Los suplicatorios y otras cosas
CUANDO, HACE algunos meses, Gladys del Estal, una muchacha de origen venezolano que se sum¨® a la marcha antinuclear contra Lem¨®niz por razones estrictamente ecol¨®gicas, encontr¨® absurdamente la muerte en Tudela, capital de la Ribera navarra, alguien situado en los ant¨ªpodas del abertzalismo radical, pero dotado de un especial sentido del humor negro, hizo un chiste: ?Parecer¨ªa como si el Ministerio del Interior tuviera corno asesor de sus disparates al mism¨ªsimo Apala.? La carta que ha dirigido Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s al presidente de las Cortes podr¨ªa hacer extensiva esa broma dolorida y amarga al se?or Lavilla, a los medios de comunicaci¨®n, que han crucificado, como en los viejos tiempos de la dictadura, al diputado de Exiskadiko Ezkerra, al diputado de UCD ?intuidor? de las connivencias penales de esta coalici¨®n con ETA (p-m) y a las instancias que promueven el suplicatorio de Bandr¨¦s y el procesamiento de Onaind¨ªa.Solamente a quienes en el fondo de sus pasiones desean que los tanques enfilen los puertos de Echeg¨¢rate y Bar¨¢zar podr¨ªa ocurr¨ªrseles la peregrina idea de que, la forma adecuada de acabar con el terrorismo en el Pa¨ªs Vasco es acosar, hostigar y derribar de la legalidad a los dirigentes pol¨ªticos de Eusk¨¢diko Ezkerra, que, vinculados sin duda en sus or¨ªgenes a ETA pol¨ªtico-militar -ellos ser¨ªan la rama pol¨ªtica de una misma organizaci¨®n-, aportaron una contribuci¨®n decisiva al voto afirmativo al Estatuto de Guernica y, aunque desgarrados por razones y emociones de signo opuesto, son depositarios de algunas de las claves que pueden permitir contemplar sin total desesperanza el futuro del Pa¨ªs Vasco y de la democracia espa?ola. ?De verdad creen los linchadores morales de Bandr¨¦s y los promotores del enjuiciamiento de Onaind¨ªa que ¨¦stos son autores, encubridores o c¨®mplices del secuestro de Javier Rup¨¦rez? En una ocasi¨®n dijo Anatole France que la ¨²nica diferencia entre un malvado y un est¨²pido es que aqu¨¦l descansa a veces y ¨¦ste no cesa nunca. La campa?a contra Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, con cuyos planteamientos pol¨ªticos discrepamos abiertamente, por otro lado, hace pensar que la dirigen e instrumentan un n¨²mero mayor de ineptos que de perversos.
El presidente del Congreso ha incurrido en todo este asunto en responsabilidades de omisi¨®n. Tiene raz¨®n el diputado Bandr¨¦s cuando protesta de la indefensi¨®n en que el presidente de la C¨¢mara ha dejado a uno de sus miembros. Un parlamentario de la Espa?a democr¨¢tica no es, aunque algunos se esfuercen en que lo parezca, un procurador de las Cortes franquistas. Representa de veras a los ciudadanos que lo han enviado a las Cortes para defender sus ideas y sus intereses. El Parlamento es la clave del arco de la democracia representativa y no la caja de resonancias del Gobierno; lejos de ser una prolongaci¨®n de ¨¦ste, es el ejecutivo quien emana, de la voluntad popular, representada en las Cortes. Por eso es preciso que ¨¦stas defiendan los derechos de sus miembros a la libre expresi¨®n de sus ideas y a la inmunidad de su fuero. Incluso si esas ideas son arbitrarias, alocadas e injustas. No existe el delito de opini¨®n, no debe de existir, para un parlamentario. Este peri¨®dico se ha pronunciado repetidas veces, y seseguir¨¢ pronunciando, abiertamente con tra la ideolog¨ªa de los diputados abertzales, que amparan verbalmente el empleo de la violencia y la criminalidad de ETA. Pero en el caso de la concesi¨®n de suplicatorios contra diputados elegidos por cientos de miles de ciuda danos, entendemos que s¨®lo pueden y deben producirse si estos representantes son acusados de delitos comunes, o de la comisi¨®n de actos de violencia o terrorismo. Nunca por sus opiniones, por detestables que sean. Y esto vale lo mismo para el se?or Monz¨®n que para el se?or Pi?ar cuado pide en p¨²blico la ca¨ªda de la Monarqu¨ªa y la instauraci¨®n de una rep¨²blica.
Dicho todo lo que est¨¢ dicho, la decisi¨®n de Bandr¨¦s de ?abrir un par¨¦ntesis? en su actuaci¨®n parlamentaria, permanecer en el Pa¨ªs Vasco como abogado defensor y limitar su actuaci¨®n en el Congreso a ?elevar la voz o emitir el voto? cuando considere necesario hacerlo ?en favor del pueblo vasco y de los trabajadores de todo el Estado espa?ol?, creemos que es equivocada. La ¨²nica forma de diferenciar su opci¨®n de la que defienden los diputados desertores de Herri Batasuna -verdaderos tr¨¢nsfugas de la propia dignidad parlamentaria- es que siga ?apostando con energ¨ªa por la democratizaci¨®n pol¨ªtica? desde su esca?o y, de esta forma, marque claramente sus distancias respecto al se?or Monz¨®n, al se?or Letamend¨ªa y a todos quienes creen que ?apoyar el Estatuto de Guernica es hacer una pol¨ªtica de consenso y de segu¨ªdismo de UCD? o que ?debe aplaudirse sistem¨¢ticamente y sin sentido. cr¨ªtico toda actuaci¨®n de rechazo?.
En definitiva, no son diferentes, no deben serlo, los esquemas de respeto al Parlamento que unos y otros deben guardar. El desprec¨ªopor los propios diputados de la funci¨®n de la dignidad parlamentaria -comenzando por la deserci¨®n de los de HB y terminando por las campa?as orquestadas desde otros esca?os- es una estocada segura en el coraz¨®n de la estabilidad de un r¨¦gimen democr¨¢tico. Ojal¨¢ que la votaci¨®n de ayer no pueda ser recordada como un error pol¨ªtico irremediable.
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