Oriente y Occidente, mitos de una geograf¨ªa imaginaria
Uno de los h¨¢bitos humanos m¨¢s extra?os, menos estudiados y m¨¢s persistentes, es la divisi¨®n absoluta que se hace entre Oriente y Occidente. Esta geograf¨ªa imaginaria, de origen casi enteramente occidental que divide al mundo en dos esferas desiguales y fundamentalmente opuestas, ha producido m¨¢s mitos, mayor ignorancia con conocimientos y m¨¢s ambiciones que cualquier otra apreciaci¨®n de diferencias.Durante siglos, los europeos y norteamericanos se han embelesado con el misticismo oriental, con la pasividad y las mentalidades orientales. Traducido a la pol¨ªtica, exhibido como conocimiento, presentado como entretenimiento en art¨ªculos de viaje, novelas, pinturas, m¨²sica o pel¨ªculas, este ?orientalismo? ha pervivido virtualmente inalterado como una especie de sue?o que justificaba, a menudo, aventuras coloniales occidentales o una conquista militar.
Sobre las maravillas de Oriente se levant¨® un edificio de fantas¨ªa, revestido fuertemente con miedo, deseos, sue?os de poder y, por supuesto, un conocimiento muy parcial por parte de Occidente.
Misteriosamente grandiosa y oriental, e incorporando elementos de la tradici¨®n judeo-cristiana, el Islam jam¨¢s se someti¨® completamente al poder de Occidente. Sus diversos estados e imperios siempre dieron a Occidente unos formidables contendientes pol¨ªticos y culturales, as¨ª como m¨²ltiples oportunidades para afirmar la superior identidad occidental. De esta manera, comprender el Islam ha significado para Occidente intentar convertir su variedad en una esencia monol¨ªtica est¨¢tica, su originalidad en una copia barata de la cultura cristiana, su pueblo en temibles caricaturas.
Los primeros cr¨ªticos cristianos del Islam utilizaron como blanco la figura humana del profeta, acus¨¢ndole de promiscuidad, sedici¨®n y charlataner¨ªa. A medida que florecieron los tratados sobre el Islam y Oriente, 60.000 libros entre 1800 y 1950, las potencias europeas ocuparon grandes extensiones de territorio isl¨¢mico, argumentando que puesto que los orientales no sab¨ªan nada de democracia y eran esencialmente pasivos, la ?misi¨®n civilizadora? de Occidente, expresada en los estrictos programas de modernizaci¨®n desp¨®tica, consist¨ªa en transformar finalmente el Oriente en una copia exacta de Occidente.
Hubo, sin embargo, grandes orientalistas; hubo esfuerzos aut¨¦nticos, como el de Richard Burton, el explorador brit¨¢nico que tradujo Las mil y una noches, por entender el Islam. Sin embargo, persisti¨® una crasa ignorancia, como suceder¨¢ siempre que el miedo a lo diferente se traduzca en, un intento de dominaci¨®n. Estados Unidos hered¨® el legado orientalista, y lo emple¨® de manera acr¨ªtica en sus universidades, en los medios de informaci¨®n de masas, en la cultura popular y en la pol¨ªtica imperialista. En el cine y en las historietas c¨®micas se representa a los musulmanes ¨¢rabes bien como una turba sanguinaria, o como unos s¨¢dicos lascivos de nariz aguile?a. Los especialistas universitarios decretaron que en el Islam todo es isl¨¢mico, que ellos, los musulmanes, no entend¨ªan de democracia, tan s¨®lo de represi¨®n y de oscurantismo medieval. A la inversa, se argumentaba que mientras que la represi¨®n obrara en favor de los intereses de Estados Unidos, no era represi¨®n del Islam, sino una forma de modernizaci¨®n.
Si los ¨¢rabes palestinos perd¨ªan sus tierras o sus derechos pol¨ªticos a manos del sionismo, o si los poetas iran¨ªes eran torturados por la Savak, Occidente no perd¨ªa mucho tiempo pregunt¨¢ndose si los musulmanes sufr¨ªan, si resistir¨ªan a la opresi¨®n o si sent¨ªan amor y alegr¨ªa.
Nadie vio que el Islam cambiaba de un lugar a otro, sujeto tanto a la historia como a la geograf¨ªa. El Islam fue considerado, sin la menor vacilaci¨®n, como una abstracci¨®n y jam¨¢s como una experiencia. Nadie se molestaba en juzgar a los musulmanes en t¨¦rminos pol¨ªticos, sociales y antropol¨®gicos que fueran vitales y matizados, y no vulgares y provocativos. De repente, se habl¨® de ?regresi¨®n del Islam? cuando el ayatollah Jomeini, que procede de una larga tradici¨®n de oposici¨®n a una monstruosa monarqu¨ªa, reclam¨® su legitimidad nacional, religiosa y pol¨ªtica de hombre santo isl¨¢mico. Menahem Begin se confiri¨® a s¨ª mismo autoridad para hablar en nombre de Occidente cuando dijo que tem¨ªa este regreso a la Edad Media, justo en un momento en que justificaba la ocupaci¨®n israel¨ª de tierra ¨¢rabe con autorizaciones del Antiguo Testamento.
?Comenzaban los orientalistas, por fin, a preguntarse por su Islam, que dec¨ªan que hab¨ªa ense?ado a los fieles a no resistir nunca una tiran¨ªa ?l¨ªcita, a no dar jam¨¢s ning¨²n valor al sexo o al dinero, a no perturbar jam¨¢s la mano del destino? ?Se par¨® alguien a pensar si los aviones F-15 eran la respuesta a todas nuestras preocupaciones sobre el Islam? ?Eran los castigos isl¨¢micos que tanto atormentaban a la prensa, m¨¢s crueles que, digamos, los bombardeos con napalm de los campesinos ais¨¢ticos9
Necesitamos algo de entendimiento para darnos cuenta de que la represi¨®n no es exclusivamente isl¨¢mica u oriental, sino que constituye un aspecto reprensible de la naturaleza humana. El Islam no puede explicar todo lo que sucede en Africa y Asia, de la misma manera que el cristianismo no puede explicar lo que sucede en Chile o en Africa del Sur. Si los trabajadores iran¨ªes, los estudiantes egipcios, o los campesinos palestinos protestan contra Occidente o contra Estados Unidos, es una reacci¨®n concreta a una pol¨ªtica determinada que les afecta.
En Ir¨¢n y en el resto de los pa¨ªses, el Islam no ha regresado simplemente; siempre ha estado ah¨ª, no como una abstracci¨®n o un grito de guerra, sino formando parte de una forma de vida en la que el pueblo cree, de una forma de dar gracias, de tener valor, etc¨¦tera. ?No calmar¨¢ nuestros temores la aceptaci¨®n del hecho de que la gente hace lo mismo dentro y fuera del Islam, de que los musulmanes viven en la historia y en nuestro mundo com¨²n, y no simplemente en el contexto isl¨¢mico?
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