Lacan ya es de recibo
Hace aproximadamente un a?o publicaba Ram¨®n Chao en estas p¨¢ginas un art¨ªculo sobre las escisiones psicoanal¨ªticas en Francia, asunto de capillas y pulgones. La cosa, cuanto m¨¢s documentada, tanto m¨¢s sonaba a chino en estos pagos, donde, en general, todo el inter¨¦s por el psicoan¨¢lisis se resume en saber si mezcla o no mezcla con el marxismo, si Lacan habla en jerigonza o en cristiano.Publicado por estas fechas, ese mismo art¨ªculo hubiera resultado casi comprensible. Y no porque de entonces ac¨¢ la difusi¨®n del psicoan¨¢lisis lograra arraigar en las amplias masas culturales, ahondando ¨¦stas en su inteligencia, sino porque estas masas, cuyo nervio auditivo no suele estar conectado con el intelecto, han alcanzado al fin a comprender el psicoan¨¢lisis ex opere operato de la presentaci¨®n de ¨¦ste en la corte, de su epifan¨ªa en el foro del Instituto Franc¨¦s de Madrid. Han tenido que pasar un ciclo inaugural y dos congresos solemnes, y muchos viajes apost¨®licos del. fundador y sus ped¨¢neos, creando enclaves y capillas de iniciados, para que, maduros ya los tiempos, el reconocimiento social, si no el auto intelectual de sus esfuerzos, diera este resultado, que lo es ya en la mejor tradici¨®n espa?ola: la del hablar de o¨ªdas y el o¨ªr, como quien oye llover.
Dos cosas, dir¨ªa yo, mezclando el Deutero-Isa¨ªas con el m¨¢s llano pragmatismo, hacen provechosa la muerte del justo para sus herederos: una, que siendo ¨¦ste intolerante, sus disc¨ªpulos -que no suelen serlo tanto- al fin respiran; otra, que su muerte vicaria, a la vez que evita la pasi¨®n de los disc¨ªpulos, se erige en tesoro de vida que ya no hay que imitar. La met¨¢fora del padre de la horda, comulgado y manducado por los que quedan con vida (asesinos por s¨®lo haber deseado su muerte), explica el segundo aspecto y s¨®lo implica el primero. El justo (que lo es por haber muerto, no por serlo en verdad) es intolerante por ser celoso de s¨ª, y recelar de cuantos puedan hacerle sombra, y en el caso de Oscar Masotta, el fundador a que antes hac¨ªa referencia, la cosa llegaba hasta el punto de hablar en su mudez final con la voz de otros, de modo que el lacanismo en porte?o por ¨¦l introducido en Espa?a jam¨¢s logr¨® hablar con otro estilo y otro tono que el franco-lunfardo por ¨¦l importado. Y esto hay que decirlo especialmente en Espa?a, donde los muertos, como Aza?a dec¨ªa del cad¨¢ver de Quintana, son santos por el s¨®lo hecho de ser muertos, y su muerte produce maravillosos efectos de doctrina desde la tumba. Tal vez a esto habr¨ªa que achacar el comienzo de relumbr¨®n del psicoan¨¢lisis en Espa?a, a los pocos meses de muerto Masotta, m¨¢s que a un salto cualitativo de la difusi¨®n, cuya dataci¨®n podr¨ªa ya haberse producido hace un a?o o tal vez dos.
Como la parte m¨¢s importante del c¨²mulo de efectos producidos por (o, si se quiere, tras no quiero ser causalista) la muerte de Masotta, Jacques-Alain Miller, albacea en vida de Lacan y reescribidor de sus seminarios, empieza a sentirse interesado por el lacanismo en castellano, hasta el punto de anunciar su venida a Espa?a para presentar la traducci¨®n de las Actas de la Escuela Freudiana, y prepararse a presidir el pr¨®ximo junio un congreso de psicoan¨¢lisis en castellano, a celebrar en Caracas, donde el principal problema a tratar ser¨¢ el de la traducci¨®n del argot lacaniano a nuestra lengua. El reconocimiento, a la vez temido y buscado por Masotta, la patente oficial y meridiana de Par¨ªs, se produce justamente despu¨¦s (?a causa de?) su muerte. Como se produce la venida masiva de psicoanalistas franceses al congreso (el tercero) del a?o pr¨®ximo.
Al tiempo, la traducci¨®n de Sciliet, ¨®rgano esot¨¦rico de la Escuela Lacaniana, por dos a?os bloqueada por Masotta -para poder dar el adecuado acento franco-lunfardo a las traducciones castellanas, y esto puedo decirlo por experiencia propia-, parece aprestarse a salir tambi¨¦n a la luz. Es, parece, la eclosi¨®n de la doctrina, con la cauci¨®n de la sombra del maestro. Yo, en cambio, me pregunto lo que ocurrir¨¢ si, en este proceso de liberaci¨®n, el lacanismo como tal llega a castellanizarse del todo: el castellano es rigorista con el lenguaje, juega con las frases hechas o en todo caso con la etimolog¨ªa, pocas veces con el equ¨ªvoco de la traducci¨®n.
Lo f¨¢cil aqu¨ª, por habitual, es m¨¢s bien el saqueo de vocabularios, que entran con calzador donde sea y como sea, por arbitrio m¨¢s del gusto de quien arrambla con los t¨¦rminos que por efecto de la similitud signif¨ªcante. Entran y salen por los arbitrios filos¨®ficos espa?oles vocabularios y modas, y cada uno los emplea a placer, sin encomendarse a Dios ni al diablo, y equivocando cuanto se puede al vecino, para despistar el sitio de donde se han tomado. Lo malo es que cuando los t¨¦rminos son tan evidentes como los del argot lacaniano, resulta dif¨ªcil esconder la fuente.
Y uno de los efectos curiosos de esta reciente eclosi¨®n del lacanismo, hasta ahora oculto y denostado, es ver c¨®mo fil¨®sofos que hasta hace poco acusaban a los lacanianos de esot¨¦ricos y abstrusos emplean a mansalva todas esas zarandajas del otro, el gran otro, la ley, el nombre del padre y dem¨¢s nimiedades de L'Ecole. Todav¨ªa hace muy poco un fil¨®sofo cristiano, de esos que siguiendo el consejo paulino de hablar a tiempo y a destiempo introducen tarde, mal y nunca doctrinas ajenas, e introdujo como de pasada y entre otras introducciones hace tiempo a Lacan, descubr¨ªa hace poco el simbolismo como forma revolucionaria y modern¨ªsima.de interpretar la religi¨®n. Lo traigo a colaci¨®n porque luce el pelo a los saqueadores de vocabularios en nuestra cultura. Y habiendo saqueado la ling¨¹istica Lacan, precisamente en su inaugural Discurso de Roma, para hacerla ¨²til en el mejor de los sentidos a su propia doctrina, se creen ahora muchos con derecho a saquear al saqueador para su propio provecho.
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