La pol¨ªtica econ¨®mica norteamericana, condicionada por un a?o electoral sin precedentes hist¨®ricos
La pronta entrada del senador Edward Kennedy, el adversario m¨¢s firme del presidente Carter, en la carrera electoral por la presidencia norteamericana ha introducido esta semana un nuevo y decisivo factor de incertidumbre en la ya insegura y renqueante pol¨ªtica econ¨®mica seguida por la Administraci¨®n estadounidense. Con el nombramiento de Paul Volcker para la presidencia del Federal Reserve Board, Carter eligi¨®, a finales del verano, la v¨ªa clara de la austeridad monetaria para resolver los males (inflaci¨®n, estancamiento, altos costes energ¨¦ticos) de la econom¨ªa norteamericana. Pero todo ensayo monetarista ortodoxo, y cualquier pol¨ªtica subsiguiente, puede cambiar en un a?o electoral, cuando la posici¨®n de los adversarios y la tendencia del electorado cuentan m¨¢s que la buena salud de la econom¨ªa.
Aunque falta exactamente un a?o para el d¨ªa final de la consulta electoral, el complicado sistema de elecci¨®n presidencial en Estados Unidos hace que dicho a?o se convierta en un aut¨¦ntico rosario de fechas (primarias, caucus, convenciones) electorales. En estas circunstancias, la media docena de aspirantes a candidatos que, como cabezas de serie, se disputan la presidencia, pueden influir tanto en las decisiones econ¨®micas que brotan de la Casa Blanca que, sus posiciones respecto a la pol¨ªtica econ¨®mica mantenida por Carter y la que ellos proponen, pasan de un segundo plano a ser decisivas.A simple vista, el presidente Jimmy Carter, que como incumbent es a priori el candidato mejor colocado para vencer, no solamente la nominaci¨®n presidencial de su partido (el dem¨®crata), sino la elecci¨®n en noviembre de 1980, tiene un a?o dif¨ªcil desde el punto de vista econ¨®mico. La econom¨ªa norteamericana, afectada por una inflaci¨®n de dos d¨ªgitos (13-14%), no conseguir¨¢ librar las tensiones inflacionistas en este a?o electoral, se ver¨¢ sometida a una pol¨ªtica monetaria fuertemente restrictiva y, como consecuencia de ¨¦sta, ver¨¢ su ¨ªndice de desempleo subir en un porcentaje superior al 7% de la fuerza laboral actual.
Las diferentes pol¨ªticas econ¨®micas
La posici¨®n de Jimmy Carter, el hombre que de la nada supo arrasar a sus oponentes durante las primarias, en las elecciones de 1976, se ha visto notablemente debilitada por el curso de los acontecimientos econ¨®micos, que le han forzado a adoptar medidas poco o nada populares en un a?o que, con su imagen por los suelos, va a necesitar de todas las ayudas que pueda.Quiz¨¢, esta serie coincidente de acontecimientos negativos sea la raz¨®n por la que el senador Edward Kennedy, el presidenciable eterno de la rica familia de Massachussets, se haya decidido a presentar batalla a su jefe de partido, en una elecci¨®n que, por tradici¨®n y por respeto a las normas internas del partido, estaba reservada de antemano al incumbent president (presidente en activo).
La temida entrada del liberal Kennedy en el panorama electoral, aunque indudablemente no sea ¨¦sta la ¨²nica raz¨®n, habr¨ªa forzado meses antes a una total modificaci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica de Carter. En principio, un presidente dem¨®crata no tuvo m¨¢s remedio que nombrar para la presidencia del Federal Reserve Board a un monetarista conservador, el respetado Paul Volcker.
Pero, la adopci¨®n inmediata de una meridiana pol¨ªtica fiscal y monetaria de austeridad, contradice no s¨®lo las reglas dem¨®cratas, sino que le har¨¢ enormemente vulnerable a los ataques del ?liberal? Kennedy y, al tiempo, minimizar¨¢ los riesgos pol¨ªticos que tambi¨¦n suponen para ¨¦ste el defender una pol¨ªtica econ¨®mica m¨¢s acorde con los remedios poskeynesianos y liberales, incluso en un momento tan especial de la econom¨ªa mundial en el que estas f¨®rmulas parecen en desuso o, por lo menos, rechazadas por los expertos.
Por de pronto, la presencia de Kennedy en la carrera electoral va a abrir campo a la especulaci¨®n de lo que ser¨¢ la econom¨ªa norteamericana con otro hombre en la Casa Blanca y, tambi¨¦n, va a condicionar lo que va a ser de la econom¨ªa estadounidense con el actual ocupante. El debate gigantesco que se est¨¢ iniciando en Estados Unidos en torno a la necesidad de un recorte fiscal -una reducci¨®n de los impuestos- no es m¨¢s que un indicio de las sorpresas que puede proporcionar la Casa Blanca en un a?o electoral, en lo que se refiere a pol¨ªtica econ¨®mica.
Con una pol¨ªtica monetaria restrictiva, que ha dificultado la capacidad de cr¨¦dito del consumidor e impuesto nuevas barreras en las disponibilidades de compra de nuevas viviendas (un sector enormemente importante en Estados Unidos), Carter no va a tener m¨¢s remedio que conceder una sustancial reducci¨®n impositiva durante el a?o 1980, con dos objetivos fundamentales: ayudar a poner en marcha una econom¨ªa que presuntamente tocar¨¢ el fondo de la recesi¨®n y, segundo, ayudar al sufrido consumidor a superar las incomodidades pasadas.
Eso es, al menos, lo que dicen los defensores del recorte fiscal. Y hay que decir que, entre ellos, no s¨®lo se encuentran los republicanos, sino tambi¨¦n su principal oponente dem¨®crata, el senador Kennedy.
Claro que hay algunos que mantienen que Carter no llegar¨¢ entero a ese momento, que podr¨ªa producirse a principios de verano. Y mantienen ¨¦stos que, para entonces, Kennedy habr¨¢ barrido a Carter en las primarias y le habr¨¢ forzado a abandonar sus aspiraciones a repetir t¨¦rmino en la Casa Blanca. S¨ª esto as¨ª sucede, y de ser as¨ª se ver¨¢ para mayo, Carter tendr¨¢ entonces las manos libres y ya dar¨¢ igual hacer una cosa u otra.
Recortes fiscales
Si, por el contrario, Carter consigue detener a Kennedy en las primarias, el presidente dem¨®crata se ver¨¢ de nuevo en mitad del debate, ya que tendr¨¢ enfrente a los aspirantes republicanos, que, como si se tratara de un solo hombre, todos defienden reducciones fiscales, que van de ?uno muy amplio? (caso de Ronald Reagan) hasta ?uno grande?, entre 50.000 y 100.000 millones de d¨®lares (caso John Connally), pasando por ?uno inicial de 10.000 millones?, hasta ver qu¨¦ pasa (caso del senador Baker).En estos momentos, la Administraci¨®n norteamericana se encuentra muy dividida en lo que hacer respecto a la pol¨ªtica fiscal. Evidentemente, el campo capitaneado por Volcker, y en el que tambi¨¦n est¨¢ el secretario del Tesoro, William Miller, defiende a capa y espada su posici¨®n de austeridad monetaria y fiscal. En el otro campo est¨¢n los liberales dem¨®cratas y los electoralistas, presumiblemente ese sector que tanto influye en Carter, como son los georgianos, Hamilton Jorda, Jody Poweel, etc¨¦tera. Claro que los primeros son f¨¢ciles de convencer por necesidades perentorias de campa?a, y los segundos pueden ser callados por el peso de las razones econ¨®micas.
El presupuesto equilibrado
La lucha antinflacionista ser¨¢ el centro del debate, y, tal como prometi¨® Carter a los sindicatos AFL-CIO, en el acuerdo nacional que firm¨® a ¨²ltimos de septiembre, puede hacer lo imposible y presentar el recorte fiscal como una medida antiinflacionista. Para ello necesitar¨¢ aplicar el recorte en aquellos sectores que no solo suavicen la presi¨®n sobre el consumidor, sino que tambi¨¦n permita a la econom¨ªa norteamericana salir de la recesi¨®n en que indudablemente entrar¨¢ como consecuencia de las medidas Volcker-Miller.En este sentido es de esperar, dicen los expertos, que Carter reducir¨¢ impuestos, tanto a nivel individual como a las grandes empresas, de forma que se cree la imagen de que es necesario acumular capital para crear nuevos puestos de trabajo. Un aumento del gasto p¨²blico estar¨ªa tambi¨¦n en dicha l¨ªnea.
Pero la coincidencia de estas medidas, si se adoptaran conjuntamente, pondr¨ªa en dif¨ªcil situaci¨®n el objetivo p¨²blico de Carter de obtener un presupuesto equilibrado, o con el m¨ªnimo de d¨¦ficit, en los a?os pr¨®ximos. La posici¨®n de los candidatos, o aspirantes a las dos candidaturas, difiere tambi¨¦n profundamente en este tema. Kennedy, pese a su etiqueta liberal, ha cedido en este punto y preconiza tambi¨¦n un l¨ªmite en los gastos p¨²blicos; pero no a costa de los programas sociales, como de hecho mantiene Carter. Ronald Reagan, ahora el aspirante republicano con mejor posici¨®n te¨®rica, llega a hablar de una enmienda constitucional para impedir d¨¦ficits presupuestarios. Algo parecido habla John Connally, el hombre que puede dar la sorpresa en 1980, y a ambos les rebate Baker, que quiere precauci¨®n fiscal pero no aventuras constitucionalistas.
Un tema vital, que decide debido a sus cifras astron¨®micas en la cuesti¨®n presupuestaria, es el monto de los gastos dedicados a la defensa (m¨¢s de la cuarta parte del total). Aqu¨ª, curiosamente, todos los candidatos, con ligeras variaciones, parecen estar de acuerdo, incluso el liberal Kennedy. En una entrevista con el semanario Business Week, Kennedy habla ya de mantener el actual nivel de gastos en defensa, incluso con el incremento a?adido del 3% en t¨¦rminos reales, que Carter defiende. Otro tanto, o m¨¢s, mantienen los tres principales opositores republicanos.
La batalla de la Seguridad Social
Una cuesti¨®n en la que, por el contrario, est¨¢n todos en desacuerdo es la de la Seguridad Social, o, hablando en expresiones acordes a los esquemas norteamericanos, la del Seguro Sanitario Nacional. Aunque su impacto econ¨®mico quiz¨¢ sea limitado, frente a otras medidas de pol¨ªtica econ¨®mica, s¨ª es una cuesti¨®n que, desde el punto de vista electoral, influir¨¢ decisivamente en las decisiones que se adopten, o se prometan, en el a?o electoral. Por de pronto, Kennedy ha llegado a justificar sus aspiraciones presidenciales casi exclusivamente en este tema, aunque para otros, como el republicano Reagan o el ex dem¨®crata Connally, el tema es tab¨².Edward Kennedy defiende la creaci¨®n de un nuevo sistema nacional de seguro m¨¦dico que, a un coste aproximado anual de 35.000 millones de d¨®lares, garantice a todo ciudadano norteamericano la cobertura universal de todos los riesgos m¨¦dicos, con unos l¨ªmites en determinados gastos.
Y, por ¨²ltimo, cualquier medida o decisi¨®n econ¨®mica a adoptar en este a?o electoral no ser¨ªa analizada en su conjunto sin entender el problema de imagen de Carter. Al presidente norteamericano se le acusa de haber perdido la voluntad y la imaginaci¨®n para poner en marcha la econom¨ªa del pa¨ªs, e incluso se lleg¨® a decir, por algunos dirigentes europeos asistentes a la reuni¨®n del FMI en Belgrado, que Carter era ya m¨¢s una liability, una carga, que un factor positivo para resolver la crisis. El factor de incertidumbre y de decisiones sorprendentes o inesperadas que esta imagen de Carter supone, puede ser, quiz¨¢, el dato m¨¢s importante a tener en cuenta en un a?o electoral que, desde el punto de vista econ¨®mico, no ha tenido parang¨®n reciente en las elecciones norteamericanas.
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