Un viaje a Par¨ªs
ENTRE LA interpretaci¨®n que la misi¨®n oficial espa?ola ha dado de su viaje rel¨¢mpago a Par¨ªs y la cort¨¦s versi¨®n que de esa misma gira ofrecen las autoridades francesas existe un contraste demasiado grande como para atribuirlo simplemente a manipulaciones informativas.Los problemas de protocolo y fijaci¨®n del interlocutor v¨¢lido para el presidente del Gobierno espa?ol en su visita a Francia han pesado seguramente con exceso en el planteamiento de un viaje aplazado sin demasiados motivos durante casi un a?o. Para serjustos, aclaremos que no se trataba de una cuesti¨®n bizantina. El jefe del Estado no es, en la V Rep¨²blica, un rey moderador y arbitral, sino un pol¨ªtico profesional elegido cada siete a?os en las urnas y dotado de los poderes y responsabilidades propios de un r¨¦gimen presidencialista. En consecuencia, el primer ministro franc¨¦s posee menores competencias e independencia que el presidente del Gobierno en nuestra Monarqu¨ªa parlamentaria. As¨ª, el se?or Giscard d'Estaing no iguala en representatividad a don Juan Carlos, aunque le exceda,en poderes. Y el se?or Barre, un notable profesor de Econom¨ªa, carece del amplio campo de atribuciones del se?or Su¨¢rez, cuya investidura parlam¨¦ntaria s¨®lo puede ser anulada por un voto de censura constructivo del Congreso.
Por lo dem¨¢s, el balance del viaje se muestra m¨¢s que difuso, sobre todo por la ausencia de un comunicado conjunto. Tras la visita sabemos que, en adelante, ser¨¢ el primer ministro franc¨¦s, y no el presidente de la Rep¨²blica, el interlocutor v¨¢lido del presidente del Gobierno espa?ol para las proyectadas reuniones anuales. Se nos informa asimismo que el quitanieves de la diplomacia personal ha eliminado el ?hielo? de las relaciones franco-espa?olas, pero no se indican los problemas recubiertos por esa met¨¢fora y ni siquiera si esas bajas temperaturas fueron reales o producto de una fiebre imaginativa. El compromiso formal de no privar a los trabajadores espa?oles en Francia de sus derechos adquiridos es una noticia buena, pero antigua; por lo dem¨¢s, ese trato, que se extender¨¢ tambi¨¦n a griegos, portugueses y norteafricanos, es un acto de estricta justicia.
El presidente del Gobierno espa?ol ha hablado de satisfactorias profundizaciones en temas bilaterales, comunitarios y de cooperaci¨®n internacional. No cabe descartar que la cuesti¨®n de los ?santuarios? de ETA en los Pirineos atl¨¢nticos, eludida en las conferencias de prensa celebradas en Par¨ªs y en Madrid, haya sido tratada en r¨¦gimen de ?diplomacia secreta?, pero tampoco es seguro que as¨ª haya ocurrido. Parece evidente que la posici¨®n espa?ola respecto al Sahara es muy distinta de la francesa y que la expresi¨®n utilizada por el se?or Su¨¢rez -?quiz¨¢ tenga algunas diferencias?- es m¨¢s que nada un eufemismo. Los proyectos de cooperaci¨®n hispano-francesa en Latinoam¨¦rica no resultan demasiado f¨¢ciles de imaginar, al menos en beneficio del pa¨ªs que aportar¨ªa los v¨ªnculos hist¨®ricos, culturales e idiom¨¢ticos con ese continente. Las charlas acerca de la Conferencia de Seguridad y Cooperaci¨®n Europea, que se celebrar¨¢ en Madrid en 1980, y del eventual apoyo espa?ol a una eventual conferencia europea de desarme. cubrieron un inevitable rengl¨®n de la agenda. Finalmente, el silencio sobre el ingreso de Espa?a en la Comunidad Econ¨®mica Europea, y el obvio recordatorio de que Bruselas es la capital donde se celebran esas conversaciones indican las resistencias francesas a comprometer las elecciones presidenciales de 1981 con planteamientos n¨ªtidos acerca de ese contencioso.
En definitiva, lo m¨¢s sustancial del viaje es la institucionalizaci¨®n de las relaciones bilaterales con dos reuniones cumbres al a?o; y la constataci¨®n a?adida de que el di¨¢logo Madrid-Par¨ªs se ha desbloqueado. Pero existen. multitud de desacuerdos, y Espa?a deber¨ªa finalmente calibrar en su justa medida la actitud nada entusiasta en la colaboraci¨®n de su vecino del Norte.
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