La poes¨ªa griega contempor¨¢nea
En una conversaci¨®n reciente con Vassilis Vassilikis, el c¨¦lebre autor de la novela Z, llegaba a resumir el panorama literario del presente en Grecia con una amarga econom¨ªa de medios: ?La prosa, horrible. El teatro, inexistente. La m¨²sica, tan s¨®lo popular. La poes¨ªa, sin embargo, es espl¨¦ndida.? El marco de esta amplia regla y de su reducida excepci¨®n lo dibuja un pa¨ªs a menudo azotado por las crisis, cohibido ante un ayer glorioso y entregado hoy d¨ªa a la dif¨ªcil b¨²squeda de elementales medios para vivir mejor y, por tanto, ajeno a las pasiones sigilosas de la literatura.En ese hueco de la ausencia, la poes¨ªa se ha empe?ado en plantar las flores Imposibles de una clara verdad interior. Bajo la sombra protectora de Solomos (1798-1857), la llamada generaci¨®n de 1880 reaccion¨® duramente contra las costras del romanticismo (Karasutsas y Orfanadis) y emple¨® ya la lengua popular, el dem¨®tico, en un deseo vigoroso de conectar con su tiempo. Fue Kost¨ªs Palam¨¢s (1859-1943) el audaz portavoz de esa ruptura con la quimera de una H¨¦lade rediviva y feliz, a la que enfrenta el ritmo de su fe en la aventura cient¨ªfica, en el civil latido, en el progreso. Su obra m¨¢s conocida, el Dodec¨¢logo del gitano, constituye una antorcha de luz v¨ªvida para un ma?ana a¨²n no cerrado.
Solomos, como escribiera Seferis, dej¨® una obra que es la explosi¨®n de la materia viva, brav¨ªa, llena de color, de vigor y de instinto. El poeta griego m¨¢s conocido entre nosotros, Constantino Kavafis (1863-1933), trabaj¨®, por el contrario, ?un material que ha envejecido en los monasterios y en las bibliotecas y trata de encarnar en su propio cuerpo (no sonriamos: quiz¨¢ sea Lisias el Gram¨¢tico su personaje m¨¢s pat¨¦tico) esa materia que est¨¢ tan desprovista de sentimiento como el vac¨ªo caparaz¨®n de un crust¨¢ceo, pero que conserva la sabidur¨ªa y la vieja t¨¦cnica de los movimientos del discurso y de la precisi¨®n?. Otro nombre de menci¨®n obligada, dentro de aquella ¨¦poca, es el de Angelos Sikelian¨®s (1884-1951), cuya sensualidad poco tiene que ver con la de Kavafis, pero que adquiere brillo propio a trav¨¦s de una palabra empapada de esteticismos contradictorios o complementarios. Kostas Karyotakis (1896-1928) se abandona a un realismo de matices nihilistas que culmina en una acci¨®n po¨¦tica extrema: su suicidio.
Luego, en la llamada generaci¨®n de 1930 (Engon¨®pulos, Embirkos, Gatsos), sobresale asimismo el ya mencionado Giorgos Seferis, tambi¨¦n premio Nobel de Literatura, atento a la .poes¨ªa herm¨¦tica extranjera y a la mejor tradici¨®n hel¨¦nica.
Contempor¨¢neos del premio Nobel 1979 son Yannis Ritsos, Nikiforos Vrettakos, Aris Dikteos, Zo¨ª Karell y Minas Dimakis, que forman el grupo griego de los cincuenta. Yannis Ritsos (1909), militante de izquierda y excelente poeta, mantiene esta divisa: ?La poes¨ªa ha de ser / auriga de la batalla y de la felicidad, / arma en manos de los hombres en la lucha popular, / bandera en manos de la libertad. ? Acaso de ah¨ª proceda el terror del jurado del Premio Nobel a premiar una obra que, en las letras griegas del momento, merecer¨ªa con m¨¢s fuerza que ninguna otra el elogio y el galard¨®n.
Se ha preferido, pues, a Odisseus Elytis, m¨¢s moderado, aunque tambi¨¦n enamorado de la libertad. El t¨ªtulo de uno de sus poemas puede servirle de corona: Dignum est.
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