Las actitudes de Telesforo Monz¨®n
Senador por Vizcaya del PNVComo esta semana no ha habido cosas interesantes en el Senado, y yo he pasado el fin de semana en Vizcaya, participando, en Ond¨¢rroa y en Guernica, en actos dentro de la campa?a en favor del Estatuto vasco, quiero dedicar esta cr¨®nica a explicar, de manera clara y precisa, cuanto he dicho de palabra p¨²blicamente, en relaci¨®n con las actitudes de Monz¨®n, que, a mi juicio, carecen de coherencia y de seriedad y est¨¢n causando grave da?o a la paz de nuestro pueblo.
En 1938 se produjo una crisis en la clase pol¨ªtica que el presidente de la Rep¨²blica, don Manuel Aza?a, trat¨® de resolver, convocando en el palacio de Pedralbes, de Barcelona, a todas las fuerzas pol¨ªticas y sindicales.
Exist¨ªan dos corrientes de opini¨®n: una, encabezada por el jefe del Gobierno, don Juan Negr¨ªn, partidaria de la resistencia y de continuar la guerra, con la esperanza, alentada por los diputados laboristas brit¨¢nicos, de que la guerra civil empalmara con la guerra mundial que se ven¨ªa venir y que podr¨ªa cambiar el curso de la guerra espa?ola; la otra opini¨®n, partidaria de buscar una paz y de no continuar la guerra, la personificaban el propio presidente de la Rep¨²blica, se?or Aza?a, y, entre otros, don Juli¨¢n Besteiro.
Monz¨®n asisti¨® a dicha reuni¨®n y, con la elocuencia que le caracteriza, hizo un discurso exponiendo las terribles consecuencias de la prolongaci¨®n de la guerra y mostr¨¢ndose partidario de dar por terminada la guerra, tratando de llegar a una paz.
El presidente de la Rep¨²blica, que o¨ªa con manifiesta satisfacci¨®n a Monz¨®n, por coincidir con su propia opini¨®n personal, preguntaba a derecha y a izquierda: ??Qui¨¦n es este vasco que habla un castellano tan perfecto y con tanta elocuencia??
La versi¨®n de esta reuni¨®n la tuve yo de labios del propio Monz¨®n y de otras personas que asistieron a ella. Por mi cuenta dije en el m¨ªtin de Ordu?a, en el homenaje a Irujo, que la paz s¨®lo podr¨ªa lograrse tratando, directa o indirectamente, a trav¨¦s de las embajadas, con las fuerzas adversas, es decir, con su jefe, el general Franco, que es lo que al final hizo la Junta de Defensa de Madrid, con el coronel Casado y con don Juli¨¢n Besteiro.
Yo no he reprochado nunca a Monz¨®n su actitud en favor del fin de la guerra y de la paz, que siempre me pareci¨® una actitud digna, noble y humanitaria. Lo que yo le reprocho es que, 43 a?os despu¨¦s, nos venga diciendo que aquella guerra no ha terminado, que contin¨²a hoy, alentando con ello a j¨®venes inexpertos a matar y morir.
Un acto triste
Aquella guerra termin¨®, por una parte, en el Pacto de Santo?a, realizado por Juan Ajuriaguerra, para salvar a los batallones vascos y a tantos ciudadanos vascos all¨ª encerrados, realizando el acto m¨¢s triste y que m¨¢s honra su memoria, y de otra parte, por la ocupaci¨®n de todo el territorio, en Catalu?a y en la zona centro, con su capital incluida.
La lucha pol¨ªtica y social en favor de los derechos del pueblo vasco y de los derechos humanos sigui¨® durante cuarenta a?os, pero no la guerra, la lucha armada. Los partidos vascos y el Gobierno vasco mantuvieron en alto sus banderas y defendieron sus ideales en Europa, en Am¨¦rica y en el interior de Euskadi; se organizaron y prepararon el triunfo futuro, pero la guerra, la lucha armada, hab¨ªa cesado. Comprend¨ªamos que nada se podr¨ªa conseguir por las armas, salvo causar la muerte in¨²til de muchos j¨®venes y de muchos ciudadanos.
Otro episodio de la vida de Monz¨®n que he contado fue su actitud de romper con la Rep¨²blica y con los republicanos, y de tratar que los vascos se entendieran con el pretendiente don Juan de Borb¨®n, precipit¨¢ndose a Estoril, por creer que lo que iba a triunfar, a la ca¨ªda de Franco, ser¨ªa la Monarqu¨ªa y no la Rep¨²blica.
Nuestro partido, que no exclu¨ªa la eventualidad, entonces lejana, de la instauraci¨®n de la Monarqu¨ªa en Espa?a, no era partidario de ir a Estoril y de romper con los republicanos ni con nadie, y, esperando el momento oportuno y pasados bastantes a?os, mantuvo, a unos kil¨®metros de la sede del Partido Nacionalista Vasco en Bayonne, una entrevista cordial e interesante con don Juan de Borb¨®n, a la que asistimos, en nombre de nuestro partido, don Francisco Basterrechea y yo.
No reprocho a Monz¨®n su actitud de entonces a favor de un entendimiento entre vascos y el jefe de la familia real; lo que le reprocho es que, veinte a?os despu¨¦s de aquella actitud, y precisamente cuando el hijo de don Juan ocupa la jefatura del Estado, en lugar de apoyar y buscar el entendimiento con esa jefatura y ese Estado, aliente y defienda la guerra que hace ETA contra dicho Estado, sus agentes y sus funcionarios.
Yo ped¨ª y pido a Monz¨®n que ponga su elocuencia, que es mucha, al servicio de la paz, no tratando de defender ante el Gobierno espa?ol las aspiraciones de la alternativa KAS, que son irrealizables, sino convenciendo, a los que hacen la guerra revolucionaria, de que, por el camino de la paz, se pueden defender los ideales que dicen profesar, con m¨¢s eficacia y con mejores resultados, descartando la muerte, la prisi¨®n y los sufrimientos de tantos j¨®venes y de tantas personas inocentes. Si lo que Dios le d¨¦ de vida, la consagra a trabajar por la paz, servir¨¢ al bien de nuestro pueblo, que desea vivir en libertad, paz y bienestar.
Activo incoherente
Monz¨®n se muestra contrario al Estatuto vasco aprobado por los Parlamentos vascos y por la comisi¨®n constitucional, a pesar de que este Estatuto es superior al de 1936 y contiene dentro de su texto a Navarra, cosa que no figuraba en el anterior, ni en la Constituci¨®n de 1931. Dice que ¨¦l estuvo en el Gobierno vasco, como en un Estado soberano e independiente, y que el Estatuto no se aplic¨® jam¨¢s. Esto es falso y la actitud de Monz¨®n sigue siendo incoherente.
Monz¨®n defendi¨® el Estatuto de Estella, que apenas si se diferenciaba del Estatuto que, adaptado a la Constituci¨®n de 1931, se aprob¨® el 5 de noviembre de 1933, y particip¨® activamente en la campa?a del refer¨¦ndum de este Estatuto, ya sin Navarra, y que qued¨® aprobado el d¨ªa 2 de octubre de 1936 por el Congreso de los Diputados, y su participaci¨®n en la campa?a de aquel refer¨¦ndum fue eminente, pues, adem¨¢s de hacerlo como orador brillante, lo hizo como presidente del Guipuzko Buru Batza y como diputado a Cortes, por Guip¨²zcoa, del Partido Nacionalista Vasco.
Cuando tom¨® posesi¨®n del cargo de consejero del Gobierno vasco ya hab¨ªa sido elegido Jos¨¦ Antonio Aguirre presidente del Gobierno y designado el Gobierno, de acuerdo con el texto del Estatuto vasco, que se cumpli¨® en esta parte tan importante, y todos los decretos y disposiciones legales que adopt¨® el Gobierno vasco se hicieron en el marco de las competencias atribuidas por el Estatuto al Gobierno, como puede comprobarse leyendo el Diario Oficial del Gobierno Vasco, si bien la separaci¨®n material del territorio de Vizcaya de la capital del Estado y las necesidades apremiantes de la guerra impon¨ªan cierta libertad de maniobra en de terminados campos de acci¨®n, usando siempre la facultad de representaci¨®n que le confer¨ªa al presidente el art¨ªculo 10 del Estatuto. Mi testimonio es v¨¢lido, ya que yo fui, con nombramiento oficial, asesor jur¨ªdico de la presidencia del Gobierno vasco.
El Ej¨¦rcito vasco
Monz¨®n dice que tuvimos un Ej¨¦rcito independiente propio de un Estado soberano, y eso es falso. El Ej¨¦rcito vasco estaba mandado por un general en jefe (Llano de la Encomienda y, despu¨¦s, Gamir) nombrado por el Gobierno espa?ol a propuesta del ministro de la Guerra, as¨ª como todos los miembros del Estado mayor, el coronel Montaud, el teniente coronel Azc¨¢rate (fusilado), el comandante Lafuente (fusilado) y otros militares cuyos nombres no recuerdo, ya que estoy escribiendo de memoria.
Nuestro Ej¨¦rcito vasco lo formaban veintiocho batallones del PNV, dos de STV, cuatro de ANV, dos de Jagi Jagi, veintid¨®s del Partido Socialista y de la UGT, cuatro del Partido Comunista, dos del Partido Republicano y cuatro de la CNT. Conociendo la ideolog¨ªa de socialistas, comunistas, republicanos y de la CNT dif¨ªcilmente se podr¨¢ admitir que el Ej¨¦rcito vasco era un Ej¨¦rcito independiente de un Estado soberano.
El Ej¨¦rcito vasco estaba equipado, armado, abastecido con recursos facilitados por el Ministerio de Hacienda del Gobierno central al consejero de Finanzas vasco.
Manuel Irujo era el vasco que representaba, no s¨®lo a su partido, sino tambi¨¦n al Gobierno vasco en el Gobierno central, y todos los d¨ªas su primera gesti¨®n era hacer peticiones a la presidencia, a Guerra, a Hacienda, cumpliendo los encargos siempre urgentes que le hac¨ªa el presidente del Gobierno vasco. En el tomo de descargos de la labor del presidente Aguirre figura gran parte de los telegramas, mensajes y comunicaciones en continua demanda al Gobierno de la Rep¨²blica para que se atendiera a las necesidades del Ej¨¦rcito vasco. Las armas que Monz¨®n y Picabea compraron en varios pa¨ªses de Europa fueron pagadas con divisas de la Hacienda del Gobierno de Madrid.
Sobre la acu?aci¨®n de moneda de que habla Monz¨®n, le concedo que el consejero de la Hacienda, ante la escasez de moneda met¨¢lica y ante la dificultad de traerla de Madrid, orden¨® emitir cierta cantidad de pesetas o duros, llamados Heliodoros. En cuanto a billetes, no hubo emisi¨®n de moneda, sino unos cheques bancarios al portador con garant¨ªa de los bancos que los emit¨ªan, parecidos a los que funcionaban en Santander y Asturias.
Sobre la marina de guerra propia, las autoridades de Marina y del Ej¨¦rcito pusieron un ca?¨®n en dos bous de pesca, cuyos tripulantes tuvieron el valor de enfrentarse con un barco de guerra, evitando que aprisionara a un barco que pudo entrar en Bermeo, siendo hundidos en la operaci¨®n y muertos varios pescadores que los tripulaban. Ello no da derecho a hablar de marina de guerra independiente, cuando en la r¨ªa de Bilbao, estuvo fondeado durante toda la guerra el destr¨®yer Jos¨¦ Luis D¨ªaz, dependiendo de la marina de guerra del Estado.
Monz¨®n, un poeta
Monz¨®n es un poeta con mucha imaginaci¨®n, que convierte en realidad lo que s¨®lo existe en su mente iluminada. As¨ª nos presenta a Zumalac¨¢rregui y al cura Santa Cruz como dos h¨¦roes de la independencia vasca. Zumalac¨¢rregui fue un coronel del Ej¨¦rcito espa?ol que se sublev¨® contra su Gobierno, pas¨¢ndose al bando carlista, que defend¨ªa la pretensi¨®n de don Carlos y un r¨¦gimen absolutista, contra el bando liberal y del Gobierno. En la guerra civil de 1936 se hubiera pasado al bando de Franco y de Mola en Navarra.
Las guerras carlistas fueron guerras civiles espa?olas, y los vascos estuvieron divididos en ambos bandos. Las capitales Bilbao, Pamplona, Vitoria y San Sebasti¨¢n, con sus juntas generales y sus Gobiernos forales, permanecieron en el bando del Gobierno y en el bando liberal. Zumalac¨¢rregui, con bastantes curas y gente de las zonas rurales, dio fuerza, con su talento militar, al bando carlista, y comprometi¨® seriamente la subsistencia del r¨¦gimen foral, suprimido por los Gobiernos centralistas de Espa?a y defendido en las Cortes por los diputados liberales Salazar, Moraza y otros.
La guerra civil de 1936 a 1939 no fue una guerra por la independencia de Euskadi, sino una guerra civil espa?ola, en la que los vascos estuvimos divididos en los dos bandos. Unos con los franquistas y otros en el bando de la Rep¨²blica, si bien los vascos de este bando creyeron tambi¨¦n defender la autonom¨ªa, las libertades vascas y los derechos de la persona humana.
Monz¨®n dijo, cuando el Estatuto vasco se aprob¨® en la comisi¨®n constitucional, que era un d¨ªa de alegr¨ªa en los consejos de administraci¨®n de las empresas, y de tristeza entre los trabajadores de los talleres.
Yo he dicho en los m¨ªtines, que esa noticia conten¨ªa tres falsedades: primera, que Monz¨®n no hab¨ªa le¨ªdo el Estatuto de Guernica, como no hab¨ªa le¨ªdo, seg¨²n su propia declaraci¨®n, el Estatuto del 36. Segunda, que ignoraba lo que pasaba en los consejos de administraci¨®n, porque no pertenec¨ªa a ninguno de ellos, y tercera, que tampoco sab¨ªa lo que pasaba en el mundo del trabajo, porque, afortunadamente para ¨¦l, no hab¨ªa trabajado en su vida.
Espero que Monz¨®n se dedique a luchar por la paz y a hacer versos, pues para ello est¨¢ dotado de inspiraci¨®n y de imaginaci¨®n.
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