El Valenciano es una variante regional del idioma
Catedr¨¢tico de Ling¨¹¨ªstica valenciana
Ten¨ªa mucha raz¨®n un director general que, hace unos meses, me comentaba que los valencianos somos un pueblo dif¨ªcil. Dif¨ªciles de entender por los dem¨¢s, desde luego, pero tambi¨¦n con grandes dificultades. para entendernos y realizarnos nosotros mismo!. Somos; ciertamente, un pueblo meridional, es decir, vehemente e imaginativo, vitalista y sensual, poco reflexivo, bastante agresivo y, sobre todo, estrepitoso.
Somos un pueblo que conoce muy poco su propia historia porque apenas nos la han ense?ado, pero no la ignoramos tanto que desconozcamos algunos episodios que nos acomplejan indudablemente. Recordamos que cuando, en 1625, Felipe IV, siempre ansioso de dinero, lo pidi¨® a sus estados de la corona de Arag¨®n, las Cortes catalanas fueron convocadas en L¨¦rida; las aragonesas, en Basbastro, pero las valencianas, en Monz¨®n, es decir, fuera del reino de Valencia, pon claro contrafuero.
Valencia envi¨® a Madrid una embajada de protesta, pero el rey no se dign¨® recibirla, y cuando los representantes valencianos se lamentaron ante el conde duque de Olivares por la discriminaci¨®n de que eran objeto respecto a catalanes y aragoneses, el valido les respondi¨® con insolencia: ?Es que a los valencianos los tenemos por m¨¢s muelles.?
En el siglo siguiente, tras la victoria de Almansa, en 1707, de las tropas borb¨®nicas sobre las austracistas, en cuyo bando combat¨ªan las milicias valencianas, Felipe V derog¨® el venerable derecho foral del reino de Valencia, invocando expl¨ªcitamente el ?justo derecho de conquista?. A¨²n hoy, en J¨¢tiva, ciudad incendiada por orden de dicho rey, tienen su retrato colgado cabeza abajo.
El complejo colectivo de "criollismo"
Pero ahora el complejo colectivo principal es otro. En esta ¨¦poca nuestra de ansias de autorrealizaci¨®n, en que hombres y pueblos se muestran tan afanados en la b¨²squeda de su propia identidad, hay preocupaciones que exasperan a los valencianos y los exaltan hasta el punto de que son bastantes los que adoptan actitudes irracionales. Claro es que casi siempre hay manipuladores de la opini¨®n p¨²blica, y que en este caso concreto no resulta nada dif¨ªcil denunciarlos, pero, es notorio que los movimientos de masas existan y que se planteen ruidosamente, pues los valencianos, seg¨²n ya he insinuado, somos gente inflamable.
Los problemas del origen de la comunidad y del nombre de la lengua torturan a amplios sectores de la poblaci¨®n; ya a finales del siglo XIV, apenas acabado el per¨ªodo constituyente de la sociedad y valenciana, empiezan a aparecer se?ales de rechazo del origen, de refundio del linaje, y a dibujarse una actitud colectiva de prevenci¨®n, e incluso de negaci¨®n a identificarse con el mundo catal¨¢n, y no s¨®lo en lo pol¨ªtico y en lo econ¨®mico, sino tambi¨¦n en cultura y lengua.
Uno de los comentaristas recientes, Emili G. Nadal, ha hecho ver que, tal sentimiento instintivo de muchos valencianos hacia Catalu?a es un fen¨®meno de ra¨ªz colonial. El lo define como el ?complejo de criollismo?, el rechazo de los descendientes de los pobladores catalanes a reconocer el papel preeminente de los antepasados, la negaci¨®n de la filiaci¨®n parental. Una convicci¨®n que les conduce a rebelarse contra una supuesta -o aut¨¦ntica- actitud paternalista, condescendiente, de la antigua metr¨®poli. Tal obsesi¨®n les lleva no s¨®lo a afirmarse hijos de la tierra donde viven, sin antecedentes for¨¢neos, sino incluso a llegar en su obstinaci¨®n por romper v¨ªnculos a sustituirlos imaginando otros nexos end¨®genos hoy perdidos, y a llamarse aut¨¦nticos valencianos desde siempre.
Sabemos que fue somero y, sobre todo, heterog¨¦neo el proceso de repoblaci¨®n cristiana tras la reconquista, en 1238, y que prosigui¨® lentamente en el siglo XIV. Durante el trescientos el reino de Valencia continuaba siendo un pa¨ªs musulm¨¢n con una superestructura urbana dirigente de cristianos que monopolizaba el poder p¨²blico y econ¨®mico, era una organizaci¨®n estatal muy semejante a la que ten¨ªa Argelia en 1950, cuando a¨²n la gobernaban los franceses.
Los repobladores cristianos fueron de procedencia diversa, seg¨²n se ha dicho, pero en la capital y la gran mayor¨ªa de las comarcas se homogeneizaron, catalaniz¨¢ndose r¨¢pidamente en lengua y cultura. Durante los siglos XIII y XIV, Valencia fue como una tierra de promisi¨®n para los segundones catalanes y aragoneses que ven¨ªan en busca de aventuras y de fortuna, algo as¨ª como lo que iba a ser Am¨¦rica, tres siglos despu¨¦s, para los castellanos, extreme?os y vascos. Las m¨¢s linajudas familias de Catalu?a y Arag¨®n tuvieron una rama en Valencia, cuyos componentes, al cabo de un par de generaciones, adquir¨ªan conciencia regional, y as¨ª, a las postrimer¨ªas del siglo XIV se habla forjado ya una personalidad valenciana.
Tal particularismo regional lo defini¨® ya, en 1383, Eiximenis, el franciscano gerundense mentor de las autoridades municipales de Valencia: ?Ha volgut nostre senyor deu que poble Valencia sin poblemn Valencia sin poblemn especial e elet entre los altres de tota Espanya, car, como sia vengut e eixit, per la major partida, de Catalunya, e li sia al costat, empero no es no mena poble catala, ans, per especial privilegi, ha nom propie es nomena poble Valencia.? Es decir, que mientras que en el centro de, Hispania se llamaba Castilla la Nueva a la prolongaci¨®n de la Vieja, en el Este no hab¨ªa una Catalunya nova, sino una Valencia.
El precoz florecimiento catal¨¢n del siglo XIV, con la pol¨ªtica de expansi¨®n mediterr¨¢nea y proburguesa de Jaime II y Pedro el Ceremonioso, se agost¨® al final de la centuria. Con Juan I, aristocratizante y profranc¨¦s, la hegemon¨ªa de la corona pasa de Catalu?a a Arag¨®n. Pero en el siglo XV, consolidada ya Valencia, ser¨¢ ¨¦sta la que ejerza la supremac¨ªa, tanto la econ¨®mica como la demogr¨¢fica, la art¨ªstica y la literaria.
Los valencianos cuatrocentistas, conscientes de su superioridad econ¨®mica y cultural respecto a los catalanes de aquel entonces, y que sab¨ªan que su reino, con Cortes y Generalidad propias, nunca hab¨ªa estado subordinado pol¨ªticamente al principado, se sent¨ªan orgullosamente valencianos, y sin discutir la unidad del idioma, lo denominaban ordinariamente ?llengua valenciana?, y no se consideraban obligados a darle el nombre de catalana, si bien nadie negaba que era de los catalanes de quienes la hab¨ªan recibido, los cuales, por su parte, nada hac¨ªan tampoco para record¨¢rselo.
En la baja Edad Media, y a¨²n m¨¢s al llegar el humanismo, la lengua por excelencia era el lat¨ªn, motivo por el cual las lenguas rom¨¢nicas eran consideradas y denominadas ?vulgares?. Ello explica suficientemente la diversidad de nombres -?valencianci?, ?catal¨¢n? ?inallorqu¨ªn?, etc¨¦tera de una lengua hablada en diferentes Estados, unidos tan s¨®lo por la persona del monarca, pero cada uno de ellos con plena autonomia pol¨ªtica. En el caso de la corona de Castilla, donde no hab¨ªa reinos aut¨®nomos, no se plante¨® tal problema, y dan a su habla el nombre de ?castellano? no s¨®lo los andaluces y extreme?os, sino los mexicanos y argentinos. Pero pese a la variedad regional de denominaciones, la unidad idiom¨¢tica era aceptada en todo el dominio ling¨¹¨ªstico, y los poetas catalanes y mallorquines concurr¨ªan a menudo a los cert¨¢menes po¨¦ticos que se celebraban en Valencia en los siglos XV y XVI.
Tampoco fue discutida la unidad de la lengua durante la Renaixenca ochocentista, si bien entonces tanto a Valencia Como a Barcelona se le aplicaba la confusa denominaci¨®n de llemosi o lemosin, fruto de las falsas ideas que se ten¨ªan sobre el parentesco entre el occitano y el catal¨¢n. En Catalu?a las ense?anzas de Mil¨¢ y Fontanals deshicieron el error y la lengua recobr¨® su propio nombre, pero los valencianos prefirieron seguir llam¨¢ndola lemosin. En Valencia se estableci¨® una clara dicotom¨ªa idiom¨¢tica entre lemosin culto, arcaico y unitario, versus ?valenciano? plebeyo, moderno y dialectal.
En el siglo XX ya han abandonado los valencianos la anticientifica denominaci¨®n de lemosin para su lengua, pero es notorio que siguen resisti¨¦ndose a accptar para ella el nombre de catal¨¢n, que es el que cient¨ªficamente te corresponde. Hay que decirlo sin rodeos: no existe una ?lengua valenciana? distinta de la catalana; el valenciano es s¨®lo una variante regional dentro del dialecto catal¨¢n occidental. Para evitar la denominaci¨®n de ?lengua valenciana? que es anticient¨ªfica y al mismo tiempo no herir la sensibilidad de un pueblo susceptible, algunos tratadistas hemos recurrido a diversas perlfrasis: ?la llengua dels valencians?, ?els nostres classics?, ?la llengua parlada de Salses a Guarda mar?, etc¨¦tera.
Pero los redactores del decreto 2003/1979 sobre el biling¨¹ismo escolar para el Pa¨ªs Valenciano no han tenido escr¨²pulos filol¨®gicos y hablan pura y simplemente de ?lengua valenciana?. Sus m¨®viles eran pol¨ªticos y no filol¨®gicos, ciertamente. Pero seguro es que no esperaban una contestaci¨®n tan amplia y tan intensa del mundo universitario y de los pol¨ªticos no v¨ªctimas de prejuicios o no sometidos a una r¨ªgida disciplina de partido.
Las cosas a¨²n pueden arreglarse bastante. Le atribuyen al conde de Romanones una frase aguda: ?Que las Cortes hagan las leyes, pero que le permitan al Gobierno hacer los regrlamentos?. El decreto en cuesti¨®n prev¨¦ una orden ministerial que lo desarrolle. Si en ella, al hablar de ?lengua valenciana? se especifica que ¨¦sta no es otra cosa que una variante regional del idioma hablado tambi¨¦n en Catalu?a y Baleares, se conseguir¨ªa ajustarse a la verdad y calmar los ¨¢nimos. No creo que a UCD, le interese que en Valencia se produzca una insolidaridad semejante a la que ahora presenta Galicia.
El intento secesionista, llamado al fracaso
Somos muchos los valencianos liberados del complejo de criollismo, que al fin y al cabo no es m¨¢s que un complejo de inferioridad. Salvo rar¨ªsimas excepciones, un¨¢nimemente los literatos valencianos son enemigos de la secesi¨®n idiom¨¢tiea, si bien la mayor¨ªa de ellos se complacen en usar las peculiaridades regionales morfol¨®gicas y l¨¦xicas. Adem¨¢s, no es aventurado pronosticar que el intento secesionista -est¨¢ condenado al fracaso inmediato, como siempre ha sucedido con las similares, tentativas precedentes. Todas las lenguas tienen una diversidad dialectal interna m¨¢s o menos acusada, pero en todas partes la tendencia gramatical no es hoy divergente, sino convergente. ?Qui¨¦n se acuerda ahora de Alberdi, el argentino que a principiosdel siglo actual pretendia crear para su pa¨ªs un ?id¨ªoma nacional? disgregado del castellano? Los argentinos saben muy bien que los que m¨¢s habr¨ªan perdido ser¨ªan ellos. Nunca he cre¨ªdo en las teor¨ªas de la doble verdad, ni en pol¨ªtica ni en religi¨®n. Considero falso que se pueda establecer una distinci¨®n v¨¢lida entre una verdad cient¨ªfica y una verdad pol¨ªtica. Por el contrario, soy de la opini¨®n que una pol¨ªtica basada en mentiras cient¨ªficas es una mala pol¨ªtica. Hay que distinguir claramente entre la teor¨ªa de ?els paisos catalans?, que es una opci¨®n pol¨ªtica, que cada uno es libre de asumir o no -el honorable Tarradellas ha manifestado p¨²blicamente que no cree en ellos-, y la unidad ling¨¹¨ªstica de Catalu?a, Valencia y Mallorca, que es una realidad cient¨ªfica evidente y universalmente reconocida.
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