Ir¨¢n, la revoluci¨®n en expansi¨®n
LA CAIDA de Bazargan y su Gobierno y la asunci¨®n por Jomeini de todos los poderes en Ir¨¢n es una noticia excepcionalmente grave; sobre todo en el momento en que se produce, cuando la embajada de Estados Unidos ha sido asaltada y ocupada por estudiantes jomeinistas, que mantienen en ella sesenta rehenes.Bazargan llevaba nueve meses intentando frenar los excesos y des¨®rdenes de una revoluci¨®n justificada en su base (el alzamiento contra una tiran¨ªa y contra el poder exterior que la sosten¨ªa), pero descabellada en su forma y sus objetivos (la implantaci¨®n de una tiran¨ªa teol¨®gica, las ejecuciones sumarias, el exterminio de las minor¨ªas, el germen de la guerra santa), y en varias ocasiones intent¨® dimitir, pero no lo consigui¨®. En parte, por su propia noci¨®n de necesidad; en parte tambi¨¦n, por el terror que inspira, hasta a su primer ministro, el fanatismo crudo de Jomeini.
Esta vez Bazargan ha sido desplazado definitivamente del aparente poder que ten¨ªa. Puede ocurrir que le sustituya otro primer ministro y forme otro Gobierno; pero ser¨¢ ya un mero instrumento de Jomeini. Puede ocurrir tambi¨¦n, y es la otra salida, que Jomeini, con sus religiosos m¨¢s fan¨¢ticos -eliminados, o a punto de serlo, aquellos otros ayatollahs que presentaban soluciones moderadas-, mantenga enteramente el poder que asume ahora. Las dos opciones no ofrecen m¨¢s diferencia que la meramente formal.
El centro de la cuesti¨®n, en este momento, est¨¢ en la pugna con Estados Unidos por la ayuda m¨¦dica que est¨¢ dando al sha. El dilema que se le plantea a Carter es enormemente duro, sobre todo en un momento en que su figura es cada vez m¨¢s vacilante, m¨¢s borrosa. Ceder y expulsar al sha del centro hospitalario donde se encuentra ser¨ªa, pr¨¢cticamente, funesto; no s¨®lo para su carrera, sino para cierta imagen que se trata de mantener todav¨ªa de
Estados Unidos. Una acci¨®n violenta como la que algunos sectores duros proponen, y que consistir¨ªa en un desembarco militar para liberar la embajada y recuperar los rehenes -una acci¨®n semejante a la del aeropuerto de Entebbe por Israel- podr¨ªa tener consecuencias a¨²n m¨¢s graves Dejar las cosas como est¨¢n, limit¨¢ndose a una ruptura de relaciones diplom¨¢ticas, es una soluci¨®n de desprestigio. Quedaba la negociaci¨®n. Pero ese puente se ha cortado con la ca¨ªda de Bazargan; m¨¢s claramente, ha precipitado la ca¨ªda de Bazargan y la inclinaci¨®n de Ir¨¢n hacia la esfera irreductible de Jomeini. De quien se sabe, m¨¢s all¨¢ de lo que la diplomacia pueda admitir, que es el responsable directo de la ocupaci¨®n de la embajada de Estados Unidos. Los asaltantes de las embajadas de Gran Breta?a y de Irak han retrocedido. inmediatamente a la petici¨®n de Jomeini. Si no lo han hecho a¨²n los ocupantes de la embajada de Estados Unidos es porque esa orden no ha existido para ellos.
Pero debemos convenir en que el grave incidente con Estados Unidos no es m¨¢s que un s¨ªntoma, como la ca¨ªda de Bazargan. Son s¨ªntomas de que Ir¨¢n progresa incesantemente por ese camino de la totalidad revolucionaria religiosa, que est¨¢ dando a su pueblo la sensaci¨®n de venganza y de omnipotencia y que est¨¢ suponiendo un ejemplo para otros pueblos que permanecen todav¨ªa subyugados y con rasgos nacionales y culturales semejantes a los de Ir¨¢n. No es f¨¢cil que llegue a esos pueblos la contraimagen, la de la producci¨®n del caos y la incertidumbre que significa el jomeinismo, porque lo que tienen m¨¢s inmediatamente ante sus ojos es la otra opresi¨®n, la otra explotaci¨®n, la ausencia de salidas. La revoluci¨®n de ir¨¢n ha modificado todo el contexto; pero no parece haber modificado la sensibilidad pol¨ªtica de Occidente hacia el tipo de fen¨®menos que producen estos hechos. La simple esperanza de que Jomeini llegue a desacreditarse y a invalidarse a s¨ª mismo no es suficiente.
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