La informaci¨®n, en peligro
SEGUN EL ¨²ltimo informe anual del Instituto Internacional de Prensa (IPI) (V¨¦ase informaci¨®n en p¨¢gina 21.), el a?o que ahora acaba no ha sido globalmente positivo para la libertad de expresi¨®n en el mundo. Consolidados niveles m¨¢s altos en la libre circulaci¨®n de las informaciones en paises como Espa?a y Portugal, un n¨²mero notoriamente superior de naciones han incrementado sus mecanismos de represi¨®n contra la prensa, de entre las que el Instituto destaca Ir¨¢n, Turqu¨ªa y las sociedades latinoamericanas bajo dictadura militar.A la postre, el informe del IPI viene a corroborar las analog¨ªas y correlaciones entre democracia y libre circulaci¨®n de noticias. Y as¨ª ha llegado a ser pr¨¢ctica habitual de los pol¨ªt¨®logos comprobar el grado de libertades p¨²blicas de un pa¨ªs antes por las libertades logradas por sus medios de comunicaci¨®n que por los preceptos constitucionales. Asimismo es obvia la pesimista reflexi¨®n que entra?a el informe aludido: remite la libertad de expresi¨®n porque remite la democracia parlamentaria y, pese a que el a?o que se extingue ha sido generoso en el derrocamiento de autocracias, sigue siendo una exigua y acorralada minor¨ªa la lista de pa¨ªses que se gobiernan por ese tan imperfecto como civilizado sistema que se reclama del sufragio universal y de la libertad de los partidos.
Acaso lo m¨¢s novedoso del estudio del IPI sobre 1979 sea el incremento de la represi¨®n fisica contra los administradores de la informaci¨®n -los periodistas- como mec¨¢nica generadora en muchos casos literalmente de terror, y en otros, de coerciones econ¨®micas o judiciales. Administrar la informaci¨®n es oficio que conlleva notables riesgos f¨ªsicos y que est¨¢ oficialmente catalogado por la Organizaci¨®n Mundial de la Salud como la profesi¨®n m¨¢s peligrosa, tras la de los pilotos dedicados a la prueba de prototipos a¨¦reos; de ah¨ª la atipicidad laboral y hasta personal, pocas veces exactamente comprendida, de qu¨ªenes tienen por responsabilidad administrar el bien p¨²blico de la informaci¨®n. Pero 1979 no ha sido un a?o de conflictos b¨¦licos a gran escala (el m¨¢s sangriento fue la guerra civil nicarag¨¹ense, que depar¨® el asesinato del periodista estadounidense Bill Stewart) y, sin embargo, resulta estremecedora la estad¨ªstica de periodista; desde directores a redactores de mesa, asesinados, ?desaparecidos?, encarcelados sin garant¨ªas judiciales, agredidos en sus personas o en sus bienes, privados arbitrariamente de sus puestos de trabajo por la mera defensa de su profesi¨®n y del derecho p¨²blico a la libre circulaci¨®n de las noticias. La lista de v¨ªctimas es suficientemente nutrida y variada como para presentar estos casos como consecuencia de actividades pol¨ªticas (que en cualquier caso no tendr¨ªan por qu¨¦ ser necesariamente il¨ªcitas) desarrolladas bajo la tapadera del ejercicio del periodismo.
En cualquier caso es evidente que una ?constelaci¨®n de los ¨¢stros? se conjura contra el periodismo libre como la vida en libertad se ve amenazada por las corrientes pol¨ªticas religiosas y filos¨®ficas de un nuevo mil¨¦narismo. Sin embargo, ser¨ªa un error estimar que el ariete colocado contra la prensa libre por las dictaduras groseras o encubiertas es la ¨²nica amenaza cernida sobre la libre informaci¨®n; en la mayor¨ªa de las democracias de Occidente -particularmente en aquellas que hist¨®ricamente est¨¢n en v¨ªas de consolidaci¨®n- se advierten signos de la vieja molestia, de la antigua incomodidad de los que detentan los poderes por la transparencia de las informaciones. Y todo cabe en esta sorda guerra contra el derecho.del p¨²blico a la informaci¨®n: desde la contemplaci¨®n administrativa de las empresas informativas como meras sociedades comerciales, sin trascendencia p¨²blica, a la incomprensi¨®n de sus reglas intr¨ªnsecas de funcionamiento, que obligan al secreto profesional, tema a¨²n no resuelto en una sociedad respetuosa con la libertad de informaci¨®n como la estadounidense: desde el ahogo tecnol¨®gico de publicaciones necesitadas de apoyo social, contemplado imp¨¢vidamente por los poderes p¨²blicos, hasta la picaresca del secuestro de los m¨¢s elementales datos de obligada divulgaci¨®n por parte de los Gobiernos, sin olvidar la tarea de sistem¨¢tica intoxicaci¨®n informativa de esas ?murallas chinas? contra la verdad que las administraciones denominan, salvo honrosas y escasas excepciones, como gabinetes de informaci¨®n.
La realidad es que la m¨¢xima de Jefferson prefiriendo una sociedad con libertad de prensa y sin Gobierno a Gobierno sin libertad de prensa, pierde pie, d¨ªa a d¨ªa, abri¨¦ndose la brecha dif¨ªcilmente separable entre libertades c¨ªvicas e informativas, que no pueden disociarse sin merma de las libertades generales. Una vez m¨¢s peligra la libertad de prensa porque est¨¢n a la baja las cotizaciones de las libertades individuales.
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