La expedici¨®n brit¨¢nica Transglobe camino de la Ant¨¢rtida
Gran parte de la alegre muchedumbre que se congreg¨® en Greenwich el d¨ªa 2 de septiembre para despedirnos pensaba que a la puesta del sol de aquel mismo d¨ªa comenzar¨ªan los peligros y emociones de nuestra aventura. Aquella ceremonia. de despedida en el T¨¢meses supuso para el equipo una excelente inyecci¨®n de moral: significaba el inicio oficial de la expedici¨®n y nuestra victoria en la batalla librada contra todos esos grupos y comit¨¦s que dedican su empe?o (bienintencionadamente o no) a entorpecer,cualquier iniciativa. De todos modos, a¨²n nos,esperaban cuatro meses m¨¢s de preparativos y varias exhibiciones comerciales antes de poder considerarnos libres de ataduras exteriores.Yo me hab¨ªa alistado guiado ¨²nicamente por mi inter¨¦s hacia los parajes remotos y solitarios y por el reto fisico que comporta la permanencia al aire libre pero los tr¨¢mites de las expediciones de esta envergadura suelen pasar meses, cuando no a?os, congelados en oficinas atestadas de documentos. Nuestras primeras complicaciones surgieron a poco de dejar Londres. ?Qui¨¦n hubiera podido prever, por ejemplo, que nuestro equipo de exhibici¨®n quedar¨ªa retenido en Par¨ªs a causa de una huelga de ferroviarios,y que el techo del sal¨®n de exposiciones de Barcelona donde hab¨ªa de presentarse nuestro proyecto se derrumbar¨ªa por culpa de una tormenta?
Tambi¨¦n hemos tenido muchos y divertidos incidentes: uno de nuestros remolques no hab¨ªa pasado a¨²n de Berkely Square, en Londres, cuando advertimos que alguien hab¨ªa montado mal una de las ruedas. En Perpignan, en el sur de Francia, Oliver Shepherd fue literalmente barrido cuesta abajo por una tromba de agua mientras dorm¨ªajunto a su Land Rover.
Los jefes de expedici¨®n tienen que estar preparados para afrontar los peores contratiempos, pero yo estaba decidido a evitar riesgos a toda costa. Era de vital importancia que el Benjamin Bowring estuviera listo para zarpar de Ciudad de El Cabo antes de Navidad, para que pudi¨¦ramos alcanzar la cornisa de hielos de la Ant¨¢rtida y descargar el barco antes del comienzo del invierno ant¨¢rtico, que tiene lugar a finales de diciembre, ya que, de lo contrario, la expedici¨®n podr¨ªa haberse retrasado un a?o m¨¢s.
Nuestra salida en septiembre, puntual y sin problemas, supuso para nosotros un seguro contra todo tipo de eventualidades; y la posibilidad de que el equipo de tierra (compuesto por Charles Burton, Oliver Sheperd, Simon Grime, su esposa, Ginnie, y yo) dispusiera de tiempo suficiente para poder cruzar el Sahara con dos Land Rover y un Range Rover.
Algunos han comentado con Cinismo que nuestro viaje por el Sahar¨¢ fue algo as¨ª como una excursi¨®n por una famosa ruta tur¨ªstica. Aparte del hecho de ce?irse al meridiano de Greenwich (la ruta prevista para nuestra expedici¨®n), el paso del desierto ha cumplido una finalidad importante. Despu¨¦s de varios meses de arduas tareas para conseguir iniciar el viaje desde Londres, necesit¨¢bamos desesperadamente liberarnos de las presiones del tel¨¦fono de la oficina, cosa que no conseguir¨ªamos si no adquir¨ªamos las provisiones a de llegar a Abdijan.
Preparando el desembarco en la Ant¨¢rtida
En el Sahara tuve ocasi¨®n de pasar tranquilamente muchas horascon un refresco en una mano y un lapicero en la otra, haciendo los c¨¢lculos necesarios para la operaci¨®n de desembarco del equipo que tendr¨¢ lugar en Sanae, en la costa de la Ant¨¢rtida. En el plazo de 48 horas tendremos que descargar 1.100 barriles de aceite, de doscientos kilos cada uno, y varios centenares de toneladas de provisiones, en condiciones muy dif¨ªciles incluso sin niebla polar ni roturas de la plataforma de hielo.
Esta programaci¨®n es extremadamente compleja y la he realizado sin olvidar que sir Vivian Fuchs perdi¨® gran parte de su equipo y provisiones en 1956 en una operaci¨®n semejante en el mar de Weddell. El desembarco en la violenta e imprevisible plataforma de hielo ha de llevarse a cabo¨¢ntes de trasladar todo el material a hielo firme, a unas dos millas de la costa.
A esta distancia de la costa se ha previsto un emplazainiento espec¨ªfico (que ha de se?alarse con banderines) para cada objeto, ya que los fardos y bidones pueden quedar ocultos por el hielo en cuesti¨®n de minutos. El equipo de descarga, compuesto, principalmente, por miembros de la tripulaci¨®n, habr¨¢ de trabajar sin interrupci¨®n hora tras hora bajo la luz permanente del mes de diciembre.
El mayor peligro estriba en que en cualquier momento puede producirse la rotura de la plataforma de hielo, en cuyo caso ser¨¢ preciso retirar el barco de la costa, con el riesgo de que el material navegue a la deriva sobre los pedazos desprendidos de la plataforma y se pierda.
El establecimiento de las bases en Danae y Borga ser¨¢ seguido por el fot¨®grafo del Observer Bryn Campbell, que acaba de un¨ªrsenos en Ciudad de El Cabo, y por un grupo de c¨¢maras, dirigido por Simon Dring, quien recientemente ha iniciado su carrera como productor independiente y ha elegido nuestro viaje como primer trabajo.
Por fortuna, el trabajo en el Sahar¨¢ no era exclusivamente de tipo administrativo. Despu¨¦s de aban donar el oasis de Tamanraset y la ruta tur¨ªstica, tuvimos que atrave sar grandes extensiones de arena y grava. Ten¨ªamos misiones cient¨ªficas espec¨ªficas, como cazar lagartos en El Golea y murci¨¦lagos en las monta?as Hoggar, as¨ª como pone a prueba nuestro equipo.
Existen m¨²ltiples semejanzas entre los viajes por regiones polare y los viajes a trav¨¦s del desierto Ambas zonas son, evidentemente des¨¦rticas, y en ambos casos existe una preocupaci¨®n constante por el agua. Adem¨¢s, el comportamiento de la arena es bastante parecido a de la nieve en muchos aspectos; sobre todo, en lo que a los veh¨ªculos se refiere.
El procedimiento m¨¢s corriente para desenterrar un remolque hundido en la arena hasta los ejes de las ruedas consiste en introducir unos maderos por debajo del veh¨ªculo remolcador para propor cionarle una superficie de apoyo. A nosotros nos result¨® m¨¢s c¨®modo llevar los Land Rover a terreno firme (aunque se encontrase a cien metros de distancia) y tirar del remolque con una cuerda elastizada. En nuestra expedici¨®n a la Ant¨¢rtida de 1978 empleamos esta t¨¦cnica, con buenos resultados, para rescatar los trineos atascados en el hielo.
Contra las moscas en Costa de Marfil
A pesar de haber decidido voluntariamente pasar gran parte de los tres pr¨®ximos a?os en regiones polares, debo confesar que detesto el fr¨ªo. En el viaje a Tumbuct¨² y por las selvas de la Costa de Marfil disfrut¨¦ del calor, aunque tuvimos que v¨¦rnoslas con las moscas, es pecialmente con las de El Golea, que casi consiguieron borrar la eterna sonrisa del rostro de Charles Burton, cuyo estoicismo y buen humor hab¨ªan sido proverbiales en el Artico. Lleg¨® incluso a adentrar se en el desierto con la esperanza de conseguir una tregua de varios minutos, pero le siguieron. Finalmente regres¨® a su tienda, donde le hall¨¦ leyendo untebeo del Oeste envuelto en un mosquitero; estaba en un charco de sudor, pero con lento.... y sin moscas.
El Sahara nos ha proporcionado una excelente oportunidad para acostumbrarnos de nuevo a trabajar en equipo. Ya hab¨ªamos trabajado juntos en las aventuras de Groenlandia y en el Polo Norte hace dos a?os, pero ahora cont¨¢bamos con un nuevo miembro, Simon Grimes, en sustituci¨®n de Geoffrey Newman, que contrajo matrimonio recientemente. Simon viajaba conmigo en la parte delantera del Land Rover y, como los ocupantes de cada veh¨ªculo (incluyendo a Ginnie, que viaja sola) ten¨ªan que resolver sus propias dificultades, acabamos por conocernos mutuamente. Cuando llegamos a Abidjan sab¨ªa ya que el equipo contaba con un nuevo miembro, fuerte y digno de con fianza.
La feria comercial de Abidjan supuso una nueva ronda de obligaciones sociales y presiones por parte de Londres. Todo ello, aun
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que necesario, nos recordaba que la expedici¨®n propiamente dicha no hab¨ªa comenzado a¨²n, pero pronto estuvimos a bordo del Bowring rumbo a Ciudad de El Cabo, donde habr¨ªamos de asistir a la ¨²ltima exhibici¨®n comercial y a una semana de actos oficiales.Pero antes de llegar a El Cabo, en la bah¨ªa de Saldhana, uno de los miembros de nuestra tripulaci¨®n sufri¨® un grave percance.
La expedici¨®n hab¨ªa sido generosamente abastecida de fruta y verdura fresca por la marca Fyffes: evidentemente, no resultaba sencillo exhibir la citada marca en unas fotograf¨ªas de todos nosotros comiendo fruta fresca, por lo que nos dieron un enorme pl¨¢tano inflable, de m¨¢s de un metro de longitud, con el logotipo de Fyffes bien visible. Dave Peck, el segundo oficial del Bowring, estaba intentando fijar este objeto a una cometa, cerca de Saldhana, cuando se le desprendi¨® de las manos y cay¨® al mar.
Pensando que la ocasi¨®n era propicia para probar las lanchas salvavidas, Peck orden¨® lanzar una de ellas al agua. El pl¨¢tano fue recuperado con ¨¦xito, pero cuando Peck se encaramaba a la popa de la lancha. se le enganch¨® una pernera del pantal¨®n en el eje de la h¨¦lice. La pierna qued¨® destrozada en cuesti¨®n de segundos, pero, afortunadamente, el oficial tuvo la presencia de ¨¢nimo suficiente para ense?ar a sus compa?eros el modo de presionar el punto adecuado de su arteria femoral antes de perder el conocimiento.
R¨¢pidamente, fue llevado a un hospital en Saldhana, donde le asistieron de triple factura y grave desgarro de tejidos. Dave, as¨ª como otros tres miembros de la tripulaci¨®n, hab¨ªa contra¨ªdo la malaria en Abidjan, lo cual, evidentemente. agrav¨® su estado cl¨ªnico; pero ya se encuentra fuera de peligro y esperamos verle de nuevo en el barco en el mes de febrero
El pariente surafricano y Karl MarxMi primera sensaci¨®n al llegar al puerto de Ciudad de El Cabo fue la sorprendente visi¨®n de unos quince bellos pares de piernas bailando r¨ªtmicamente sobre el muelle. Se trataba de un peque?o grupo de majorettes que festejaba nuestra llegada, y de cuyas componentes s¨®lo me era posible ver las extremidades inferiores, por estar yo mirando desde una ventana situada por debajo de la cubierta. El Benjam¨ªn Bowring atrac¨® junto a un almac¨¦n que hab¨ªa sido transformado en un magn¨ªfico sal¨®n de exposiciones, con docenas de banderas ondeando violentamente, zarandeadas por la fuerte brisa, y m¨²sica de gaita sonando por varios altavoces. La exposici¨®n era visitada diariamente por unas 5.000 personas, entre las que hab¨ªa futuros compradores rodesianos.
Uno de los visitantes que subieron al barco era un hombre de estatura elevada y barba negra, que me estrech¨® la mano y me dijo: ?Hola, primo.? Se trataba, efectivamente, de un lejano pariente surafricano, como me demostr¨® sacando del bolsillo un ¨¢rbol geneal¨®gico que no s¨®lo mostraba nuestro parentesco, sino tambi¨¦n el m¨ªo con Karl Marx (tatarasobrino, para ser exacto). Charles Burton lleva sacado un gran provecho econ¨®mico del asunto desde aquel d¨ªa.
Entre los diversos actos sociales en los que tuve ocasi¨®n de participar en Ciudad de El Cabo, aparte de mi presencia por vez primera en un concierto en vivo, asist¨ª a una recepci¨®n en la que sir Vivian Fusch describi¨® con enorme crudeza el reto f¨ªsico que supone cruzar la Ant¨¢rtida. Durante los largos meses de arduos preparativos apenas hab¨ªamos tenido tiempo de considerar nuestra futura aventura con la visi¨®n realista con que ¨¦l relat¨® su viaje. Resulta dificil de explicar el profundo efecto que ejerce en el ¨¢nimo el clima polar. La incomodidad que uno siente al realizar incluso las tareas cotidianas m¨¢s sencillas es permanente: para desplegar la antena de la radio, tarea que suele realizarse -en condiciones normales- en unos tres minutos, se tardan, como m¨ªnimo, tres cuartos de hora en el clima polar. Mucha gente con la que he te nido ocasi¨®n de hablar de ello piensa que una expedici¨®n como la nuestra constituye una tarea sencilla con el equipo y las prendas modernos.
Y, sin embargo, en las condiciones m¨¢s rigurosas del fr¨ªo polar, la mejor protecci¨®n siguen ofreci¨¦ndola las pieles de lobo. Adem¨¢s, la superioridad de los perros sobre las m¨¢quinas, en lo que a transporte se refiere, es, a¨²n hoy, incuestionable.
Los perros nunca se niegan a iniciar la marcha por baja que sea la temperatura, ni hacen perder semanas de trabajo. Sin embargo, cuando escrib¨ªa a Willy Herbert para pedirle consejo al respecto, su respuesta fue alarmante: no deb¨ªamos emplear perros a menos que hubi¨¦ramos pasado dos a?os aprendiendo a utilizarlos.
Aparte de que no pod¨ªamos dedicar otros dos a?os a ocuparnos de los perros, hab¨ªa otras consideraciones que hacerse. Nuestra expedici¨®n hab¨ªa de estar necesariamente sometida a la opini¨®n p¨²blica, y ¨¦sta suele ser propensa a exagerar cualquier indicio de crueldad, real o imaginario, para con los animales.
Una expedici¨®n japonesa a regiones polares llev¨® 180 huskies desde Thule a Alert enjaulas especiales, pero los perros, transportados en avi¨®n, sintieron p¨¢nico una vez en el aire, y s¨®lo pudieron salvarse 15 de ellos. En 1978, una expedici¨®n brit¨¢nica a Groenlandia condujo cuarenta perros hasta Qanaq, pero, de regreso a la base, la cuarta parte muri¨® o volvi¨® sobre sus huellas.
En lo que a transporte se refiere, no tenemos ninguna ventaja sobre Amundsen, y si las m¨¢quinas de que disponemos sufrieran alguna aver¨ªa irreparable, tendr¨ªamos que arrastrar el cargamento manualmente, como hizo Scott.
Mi principal preocupaci¨®n, sin embargo, no es tan a largo plazo; se trata de las condiciones del Benjam¨ªn Bowring durante nuestro viaje hacia el Sur desde Ciudad de El Cabo. Aunque es un magn¨ªfico barquito, ideal para navegar por los oc¨¦anos Artico y Ant¨¢rtico, resulta demasiado peque?o (s¨®lo 1.200 toneladas), y se balancea terriblemente. De hecho, su gemelo lleg¨® en una ocasi¨®n a ,inclinarse hasta tal punto (78?), que entr¨® agua por la chimenea.
Ya en este viaje el Bowring ha llegado a inclinarse 28' con oleaje no demasiado violento, a resultas de lo cual se han producido desperfectos de consideraci¨®n en la bodega: una carretilla elevadora sali¨® despedida por los aires y el ¨¢cido de la bater¨ªa se desparram¨® por todas partes. Todos rezamos para que nuestro viaje por los salvajes mares del Sur pueda completarse sin grandes calamidades.
Suponiendo que lleguemos a Sanae en perfectas condiciones y podamos descargar nuestro equipo sin contratiempos, nuestro primer objetivo ser¨¢ establecer una segunda base (que hemos denominado Duque de Yorks) en Borga, a 150 millas hielo adentro. Despu¨¦s del d¨ªa 14 de enero, Ginnie Fiennes volar! hasta la base con su terrier de pelo largo, Bothie, para pasa cuarenta d¨ªas, por lo menos, colocando banderines para la pista de aterrizaje, la antena de la radio y la caseta de las provisiones. Su misi¨®n es bastante dura, ya que habr¨¢ de vivir sola en su tienda durante unos diez d¨ªa; pero es la operadora de radio y s¨®lo ella puede se?alar la posici¨®n correcta para la antena.
Mientras tanto, el equipo de tierra, con perros y tres trineos, partir¨¢ de Sanae para establecer en Borga la segunda base, donde habr¨¢n de efectuarse trabajos cient¨ªficos y los preparativos necesarios para el viaje de 850 millas hasta el Polo Sur.
Nuestra ruta nos conducir¨¢ a una de las pocas regiones inexploradas del continente ant¨¢rtico, en la que existen depresiones de hasta doscientas millas de profundidad.
Proyectamos llegar al Polo el d¨ªa 24 de enero y pasar en ¨¦l un solo d¨ªa. Seguidamente atravesaremos otras ochocientas millas en direcci¨®n al glaciar Scott, para llegar a la base Scott, adonde deber¨¢ arribar el Benjam¨ªn Bowring el d¨ªa 14 de enero de 1981. Ginnie nos seguir¨¢ en su avi¨®n hasta el Polo Sur, y luego hasta, la base Scott, para seguir suministr¨¢ndonos lo necesario.
Aunque he mencionado mis temores y preocupaciones, debo decir tambi¨¦n que, en lo que va de viaje, he sentido un enorme alivio al comprobar que la tripulaci¨®n del Bowring es realmente maravillosa. Se compone de una extraordinaria mezcolanza de gentes de distintas razas, edades y credos, cuyo denominador com¨²n es una entrega total y absolutamente desinteresada de cara a los tres pr¨®ximos a?os, incluso por parte de los tres escoceses encargados de las tareas de investigaci¨®n de nuestra expedici¨®n, que comparten gran parte de los inconvenientes de la misma, pero pocas satisfacciones. Sin duda, echaremos de menos su compa?¨ªa durante el largo invierno polar que nos espera. Derechos reservados para los detalles especiales.
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