Los portuqueses

El partido de esta noche en Chamart¨ªn es propicio a las nostalgias. Vuelve el f¨²tbol portugu¨¦s a Madrid. En la d¨¦cada de los cuarenta, el f¨²tbol espa?ol tuvo que emparentarse forzosamente con el lusitano. Era el pa¨ªs que confraternizaba en casi todo. Eraadem¨¢sla selecci¨®n ideal para enfrentarse a la espa?ola de aquellos a?os. En sus filas formaban Esp¨ªritu Santo, Cruz, Paciencia, Cuaresma, Marqu¨¦s, Feliciano y Serio. Era toda una invocaci¨®n, era el punto veinticinco de la formaci¨®n del esp¨ªritu nacional.El f¨²tbol espa?ol, a fuerza de medirse con el portugu¨¦s, estuvo a punto de crear un ranking Ib¨¦rico. Pero las jornadas destinadas a olvidar Aljubarrota acabaron convirti¨¦ndose en un nuevo motivo de fricci¨®n. Y hubo que cortar la racha de partidos internacionales para que Salazar no acabara reivindicando Olivenza, que era lo que ya ped¨ªan algunos en el estadio de Jamor.

La revancha portuguesa se produjo cuando el Benfica de Eusebio y Colunna, portugueses de ultramar, derrotaron al todopoderoso Real Madrid, que entonces, adem¨¢s del mejor equipo de Europa, era el mejor embajador del r¨¦gimen. El Estadio da Luz de Lisboa tambi¨¦n pas¨® a convertirse en una especie de canciller¨ªa salazarina.

Madrid y Oporto, esta noche, parten desde supuestos muy distintos. Por medio s¨®lo est¨¢ el prestigio futbol¨ªstico. Y el futuro econ¨®mico, porque al Real le vendr¨ªa muy bien apuntalar su d¨¦bil cuenta corriente. El Madrid quiere volver donde sol¨ªa, en lo deportivo. Buena falta le hace ahora que el ¨²nico campe¨®n europeo es el Barpa.