La estrecha colaboraci¨®n de dos liberales humanistas
Rondando el golpe militar de Primo de Rivera, en 1923, se reun¨ªan en Madrid dos catedr¨¢ticos universitarios, en situaci¨®n de excedentes, que se hab¨ªan conocido en el venerable claustro de Salamanca y coincid¨ªan en su esp¨ªritu republicano liberal, de fondo humanista. Enrique Mart¨ª Jara, catedr¨¢tico de Derecho Pol¨ªtico, con tina forma ci¨®n muy influida por el socialismo fabiano brit¨¢nico, visitaba la farmacia de Jos¨¦ Giral, titular de Qu¨ªmica Org¨¢nica, cuya rebotica, con diversos laboratorios de an¨¢lisis y de preparaciones, despacho, biblioteca y almac¨¦n de medicamentos, lleg¨® a constituir el lugar m¨¢s a decuado para reuniones y conspiraciones en las que se prepar¨® el advenimiento de la II Rep¨²blica. El eminente abogado y profesor llev¨® a la rebotica a un funcionario del Ministerio de Justicia, hombre que, con una apariencia gris acompa?ada de una oscura participaci¨®n en la pol¨ªtica de extrema izquierda nion¨¢rquica -el reformismo de don Melqu¨ªades-, encubr¨ªa una elegante pluma de ensayista, una profunda cultura expresada con palabra justa, un recio esp¨ªritu castellano de tras cendencia nacional espa?ola y unos interesantes estudios sobre la organizaci¨®n militar de los aliados, recientes triunfadores -pocos a?os antes- en la primera guerra eu ropea. Cuando Manuel Aza?a decidi¨® integrarse en la actividad crea dora del g¨¦rmen que dar¨ªa origen a la II Rep¨²blica conquist¨® definitivamente la adhesi¨®n del qu¨ªmico farmac¨¦utico, quien, a partir de entonces, se convertir¨ªa en su m¨¢s fiel y eficaz colaborador. La gran sorpresa deambos liberales humanistas. en su impenitente francofilia, fue la traici¨®n de la pol¨ªtica republicana francesa a la Rep¨²blica espa?ola. Aunque ya se han aportado documentos que prueban calificaci¨®n tan dura, justificada con la ruptura unilateral del suministro leg¨ªtimo de armas, con la falta de apoyo pol¨ªtico en los organismos internacionales y con el enga?oso invento de la no intervenci¨®n, todav¨ªa no se ha mencionado una de las causas que decidieron semejante actitud. Durante el primer bienio -la m¨¢s brillante etapa de las originales revelaciones aza?istas- se produce la visita de Herriot como jefe del Gobierno franc¨¦s, buscando alianzas militares y concesiones especiales para los movimientos de tropas francesas hacia Africa y Gibraltar. Herriot consideraba tan f¨¢cil conseguir sus aspiraciones que, al volver a Par¨ªs con las manos vac¨ªas porque Aza?a le impuso el nuevo estilo de una pol¨ªtica internacional espa?ola original e independiente, adquiri¨® una animadversi¨®n rencorosa contra la Rep¨²blica espa?ola. Tengo pruebas de que la pol¨ªtica negativa de Francia hacia la Rep¨²blica presidida por Aza?a estuvo muy influida -incluso hasta el final de la guerra- por el rencor personal de Herriot contra Aza?a. como consecuencia de aquella gesti¨®n de pol¨ªtica internacional.Herriot contra Aza?a
Cierto que existi¨® el comit¨¦ de Londres, que existi¨® la gimiente cobard¨ªa del Gobierno franc¨¦s arrastrado por la pol¨ªtica inglesa a pcsar de la etiqueta de Frente Popular; cierto que existi¨® la conferencia de Munich, donde acuden Inglaterra y Francia llenas de miedo apaciguador, sin avisar a Rusia; cierto que los obreros franceses pusieron por delante sus intereses materiales - ? 1936: se abandona a la Rep¨²blica espa?ola, pero los obreros franceses consiguen vacaciones pagadas?-, pero... no se olvide el desquite de Herriot contra Aza?a. Curiosamente, el gran ¨¦xito de Aza?a en pol¨ªtica internacional iba a ser la causa de su derrota final en el momento m¨¢s dram¨¢tico. Y, como colof¨®n, cuando muere Aza?a en territorio franc¨¦s, que nunca quiso abandonar, se niega la bandera republicana tricolor -espa?ola o francesa- para su entierro. Tiene que ser el embajador de M¨¦xico en Francia, Luis I. Rodr¨ªguez, quien aporte otra bandera republicana tricolor para envolver el cuerpo del presidente Aza?a en su tumba francesa de Montauban. Como tantas veces, ?gracias, M¨¦xico!
El dilema de dos pacifistas ante la guerra
Consecuencia de esa traici¨®n francesa fue el dilema, tambi¨¦n dram¨¢tico, que hubieron de plantearse los dos humanistas liberales y pacifistas: o entregarse a la facci¨®n en armas -con armas alemanas e italianas- porque no se pod¨ªa disponer de las armas democr¨¢ticas pagadas de antemano y obligados a comprarlas en paz cuando no se necesitaban, o intentar la ¨²ltima esperanza -la Uni¨®n Sovi¨¦tica- al riesgo que fuese. Uno de los riesgos que se afrontaron fue el paso de las riendas del Gobierno a los caudillos populares m¨¢s pr¨®ximos al r¨¦gimen sovi¨¦tico. Otro ya lo hab¨ªan corrido antes con una decisi¨®n capital en el momento angustioso al comienzo del conflicto: o entregarse o armar al pueblo. que estaba en la calle solicit¨¢ndolo. Los pacifistas republicanos, partidarios de la dial¨¦ctica no vioienta, fueron llevados por las circunstancias a organizar la violencia defensiva por defender violentamente todo un cuerpo de legislaci¨®n original -racional y reflexiva- que, tratado de imitar, nunca ha llegado a igualarse, aunque s¨ª haya sido criticado por ambos extremos: temerosamente, como demasiado avanzado, y despectivamente, como lento y t¨ªmido. En cualquier caso, se le califica a la ligera como ?fracaso?. Ah¨ª queda ese ?fracaso?, para reflexi¨®n serena y para ejemplo de generaciones futuras.
Me consta excepcionalmente que cuando los dos liberales humanistas tomaron decisiones tan trascendentales y tan mal entendidas lo hicieron arriesgando el prestigio de sus principios ideales. Pero las circunstancias les hab¨ªan obligado a medir la magnitud de las fuerzas agresivas. Nunca olvidar¨¦ la inmensa preocupaci¨®n de Aza?a con ocasi¨®n de encargarme directa y personalmente -en agosto de 1936, incluso sin consultar con mi padre- de misiones delicadas de guerra que pod¨ªan tener repercusiones internacionales graves. La solemne consternaci¨®n de Aza?a giraba en torno a la aparici¨®n de tropas marroqu¨ªes movilizadas por los militares sublevados: s¨²bditos del sult¨¢n de Marruecos bajo protectorado espa?ol que eran utilizados, por los mismos encargados de garantizar ese protectorado, para intervenir militarmente en un pleito pol¨ªtico interno de la Pen¨ªnsula.
La raz¨®n y la prudencia
Los dos intelectuales republicanos, Aza?a y Girai, pensamiento y acci¨®n, estuvieron rodeados y amparad¨®s por un valioso grupo de correligionarlos que han dejado para la historia la imagen de ese n¨²cleo de ciudadanos burgueses que trataron de imaginar legal y pac¨ªficamente nuevas y mejores formas de vida para el conjunto de los espa?oles, que intentaron implantar originales ideas de desarrollo y progreso, de armon¨ªa y convivencia, pero que en los momentos cruciales de la angustia y el dolor no dudaron en arrostrar todo tipo de riesgos para estarjunto a la poderosa mayor¨ªa de los menos poderosos. Varias veces o¨ª recordar a algunos de ellos el consejo del gran pedagogo, pensador y maestro, pacifista y liberal, Francisco Giner de los R¨ªos: ?Procurad imponer la raz¨®n y la prudencia, la dial¨¦ctica y la moderaci¨®n, el convencimiento y el equilibrio; pero, en caso de elecci¨®n disyuntiva, siempre la izquierda, siempre con el pueblo. ?
Como resumen de la pol¨ªtica de Aza?a -pol¨ªtica de guerra con sus reflejos internacionales- quisiera recomendar la lectura de los discursos en las tres ciudades espa?olas m¨¢s importantes, pero prefiero que esta recomendaci¨®n la haga Antonio Machado, el m¨¢s sensible de los disc¨ªpulos, el que mejor llor¨® y cant¨® al maestro: ?Hacedme un duelo de labores y esperanzas... ?Yunques, sonad; enmudeced, campanas!? La misma pluma que escribi¨® esos po¨¦ticos pensamientos, pol¨ªticos y sociales, se movi¨® por ¨²ltima vez en su vida para presentar los cuatro discursos de Aza?a -Los espa?oles en guerra- con estas palabras: ?Leed con toda la atencl ¨®n de que se¨¢is capaces los cuatro discursos de don Manuel Aza?a dirigidos a la naci¨®n espa?ola. Han sido pronunciados en los momentos m¨¢s arduos, m¨¢s decisivos y acaso m¨¢s gloriosos de nuestra vida. Alg¨²n d¨ªa ser¨¢n le¨ªdos como esencial¨ªsimos documentos hist¨®ficos ... ?
Babelia
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