La dif¨ªcil cita de Mosc¨²
EL INMORAL endurecimiento de la pol¨ªtica exterior sovi¨¦tica, puesto de relieve con la invasi¨®n de Afganist¨¢n, se complementa con la correlativa restricci¨®n de derechos individuales en su propio territorio, evidenciada ayer con la orden de expatriaci¨®n del eminente cient¨ªfico ruso Andrei Sajarov. La Uni¨®n Sovi¨¦tica parece preparar as¨ª su frente interior de cara a la consolidaci¨®n de una nueva ?guerra fr¨ªa? y ofrece otra vez al mundo occidental un rostro hosco dif¨ªcilmente compatible con la pac¨ªfica y festiva cita ol¨ªmpica de Mosc¨². Y, sin embargo, todav¨ªa merece la pena salvar las olimpiadas, todo su significado, e intentar despegar la complicada juntura establecida entre las olimpiadas contempor¨¢neas y las contingencias de la pol¨ªtica internacional.El Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional concedi¨® en 1974 la organizaci¨®n de las pr¨®ximas olimpiadas a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, y el compromiso debe cumplirse, independientemente de la situaci¨®n de tensi¨®n que vive el mundo, y precisamente como un medio posible de aminorar esa tensi¨®n. No es de ahora el pisoteo de los derechos humanos en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, e incluir el boicot de los Juegos de Mosc¨² en el paquete de medidas estadounidenses de represalia por la intervenci¨®n en Afganist¨¢n puede conllevar el final del ya baqueteado olimpismo.
Los Juegos Ol¨ªmpicos. s¨®lo interrumpidos desde su renacimiento por los par¨¦ntesis de las dos guerras mundiales. han ido entrando lenta, pero inexorablemente, en la manipulaci¨®n de la pol¨ªtica internacional: desde los Juegos de Berl¨ªn de 1936, utilizados por el aparato del doctor Goebbels como escaparate internacional del nazismo. pese a las cuatro medallas del negro Jesse Owens. que obligaron a Hitler a retirarse de su tribuna para no tener que estrecharle la mano, hasta las matanzas de los Juegos de Munich o de Ciudad de M¨¦xico. pasando por todas las complicadas urdimbres que ¨²ltimamente hubo que tejer y destejer para dar representaci¨®n a las naciones divididas.
El olimpismo est¨¢ seriamente herido desde el momento en que los pa¨ªses organizadores de cada olimpiada act¨²an indefectiblemente bajo criterios econ¨®micos o de prestigio pol¨ªtico y cuando la preparaci¨®n de los atletas. en la mayor¨ªa de los pa¨ªses participantes, se orienta a una rebati?a de medallas que sancione indirectamente la bondad de un determ?nado sistema de organizaci¨®n de la sociedad. En este contexto, atender la iniciativa del presidente Carter de boicotear las olimpiadas de Mosc¨² arrostrar¨ªa un golpe al olimpismo del que los Juegos presumiblemente no se recobrar¨ªan jam¨¢s.
Por otra parte, el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, m¨¢xima organizaci¨®n deportiva, est¨¢ formado por hombres y mujeres que no representan a sus pa¨ªses, sino el inter¨¦s del esp¨ªritu de los Juegos, y a t¨ªtulo personal. As¨ª el COI no debe -y ni siquiera puede- atender la sugerencia estadounidense. Todo ello sin contar la imposibilidad temporal y financiera para trasladar la sede de los Juegos a otro pa¨ªs: recu¨¦rdese que Montreal, con ocho a?os de preparaci¨®n para los Juegos de 1976, qued¨® hipotecada econ¨®micamente por diez a?os a causa de los retrasos en la construcci¨®n de adecuadas instalaciones deportivas y de servicios.
Adem¨¢s, Estados Unidos, si se empecina en su decisi¨®n de boicotear los Juegos, contradecir¨¢ su tradici¨®n participativa aun en casos an¨¢logos de la pol¨ªtica internacional. Tras la invasi¨®n sovi¨¦tica de Hungr¨ªa en 1956, que repercuti¨® en la opini¨®n p¨²blica mundial con una fuerza a¨²n mayor que la intervenci¨®n en Kabul, s¨®lo Suiza, Holanda y Espa?a se abstuvieron de la cita ol¨ªmpica de Melbourne, y particularmente Espa?a, por las caracter¨ªsticas escasamente democr¨¢ticas de su r¨¦gimen pol¨ªtico, se cubri¨® de un cierto bochorno. Y en el caso de Espa?a, a un nivel inferior al ol¨ªmpico, no debe olvidarse que la selecci¨®n nacional sovi¨¦tica jug¨® en Madrid una Copa de Europa cuando no exist¨ªan relaciones entre Espa?a y la URSS, y que el equipo nacional espa?ol particip¨® en el pasado Campeonato Mundial de F¨²tbol celebrado en Argentina, cuando algunos de nuestros compatriotas permanec¨ªan a¨²n en las c¨¢rceles de aquel pa¨ªs por sus ideas contrarias al r¨¦gimen de Videla.
Ahora, ante el posible boicot estadounidense, resurge de nuevo la vieja idea de replantearse la competici¨®n prescindiendo de himnos, uniformes y banderas, para intentar retrotraer las olimpiadas a su idea primigenia de gran fiesta emulativa y pac¨ªfica entre la juventud del mundo. Sin duda, es tarde para iniciativas de este porte, pero a¨²n es tiempo de acudir a la cita de Mosc¨² -decidan lo que decidan los atletas estadounidenses, que l¨®gicamente se ver¨¢n influenciados por las decisiones de su presidente-, separando las condenas pol¨ªticas por intervencionismo armado o por violaci¨®n de derechos humanos de una competici¨®n deportiva que, aunque asaeteada por la pol¨ªtica, todav¨ªa levanta una d¨¦bil antorcha en pro de la fraternidad de los pueblos por encima de. las fronteras y las razas. de las armas y de los Estados.
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