque defiende el irracionalismo, siendo as¨ª que yo tachaba a su libro de tal porque en ¨¦l se da una confluencia del irracionalismo y de todas las otras tomas de posici¨®n que se?al¨¦ m¨¢s arriba: no se es fascista por ser irracionalista; pero no se puede ser irracionalista, antimarxista, antisemita, enemigo del progreso, etc¨¦tera, y no ser fascista. No acaban ah¨ª, sin embargo, sus tergiversaciones: saca de contexto mi afirmaci¨®n de que ?sin un principio de jerarquizaci¨®n no hay cultura? -con la que me refer¨ªa expl¨ªcitamente a que no se puede poner en un mismo plano, como ¨¦l hace, a un investigador de la talla de As¨ªn Palacios y a una cantama?anas como la Blavatsky, ni utilizar a Hobsbawm como una autoridad sobre la teosof¨ªa hebrea (!)- para poder afirmar que jerarqu¨ªa es una palabra falangista, y que yo, por tanto... ?Vamos! Hay, mal que le pese al autor de G¨¢rgoris y Habidis, lo alto y lo bajo -Shakespeare, S¨¢nchez Drag¨®-, lo bueno y lo malo -Miguel Angel, el pintor aficionado a la pol¨ªtica llamado Hitler-, lo progresista y lo reaccionario -Marx, ese Spengler a quien S¨¢nchez Drag¨® dice admirar.
Confusi¨®n y mangancia
Pero pasemos a la calumnia. Consciente de que la mejor manera de defenderse es atacar, S¨¢nchez Drag¨® responde a mi argumentada afirmaci¨®n de que su obra es fascista -no soy el ¨²nico que lo dice; un especialista en el tema como Gim¨¦nez Caballero ha afirmado: S¨¢nchez Drag¨® es m¨¢s fascista que yo- con un exabrupto de intencionalidad calumniosa: dejar caer que yo he sido falangista y que ahora soy un compa?ero de camino de los comunistas -es decir, un chaquetero- ?Falangista yo? Lo desaf¨ªo a que lo pruebe -y conste que no considero infamante ser falangista; s¨ª, en cambio, haberse servido de la condici¨®n de tal para asesinar, robar, etc¨¦tera-, Y en cuanto a mi pretendida colusi¨®n con el PCE, ?se imaginar¨¢ S¨¢nchez Drag¨® que a¨²n se hace correr peligro a alguien acus¨¢ndolo de ello? Seamos serios: si luchar por la libertad y la verdad contra la confusi¨®n y la mangancia es ser compa?ero de camino de los comunistas, por supuesto que as¨ª puede llam¨¢rseme; pero no en cualquier otro caso,
Por lo que hace, por ¨²ltimo, al cap¨ªtulo de los insultos, de las frases despectivas -con su fresco ingenio, se rebaj¨® a afirmar que, dado como escribo, yo no deber¨ªa llamarme Azancot, sino mazacote-, baste decir que, en un momento dado, los responsables del programa tuvieron que pedirle que no siguiera por aquel camino, pues ?tendr¨ªan que estar presentes Azancot y un representante del PC, para defenderse de tus acusaciones?. (Como se ve, puedo hacer m¨ªas, a su respecto, las palabras que Borges, citando a De Quincey, pone en boca de un caballero al que su interlocutor, en el transcurso de una discusi¨®n, arrojara un vaso de vino en la cara: ?Esto, se?or, es una disgresi¨®n; espero su argumento.?)
En fin -y as¨ª termino-, emplazo a S¨¢nchez Drag¨® para que demuestre que yo he sido falangista y para que refute el contenido de mi cr¨ªtica. Mientras no lo haga, seguir¨¦ pensando -y muchos otros, a juzgar por los testimonios de adhesi¨®n que he recibido, lo har¨¢n conmigo- que es un calumniador, y que su libro es un libro fascista, confusionario y analfabeto.
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