Tres modelos de ense?anza superior
Universidad es un vocablo que los juristas medievales utilizaron para designar un conjunto de cosas o personas, no necesariamente homog¨¦neas, que requer¨ªan especial tratamiento jur¨ªdico. Los fundadores de los primeros Studia Generale europeos usaron el vocablo para proteger sus fundaciones de intromisiones externas y hete aqu¨ª a la palabra sustantivada, escrita con may¨²sculas y adornada de connotaciones metaf¨ªsicas al servicio de cualquier te¨®rico de la generalizaci¨®n.Precisamente porque no todas las cosas que suceden en la ense?anza superior son iguales, ni siquiera parecidas, es conveniente desinflar el t¨¦rmino universidad. Especialmente porque con ocasi¨®n de un debate o de una ley se cae en la tentaci¨®n de aplicar principios generales a supuestos distintos. Este es obviamente uno de los peligros que corre la actual discusi¨®n sobre la ley de Autonom¨ªa Universitaria espa?ola.
Que a mi se me alcance, hay por lo menos tres modelos de ense?anza superior que coexisten separados o yuxtapuestos en un mismo pa¨ªs y hasta en un mismo recinto. El primero es el modelo profesional que se consolid¨® en Europa a partir de la Revoluci¨®n Francesa.
Los ingenieros, m¨¦dicos, abogados y dem¨¢s especialistas de la primera industrializaci¨®n ten¨ªan en ese momento, y a¨²n conservan en buena parte, dos privilegios importantes: definir el modo de proveer a la necesidad social correspondiente. Y as¨ª la salud p¨²blica es lo que deciden los m¨¦dicos, el transporte lo que deciden los ingenieros, etc¨¦tera. Y proceder a la cooptaci¨®n de sus iguales y sus inferiores, dise?ando las f¨®rmulas de entrenamiento previo, estableciendo reglas de selecci¨®n, etc¨¦tera. Esto lo hac¨ªan y lo hacen desde el Estado o desde fuera de ¨¦l, porque una caracter¨ªstica importante de las profesiones es que su solidaridad gremial suele prevalecer sobre los intereses generales, al menos tal como entienden ¨¦stos quienes no tienen esa solidaridad. De ah¨ª el dicho de que toda profesi¨®n es una conspiraci¨®n contra el p¨²blico.
El modelo profesional de ense?anza superior es, por tanto, otra manera de ejercer el oficio por los que lo desempe?an. Y los m¨¦dicos, abogados, ingenieros y dem¨¢s especialistas de nuestra. industrializaci¨®n protagonizan una ense?anza superior funcional al modo como est¨¢n organizadas las profesiones. De ah¨ª que, en la mayor¨ªa de los casos, los profesores sean profesionales que dedican alguna parte de su tiempo a entrenar a sus sucesores.
El segundo modelo es el cient¨ªfico, de tradici¨®n principalmente alemana. En Espa?a es bastante rudimentario porque, como se sabe, la creaci¨®n y la homologaci¨®n de la ciencia y la tecnolog¨ªa est¨¢ subordinada a los pactos pol¨ªticos y empresariales que constituyen la infraestructura de nuestra industrializaci¨®n, que es, sobra decirlo, muy dependiente. No obstante, hay personas que viven para la ciencia y tienen en el sistema educativo un lugar, m¨¢s o menos compatible con otros parecidos, donde trabajan y se reproducen. Los modos de organizaci¨®n y funcionamiento del modelo cient¨ªfico de ense?anza superior son tambi¨¦n peculiares. Impera la oligarqu¨ªa de la inteligencia con sus pactos, a menudo informales y pragm¨¢ticos, entre el mundo industrial y el mundo acad¨¦mico. Para los pa¨ªses de planificaci¨®n socialista, el modelo cient¨ªfico de la ense?anza superior es el motor de su independencia tecnol¨®gica y de su productividad.
El tercer modelo, de tradici¨®n anglosajona, es el de consumo de educaci¨®n superior. No est¨¢ directamente conectado con las profesiones ni con el avance de la ciencia y representa una riqueza intr¨ªnseca del pa¨ªs. En ¨¦l maduran sus j¨®venes, con un modo de vida mitad ilusorio mitad pragm¨¢tico. Y a ¨¦l regresan por unas horas, meses o a?os quienes desean ocupar su tiempo en el autoperfeccionamiento o la solidaridad.
Este modelo se ha agigantado apartir de la segunda guerra mundial, con motivo del bienestar econ¨®mico, del uso creciente de certificados de educaci¨®n en la selecci¨®n de mano de obra y de la inercia del sistema educativo. A m¨¢s consumo de ense?anza media, m¨¢s apetencia de ense?anza superior. Y aunque no est¨¢ directamente conectado con las profesiones, el modelo de consumo eleva indudablemente el nivel cultural de un pa¨ªs. En la recesi¨®n econ¨®mica actual est¨¢ desempe?ando otra funci¨®n, o m¨¢s bien disfunci¨®n. Sirve para aparcar a los j¨®venes de clase media urbana que no encuentran trabajo. En Espa?a lo estamos notando ahora, para desesperaci¨®n de acad¨¦micos y tecn¨®cratas, que ven invadidos los primeros cursos de todas las profesiones y ciencias por millares de j¨®venes que no tienen motivaci¨®n ni tradici¨®n para la ense?anza superior, pero que son empujados a ella a falta de otra ocupaci¨®n. El flujo de la ense?anza media a la superior se agudiza y se agudiz¨¢r¨¢ a¨²n m¨¢s en los pr¨®ximos a?os, tal y como lo prevemos en un reciente estudio hecho en la Universidad Complutense, un resumen del cual acaba de aparecer en la Revista Espa?ola de Investigaciones Sociol¨®gicas.
Los tres modelos de ense?anza superior se comunican entre s¨ª. Por ejemplo, algunas profesiones utilizan a las ciencias para los primeros cursos de las carreras, caso de las prem¨¦dicas. Y todos los modelos se juntan a la hora de la investigaci¨®n b¨¢sica. Pero sigue sin existir homogeneidad, y menos cuando intenta forzarse legislativamente. La inflaci¨®n universitaria que provoc¨® la ley Villar la estamos padeciendo ahora. Se quiso dar rango y nobleza a las carreras cortas y, en vez de proteger su diversidad y su tradici¨®n, se las convirti¨® en subproductos universitarios, obligando a profesores y alumnos a entrar en un cors¨¦ artificial. La din¨¢mica as¨ª iniciada ?la tenido giros inesperados porque, por ejemplo, la facultad de Informaci¨®n, creada para dignificar te¨®ricamente a la profesi¨®n de periodista, descuida los elementos pragm¨¢ticos del oficio y, sin producir mayor cantidad de ciencia, se ha convertido en principal exponente del modelo de consumo, al funcionar como centro residual de la oferta de la Complutense, con miles de alumnos que ni van a ser periodistas ni tienen en su mayor¨ªa una motivaci¨®n cient¨ªfica.
No parece que signifique lo mismo ser alumno o profesor en los tres modelos. Precisamente por la pr¨¢ctica indiferenciaci¨®n actual y la correlativa devaluaci¨®n de la ense?anza en los primeros cursos, los profesores m¨¢s motivados inician su huida hacia los ¨²ltimos, hacia la investigaci¨®n, hacia el pluriempleo, hacia cualquier cosa que no sea estar todo el d¨ªa en el modelo de consumo. Uno de los oficios menos claros es precisamente el de profesor de este modelo.
Su relaci¨®n con el modelo cient¨ªfico, excepto en las humanidades y las ciencias sociales, es muy precaria y de hecho tiende a borrarse la distinci¨®n entre el profesorado de ense?anza media y el del modelo de consumo en la superior.
Tampoco parece razonable exigir el mismo comportamiento acad¨¦mico a todos los instructores. Una cosa es ense?ar a operar, otra explicar biolog¨ªa a futuros cient¨ªficos y una muy otra mantener interesados en torno al estudio del cuerpo humano a los heterog¨¦neos clientes del modelo de consumo. Lo mismo se puede decir de los criterios de selecci¨®n del alumnado, del reparto de costes econ¨®micos y sociales y de la relaci¨®n entre los diversos modelos de ense?anza superior, la Administraci¨®n p¨²blica y el sistema productivo.
A estas alturas, el modelo que tiene mayor funcionalidad social, que es, sin duda, el de consumo, es el que goza de menos predicamento entre los acad¨¦micos y los pol¨ªticos, hasta que se den cuenta de que hay muy pocas alternativas al desempleo juvenil distintas al estudio.
Cuando el alcalde de Nueva York decidi¨® crear la ya famosa Universidad Municipal, pionera en el modelo de consumo, al ser gratuita y no establecer reglas de selectividad, dijo textualmente: ?Me sale m¨¢s barata una plaza escolar que una celda carcelaria.? ,
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