El naufragio de la memoria
La figura de Boris Vian comienza a ser conocida del p¨²blico lector en nuestro pa¨ªs gracias a las traducciones de varias de sus obras que, aunque pausadamente, se vienen realizando. Ahora, con La hierba roja, una de las novelas m¨¢s significativas de su autor y acaso la de mayor aliciente por el marcado car¨¢cter autobiogr¨¢fico de la misma, se da un importante paso en el conocimiento de un escritor que ha desarrollado una de las m¨¢s sugestivas aventuras novel¨ªsticas de nuestro siglo.Aparecida en 1950, y aunque construida seg¨²n la forma cl¨¢sica de novelar, La hierba roja participa ya de muchos de los atractivos que distinguir¨¢n a la ?nueva novela? surgida en Francia por aquellas mismas fechas, lo que la coloca en una posici¨®n de vanguardia. Escrita en presente, nos muestra un mundo cerrado donde reinan la soledad y el hast¨ªo, donde la comunicaci¨®n es poco menos que imposible y donde todo parece girar en torno de una extra?a ?m¨¢quina del tiempo?, que servir¨¢ al ingeniero Wolf -el protagonista (?) de la novela, retrato del propio Vian- para retornar a sus or¨ªgenes.
La hierba roja
Boris VianColecci¨®n Narradores de Hoy. Bruguera-Alfaguara. Barcelona 1979.
Importante m¨²sico de jazz en su tiempo, cantante, actor, periodista, pintor, etc¨¦tera, el polifac¨¦tico Boris Vian busc¨® distintas maneras de alcanzar el cauce adecuado a su personalidad inquieta y compleja. Como escritor, choc¨® con la sociedad en la que le toc¨® vivir y conoci¨® censuras y procesos que, pese a rodearlo de una rara aureola de triunfo, lo relegaron a un reconocimiento tard¨ªo de su obra.
En la novela que nos ocupa, Vian trat¨® de buscar en Wolf respuesta a sus obsesiones, a las interrogantes que lo atormentaban, y, para ello, se sumergir¨¢ en la propia memoria para intentar un rescate que parece abocado al fracaso desde el principio. La obra aparece enmarcada en un paisaje sombr¨ªo, desolado, que, sin embargo, no podemos tachar de falso. La hierba roja no es una novela desprovista de autenticidad pese al car¨¢cter irreal -subyace un cierto surrealismo de fondo- que impregna muchos pasajes, sino todo lo contrario. Como Wolf, Vian se ha construido un mundo a su medida: el mundo en que aqu¨¦l se debate. As¨ª, el personaje toma entidad propia y se independiza del autor, que asiste como mero espectador al aniquilamiento de aquello que ha creado y, en proceso irreversible, contempla su propia destrucci¨®n. Lo mismo que el mec¨¢nico Lazuli se siente observado, tambi¨¦n Wolf tiene un observador, y ¨¦ste no es otro que el propio autor -el ¨²nico actor-, quien, irremediablemente, lo empuja a un final en el que perecer¨¢, ahogado en las aguas de la memoria. Ni aun as¨ª, desdobl¨¢ndose en otro, podr¨ªa salir a flote el que est¨¢ detr¨¢s, y Vian lo sab¨ªa. Por eso hace el cerco cada vez mayor, en un deseo apremiante de huir o hundirse para siempre en la ci¨¦naga oscura de sus recuerdos.
Destino individual
El amor es aqu¨ª la sombra de un raro sentimiento, mezcla de inseguridad y de impotencia ante un destino que se sabe individual. Al contrario que en otras obras, en ¨¦sta Vian apenas recurre a lo er¨®tico, o cuando lo hace aparece descargado de la extrema sensualidad de otras veces; es un erotismo del hast¨ªo que a nada conduce, desprovisto de realidad f¨ªsica. Wolf y Lazuli parecen abrazar fantasmas cuando visitan a las ?amorosas?, y con sus parejas respectivas o ya no existen las relaciones en el caso de Wolf, o se levanta un infranqueable murall¨®n -el incansable observador- en el de Lazuli. El deseo existe como una sed a fuerza de no satisfacerse, casi se ha llegado a olvidar. Lazuli, en el loco intento de evadirse de sus fantasmas personales, acabar¨¢ mat¨¢ndose. Wolf, en cambio, sometido en su m¨¢quina del tiempo a todos los interrogatorios de un pasado que quiere desentra?ar, encuentra la muerte, v¨ªctima, como hemos dicho, de su tenaz voluntad inquisitiva. No de otra forma conseguir¨ªa olvidar despu¨¦s el fraude que hab¨ªa sido para ¨¦l la vida, m¨¢xime cuando se ha comprendido que ?el tiempo es un enga?o (que) se lleva dentro?.Novela saturada de s¨ªmbolos desde su mismo t¨ªtulo, alcanza cotas de ir¨®nico car¨¢cter esperp¨¦ntico, como en el acto de inauguraci¨®n de la ?m¨¢quina? o en casa de la adivina a quien va a visitar la mujer de Wolf, y, sobre todo, en ese curioso personaje a quien llaman ?el conde?. Las dos mujeres -la esposa de Wolf y la amante de Lazuli- pasan por la novela sin pena ni gloria, y por eso sobreviven al final, cuando incluso ?el conde? ha sucumbido tras obtener lo que siempre hab¨ªa deseado. S¨®lo Wolf -Vian- ha cometido ?el mismo error de todos los profetas: tener raz¨®n?.
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