Las opiniones teol¨®gicas de Hans K¨¹ng
Por el car¨¢cter liberal de su peri¨®dico y porque he visto publicadas en ¨¦l cartas que iban incluso contra el criterio del propio diario me decido a enviarle ¨¦sta, que va contra uno de sus editoriales recientes.Se refer¨ªa el editorial a la condena o castigo inferido por un organismo vaticano para la defensa de la fe -no recuerdo el nombre exacto- al te¨®logo suizo-alem¨¢n Hans K¨¹ng por el ataque a diversos dogmas cat¨®licos, como la infalibilidad pontificia y, acaso tambi¨¦n, a la virginidad de Mar¨ªa. Digo ?acaso? porque en un libro reciente lo pone en cuarentena y se aproxima a la negaci¨®n, si es que no cae en ella. Y esa condena disgustaba al editorialista de EL PA?S. Seg¨²n eso, los eclesi¨¢sticos, y m¨¢s a¨²n los simples cat¨®licos, deben ser libres para atacar a su propia Iglesia, incluso en la parte m¨¢s esencial, como son los dogmas. ?A d¨®nde ir¨ªamos a parar por este camino? Se acabar¨ªa la unidad doctrinal de Iglesia cat¨®lica, incluso en el campo de la moralidad y de las costumbres. Esto no lo toleran las organizaciones puramente humanas, ni las entidades culturales, ni tampoco los partidos pol¨ªticos. Todos ¨¦stos, aunque alardeen de liberales, son menos tolerantes que la Iglesia cat¨®lica. En cuanto uno de los miembros de esas organizaciones atacara reiteradamente al partido o entidad en cuesti¨®n, se?a expulsado de ella. Pues la Iglesia est¨¢ tolerando que la ataquen en sus dogmas, en su doctrina moral, en sus decisiones, una y otra vez, sin que apenas se note su mano castigadora sobre los desviados y rebeldes. Ah¨ª est¨¢n Scheiffer y Schillebeeckx, por citar s¨®lo a los m¨¢s destacados, negando el primero la virginidad de Mar¨ªa, y el segundo la divinidad de Cristo, sin que haya ca¨ªdo sobre ellos la sanci¨®n justamente debida. M¨¢s dura ha sido la Iglesia contra el obispo Lef¨¦bvre, que no ha negado ning¨²n dogma. Y ?qu¨¦ ha dicho la prensa liberal del prelado franc¨¦s y de su castigo?
Y no crean que yo le disculpo. Es rebelde y debe ser castigado. Pero tambi¨¦n, y m¨¢s duramente, los negadores de dogmas como los citados. La Iglesia tiene que velar por la doctrina de sus dogmas y la pureza de su moral, y tambi¨¦n por su actuaci¨®n y vida hist¨®rica a trav¨¦s de los siglos. Y los que la atacan en su conducta, desde dentro, son innumerables, sin que hayan recibido ni siquiera una amonestaci¨®n. Algunos hasta son mimados por sus obispos.
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