Javier Rup¨¦rez, a trav¨¦s del espejo
LA LIBERACION de Javier Rup¨¦rez, tras un mes de secuestro, es una de las pocas noticias que pueden levantar el ¨¢nimo y autorizar cierto optimismo en el clima pesado, desesperanzado y cargado de malos presagios del oto?o de 1979. Abundantes son los datos de signo pesimista: el lento pero imparable avance del desempleo, la persistencia de un terrorismo tan sangriento como absurdo en el Pa¨ªs Vasco, las tempestades autonomistas en Galicia y Andaluc¨ªa desatadas por los vientos fr¨ªvolamente sembrados por la listeza gubernamental y la demagogia de la oposici¨®n, los efectos desproporcionadamente negativos que sobre el Estatuto de los Trabajadores ha producido la ruptura del consenso con el PCE, la involuci¨®n autoritaria reflejada en la ofensiva contra el diputado Bandr¨¦s, el inconstitucional decreto-ley para prolongar la ley Antiterrorista y los suplicatorios de los se?ores Monz¨®n y Letamendia, la torpeza del Gobierno para entender y dar cauces legales a la protesta de los alumnos de segunda ense?anza y los estudiantes universitarios, la negativa influencia de la pol¨ªtica vaticana sobre nuestra legislaci¨®n civil, la movilizaci¨®n del 18 de noviembre y los desmanes de Fuerza Nueva en Valladolid y Andaluc¨ªa y la sensaci¨®n de estupor, falta de imaginaci¨®n y pobreza pol¨ªtica que el Gobierno transmite a la opini¨®n. Pero la flexibilidad, humanidad y buen sentido que han mostrado aquellos medios oficiales que estaban en condiciones de permit¨ªrselo sin poner en bancarrota el principio de autoridad del Estado merecen no s¨®lo el agradecimiento del liberado se?or Rup¨¦rez y de sus familiares y amigos, sino el elogio, del resto de los ciudadanos. Y tambi¨¦n -por qu¨¦ no decirlo- la decisi¨®n de devoIver sano y salvo a su reh¨¦n, sin cerco policial que lo hiciera inevitable, abre un leve pero no desde?able margen de esperanza sobre la lejana pero no descartable posibilidad de que ETA pol¨ªtico- militar termine alg¨²n d¨ªa por abandonar las enloquecidas premisas que orientan su acci¨®n hacia el terror, la violencia y la lucha armada y acepte el terreno de la negociaci¨®n, la pacificaci¨®n y las libertades democr¨¢ticas. Sabido es que resulta muy dif¨ªcil descabalgar de un tigre y que probablemente el intentarlo expone al jinete al riesgo de ser devorado por la fiera o abatido a tiros por el cazador. Al fin y al cabo, la historia entera de ETA desde la escisi¨®n de ETA-berri hasta la que enfrent¨® a los milis con los poli-milis es una tr¨¢gica saga de dirigentes que apuestan por el abandono radical o progresivo de las armas y no son seguidos por quienes manejan la goma-2 o las metralletas. Sin embargo, ning¨²n dem¨®crata deber¨ªa cerrar el edificio constitucional a quienes ma?ana o pasado ma?ana llamen a sus puertas. Y menos que nadie, los herederos o coet¨¢neos de los militantes del PSOE y del PCE que lucharon en el maquis en la d¨¦cada de los cuarenta y tardaron varios a?os en descender de las monta?as.La v¨ªspera de la liberaci¨®n del se?or Rup¨¦rez, una radio bilba¨ªna transmit¨ªa un interrogatorio del secuestrado con sus carceleros. En una persona con la entereza moral y la solidez pol¨ªtica de Javier Rup¨¦rez, las obvias presiones ambientales del encierro y las amenazas para su vida inherentes a su situaci¨®n dif¨ªcilmente podr¨ªan haberle arrancado falsas confesiones o mentiras protectoras. En ese sentido, el viaje del diputado de UCD a trav¨¦s del espejo, desde el mundo tranquilo y amable en que rigen los valores de la democracia parlamentaria y de la reforma pol¨ªtica hasta un pa¨ªs bien distante del inventado por Lewis Carroll y habitado por marginados, rebeldes y contestatarios, no deber¨ªa ser interpretado exclusivamente seg¨²n los esquemas del lavado de cerebro o de la persuasi¨®n oculta. En ese arriesgado, involuntario y condenable viaje, Javier Rup¨¦rez ha visto probablemente, no la verdadera cara de la Luna, pero s¨ª la sinceridad, no por aberrante menos real, con la que unos muchachos desesperados viven, desde su peculiar y desviada ¨®ptica, algunos de los efectos sobre el Pa¨ªs Vasco de una pol¨ªtica gubernamental en demasiadas ocasiones inconexa, poco audaz y simple seguidora de la cola de los acontecimientos.
En sus forzadas declaraciones, por lo dem¨¢s, el se?or Rup¨¦rez, no hizo sino dar expresi¨®n p¨²blica a convicciones bastante extendidas en los medios oficiales y que s¨®lo un equivocado sentido de la raz¨®n de Estado o un condenable reflejo defensivo llevan en ocasiones a negar: que la tortura se sigue practicando en la Espa?a democr¨¢tica, pese a que el art¨ªculo 15 de la Constituci¨®n la prohibe, y que las medidas de gracia para quienes depongan las armas y acepten la reconciliaci¨®n se hallan inscritas en cualquier perspectiva a medio o largo plazo para conseguir que el Estatuto de Guernica funcione y que la paz reine en el Pa¨ªs Vasco.
A este respecto, es una cuesti¨®n de principios, que no acepta componendas ni matices, la estricta vigilancia por el Gobierno del cumplimiento del articulo 15 de la Constituci¨®n, que taxativamente establece que los ciudadanos de este pa¨ªs ?en ning¨²n caso pueden ser sometidos a tortura ni a penas o tratos inhumanos o degradantes?. El argumento de que los terroristas tambi¨¦n lo incumplen, de que ETA no ha abolido la pena de muerte y de que el secuestro del se?or Rup¨¦rez constituy¨® una flagrante violaci¨®n de los derechos humanos s¨®lo pueden esgrimirlo los partidarios de la ley del Tali¨®n o de la ley de la selva. Y si bien los terroristas que siguen asesinando y que rechazan el Estatuto de Guernica y la autonom¨ªa vasca en nombre de ideales tan abstractos como crueles, no s¨®lo no son acreedores de cuartel, sino que ni siquiera lo piden, la imposibilidad jur¨ªdico-constitucional de la amnist¨ªa y la evidente inconveniencia de las medidas de gracia mientras las armas sigan hablando no deber¨ªan convertirse en obst¨¢culos insalvables para que en el futuro la pacificaci¨®n de Espa?a y del Pa¨ªs Vasco utilice los instrumentos necesarios y las medidas adecuadas para conseguirla.
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