Televisi¨®n: el ejemplo alem¨¢n
Hablar mal de Televisi¨®n Espa?ola es f¨¢cil, pero hacer cr¨ªtica es mucho m¨¢s dif¨ªcil. Se tropieza, por una parte, con el vicio nacional de la hipersensibilidad y de la suspicacia. Cualquier sugerencia puede tornarse como ataque personal. Se contribuye a ello, por otra parte, con f¨¢ciles desviaciones hacia el ?criticotilleo? y a la disecci¨®n, interesada, que parte de estrictas y dogm¨¢ticas coordenadas pol¨ªticas.El resultado es evidente: los intentos para lograr una televisi¨®n mejor se convierten en pura ret¨®rica o en meros ejercicios de antitelevisi¨®n.
Es, pues, esperanzador que recientemente se hayan celebrado en Madrid -o este verano en Santander- seminarios sobre televisi¨®n. Por las personas que han intervenido y por el planteamiento de los temas, supongo que se habr¨¢ hecho cr¨ªtica de televisi¨®n. Y se habr¨¢ tratado de mejorar un medio, del que todos hablan pero del que pocos saben.
Se habla mucho, por ejemplo, de televisi¨®n comercial o privada. Se argumenta que es imposible la competencia cuando s¨®lo hay una emisora. Se citan ejemplos cercanos y lejanos. Pero me parece que, sobre este aspecto apenas se mira a la televisi¨®n alemana. Cuya estructura actual, por cierto, naci¨® tras la derrota de la dictadura nazi.
En 1971, durante cinco semanas, me asom¨¦ a la televisi¨®n de Estados Unidos. Fue, l¨®gicamente, un conocimiento superficial. No voy, por tanto, a meterme en sus recovecos. Pero s¨ª rememorar aquellas marcas de alimentos y bebidas que chorreaban materialmente sobre el telediario de la noche, entre, dram¨¢ticas im¨¢genes de Vietnam.
Es verdad que no se puede juzgar la ?bondad? o ?maldad? de una televisi¨®n por el hecho de que los espacios publicitarios interrumpan a cada momento a Walter Cronkite. Todo es cosa de h¨¢bito. Pero nadie me podr¨¢ negar que, al menos para espectadores alemanes, eso es sorprendente.
En la televisi¨®n de la Rep¨²blica Federal de Alemania no hay anuncios publicitarios ni los domingos ni d¨ªas festivos. Limit¨¢ndose los s¨¢bados y someti¨¦ndose a reglas muy estrictas los d¨ªas laborables: bloques publicitarios que no llegan a diez minutos cada uno, desde las 5.30 de la tarde hasta las 7.30. A partir de esa hora, ni un anuncio m¨¢s. Empiezan los Hauptab¨¨ndprogramm o programas principales de la noche.
No es el Estado quien subvenciona esta tranquilidad mental del espectador. Son los propios alemanes que pagan c¨ªvicamente trece marcos mensuales (quinientas pesetas) de canon por disfrute de aparatos de radio y televisi¨®n. Adem¨¢s, la publicidad contribuy¨®, en 1978, con el 41% de los costos de programas de la ZDF, Pero los anuncios s¨®lo ocuparon el 2,8 % de la programaci¨®n.
La prensa tiene as¨ª posibilidades de atraer m¨¢s anuncios a sus p¨¢ginas.
La poca publicidad que aparece en la pantalla est¨¢ muy bien realizada, sin que conturbe nuestro¨¢nimo con gritos desaforados. Agrada verla, no cansa y cumple con los planes del anunciante.
Pese a todo esto, se han renovado viejas campa?as para introducir en Alemania la televisi¨®n comercial. Mientras unos dicen que la televisi¨®n privada es m¨¢s entretenida que la televisi¨®n de derecho p¨²blico, el canciller Schmidt, contesta: ?La televisi¨®n comercial es m¨¢s peligrosa que la energ¨ªa nuclear.?
El director general de la ZDF, Von Hase, antiguo embajador, en Londres, tambi¨¦n ha ofrecido su aportaci¨®n al debate: ?La televisi¨®n privada es una empresa comercial que trabaja seg¨²n principios econ¨®micos. Su meta es lograr beneficios. S¨®lo las altas cuotas de espectadores aseguran la venta de espacios publicitarios. Y s¨®lo estas ventas le producen ganancias. As¨ª, pues, los programas de televisi¨®n comercial son un veh¨ªculo para vender publicidad.?
Pero sin televisi¨®n privada no hay competencia, argumentan los que en Espa?a y Alemania favorecen canales comerciales. Y Von Hase contesta: ?La verdadera competencia s¨®lo es posible cuando se ofrecen cosas comparables. Verdadera competencia es la lucha por el programa mejor, cualitativamente hablando. Y no la lucha despiadada por conseguir grandes audiencias, para as¨ª atraer publicidad.?
Esto es obvio en Estados Unidos, con el oligopolio de las cadenas de televisi¨®n, ABC, CBS y NBC. El espectador americano vive quiz¨¢ con la ilusi¨®n de que puede escoger; pero su elecci¨®n est¨¢ limitada muchas noches a seriales con parecidos ingredientes y f¨®rmulas similares.
Precisamente el concepto falso de competencia oblig¨® a la BBC a debilitar la calidad de sus programas. Por eso no es extra?o que sir Hugh Greene declarase recientemente a la ARD alemana que ?la televisi¨®n comercial s¨®lo tiene como meta ganar dinero?.
Filosof¨ªa correcta, pues la idea de la ganancia es justa, como muy bien argumenta Von Hase: ?No tengo nada en contra de las actividades comerciales y sus beneficios. Pero s¨ª tengo grandes dudas de que esta ambici¨®n de ganancias pueda ser v¨¢lida para emisoras de televisi¨®n.?
La televisi¨®n alemana ha soslayado el problema mediante el sistema de emisoras de derecho p¨²blico. Con la meta no del beneficio econ¨®mico, sino de ese otro gran dividendo para el pa¨ªs: informaci¨®n, formaci¨®n y entretenimiento.
Hasta la Navidad de 1952 no comenzaron los servicios regulares de la televisi¨®n alemana de la posguerra. Se cre¨® la ARD, que engloba y coordina a nueve emisoras regionales de radiotelevisi¨®n. Emisoras que suministran con cierta regularidad sus programas, no necesariamente de temas regionales, a la emisi¨®n nacional. Y que emiten, de seis a ocho de la tarde, diariamente, sus propias producciones en sus respectivas zonas geogr¨¢ficas.
Con s¨®lo la ARD era previsible que surgiesen presiones para fundar una emisora privada. El intento m¨¢s serio -1960- fue Cortado por el Tribunal Federal Constitupional. Ampar¨¢ndose en el art¨ªculo 5 de la ley Fundamental (garant¨ªa de la libertad de expresi¨®n), sentenci¨® que un servicio de televisi¨®n en manos de particulares no garantiza precisamente esa libertad de expresi¨®n.
En cambio, s¨ª obtuvo v¨ªa libre, a finales de 1961, una nueva emisora de televisi¨®n no comercial: la ZDF.
La ZDF y la ARD son instituciones de derecho p¨²blico, totalmente independientes una de otra. Con estructuras distintas, pues mientras la ARD engloba a nueve emisoras regionales de radiotelevisi¨®n la ZDF est¨¢ centralizada en Maguncia y s¨®lo emite televisi¨®n. Hay algo importante que tambi¨¦n las diferencia. La ZDF se surte de programas art¨ªsticos, entretenimiento y culturales, de productoras privadas. Pero como ha dicho Von Hase, ?estas productoras, en inter¨¦s de la comunidad, deben permanecer bajo la responsabilidad del director general y sometidas al control de vigilancia de derecho p¨²blico?.
Ambas emisoras compiten entre s¨ª. Pero mediante un contrato, cooperan en la planificaci¨®n y programaci¨®n. Su meta es lograr ?dos programas de igual calidad, pero de contenido distinto?.
Aparte de la ARD y ZDF, existe un tercer programa Cultural, que emiten diferenciadamente las emisoras regionales de la ARD. Hay, pues, en total tres canales de televisi¨®n en la Rep¨²blica Federal de Alemania. Cantidad suficiente porque, como ha dicho Von Hase, ?lo que necesitamos no son nuevos incentivos de falsa competencia, sino una mejora del propio rendimiento?.
?No es precisamente eso, mejora del propio rendimiento y desarrollo de sus posibilidades, lo que necesita RTVE, antes de plantearse el tema de la televisi¨®n privada?
El ejemplo alem¨¢n, con todos sus defectos, que tambi¨¦n los tiene, es al menos digno de estudio.
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