Problemas de la seguridad ciudadana
Tercer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Madrid (PSOE)La seguridad es un tema, sin duda, de la mayor importancia y para el que existe la mayor sensibilidad social, pero al que los poderes p¨²blicos no consiguen dar un tratamiento adecuado y eficaz.
A mi juicio, las carencias principales de la actuaci¨®n p¨²blica se dan en tres ¨®rdenes: defectuosa conciencia c¨ªvica, insuficiente profesionalidad y exceso de mala burocracia. El proyecto de ley org¨¢nica de seguridad ciudadana, remitido por el Gobierno a las Cortes, si no experimenta importantes modificaciones, supondr¨ªa muy seguramente el mantenimiento de estas deficiencias.
Es preciso ir convenci¨¦ndose de que la seguridades un problema colectivo. Todos estamos implicados y, cada uno en su esfera, tiene una responsabilidad que cubrir. Hasta ahora, las normas de seguridad m¨¢s difundidas est¨¢n orientadas a dejar hacer a los malhechores, para no caer en riesgos mayores -no resistir en los atracos, robos o violaciones- a fin de evitar lesiones o muertes. Es evidente que no se debe inducir a nadie a la temeridad, pero tambi¨¦n es cierto que un entreguismo total es mucho m¨¢s pernicioso para la seguridad colectiva. La tendencia debe cambiar. ?No (somos) de un pueblo de bueyes... Nunca medraron los bueyes en los p¨¢ramos de Espa?a?, escribi¨® un poeta-combatiente. Las facilidades y la impunidad hacen que se atrevan demasiados, con lo que los riesgos aumentan para todos. En los atracos bancarios, por ejemplo, la excesiva facilidad hace que entren en el ?mercado del atraco? nerviosos aficionados, que suponen una peligrosidad mayor para clientes y empleados que los ?profesionales preparados?.
El ideal de algunos conservadores atemorizados -colocar un polic¨ªa al lado o detr¨¢s de cada ciudadano- es de imposible e indeseable realizaci¨®n. El incremento num¨¦rico de los agentes de polic¨ªa tiene un l¨ªmite muy claro en la insuficiencia de recursos y tambi¨¦n en la necesidad de una elevada formaci¨®n profesional, que no permite una recluta indiscriminada. Debe pensarse que vigilar una puerta, o cualquier punto, de forma permanente requiere un m¨ªnimo de nueve hombres, que queden invalidados para otros servicios y, en su consecuencia, unos nueve millones de pesetas al a?o (dos hombres por tres turnos/d¨ªa y correturnos para los d¨ªas de descanso: en el coste entran salarios, equipos y uniformes y seguridad social). En muchos casos, los bienes para los que se demanda ese tipo de protecci¨®n no valdr¨¢n tanto y deber¨¢n ser protegidos por medio de una vigilancia m¨®vil, de objetivos m¨²ltiples. Lo mejor para la libertad y la econom¨ªa es el incremento de la colaboraci¨®n y participaci¨®n ciudadanas, siendo requisito previo e indispensable para ello que desaparezcan los m¨²ltiples inconvenientes que se le presentan a quien act¨²a en auxilio o ayuda de los agentes de la autoridad. La lucha contra la delincuencia debe aliviarse de la carga adicional, y siempre molesta, de la lucha contra la burocracia.
No olvido, aunque lo soslaye en este momento, la necesidad de combatir las ?causas sociales?, que est¨¢n en el origen de determinados tipos de delincuencia.
La preparaci¨®n profesional es tambi¨¦n defectuosa y preocupante. La formaci¨®n fundamental -y casi exclusiva- que reciben los cuerpos uniformados de polic¨ªa es de tipo militar -hacer la instrucci¨®n y conocimiento relativo de las armas-. Esta formaci¨®n es, por un lado, insuficiente, y por otro, inadecuada. Los cuerpos de polic¨ªa son todos de car¨¢cter c¨ªvico: es decir, no militar. Los polic¨ªas tienen que tratar constantemente con los ciudadanos, dialogar con ellos y, en muchos casos, dar explicaciones. Es obvio que en la preparaci¨®n militar no tiene por qu¨¦ entrar ninguno de estos aspectos. Las funciones militar y de polic¨ªa tienen una clara l¨ªnea divisoria y es un grave error mezclarlas y confundirlas. El reciente cambio de uniforme de la Polic¨ªa Nacional, aproxim¨¢ndolo -casi confundi¨¦ndolo- a los de las Fuerzas Armadas es una muestra de la concepci¨®n equivocada que predomina. Es muy conveniente para la sociedad, para la imagen de las Fuerzas Armadas y para la mayor eficacia policial que esta tendencia equivocada cambie.
Losproblemas burocr¨¢ticos son el tercer gran mal de nuestra organizaci¨®n de la seguridad. En estos momentos act¨²an en nuestro pa¨ªs los siguientes cuerpos de polic¨ªa:
- Cuerpo Superior (polic¨ªa gubernativa y judicial, investigadores y detectives).
- Polic¨ªas forales o de diputalic¨ªa Armada o guardias de asalto).
- Guardia Civil (fronteras, polic¨ªa rural, tr¨¢fico y otros).
- Polic¨ªas forales o de Diputaci¨®n (Alava, Barcelona, Navarra).
- Polic¨ªas municipales (todos los municipios importantes la tienen, con uniformidad y reglamentos distintos en cada lugar y sin ninguna coordinaci¨®n entre s¨ª).
- Polic¨ªa Militar (una por cada ej¨¦rcito, ejerciendo tambi¨¦n ahora funciones de custodia y vigilancia de varios lugares p¨²blicos y edificios no militares).
- Se nos anuncian polic¨ªas de las comunidades aut¨®nomas.
No es necesario insistir en los inconvenientes -hay sucesos muy desgraciados recientes- que presenta esta ?desorganizaci¨®n? policial; las competencias son concurrentes y paralelas, hay cosas que tratan de hacer todos y otras en las que surge el consabido ?peloteo? y termina por no hacer nadie. Por eso se dan, al mismo tiempo, el despilfarro y la insuficiencia de medios. Una clara consecuencia: los cuerpos de polic¨ªa deben reducirse en n¨²mero y las competencias atribuirse de forma clara, sin repeticiones, sin intromisiones y sin lagunas.
Lo ideal ser¨ªa un solo cuerpo de polic¨ªa encargado de la peque?a delincuencia, de los problemas de circulaci¨®n y de la presencia y vigilancia en la calle, que dependiera administrativamente de las autoridades locales, junto a un cuerpo de polic¨ªa supralocal para la persecuci¨®n del delito organizado o de ¨¢mbito mayor. Tanto los agentes uniformados como los detectives o investigadores deben pertenecer al mismo cuerpo -aunque a grados o especializaciones distintas-, pues no se ve la raz¨®n de eficacia para que est¨¦n en cuerpos distintos, con mandos y formaciones diferentes. Esta organizaci¨®n policial deber¨ªa estar completada, seguramente, con un cuerpo paramilitar, de intervenci¨®n, para tumultos de envergadura, sediciones, revueltas o acontecimientos de tipo grave. Este esquema sencillo, y sin duda discutible, pienso que permitir¨ªa afrontar con mucha mayor eficacia los acuciantes problemas de seguridad con los que se enfrenta una sociedad industrial, como la espa?ola, de nuestros d¨ªas.
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