Martha Frayde, castrista de primera hora: "Sigo siendo una revolucionaria"
Nacida en La Habana (Cuba) en 1921, Martha Frayde fue una de las participantes m¨¢s activas en el proceso revolucionario cubano. Amiga de Fidel Castro desde 1950, ¨¦ste la nombra, al triunfar la revoluci¨®n, directora del Hospital Nacional de La Habana y presidenta del Movimiento de la Paz. M¨¢s tarde es enviada como delegada ante la Unesco. En 1976 es detenida y condenada a veintinueve a?os de prisi¨®n. Finalmente, el 17 de diciembre de 1979, llegaba, en libertad, a Madrid. Ahora, despu¨¦s de un largo silencio meditativo, ha hecho estas declaraciones a EL PA?S en su domicilio madrile?o, las primeras que concede desde que sali¨® de la c¨¢rcel cubana Nuevo Amanecer, en las que se reafirma como mujer revolucionaria.
Pregunta. ?Cu¨¢ndo y en qu¨¦ condiciones recobr¨® usted su libertad?Respuesta. Tras una serie de negociaciones con la comunidad cubana en el exilio, el 8 de diciembre de 1978 Fidel Castro firmaba un plan de amnist¨ªa, mediante el cual quedaba asegurada la liberaci¨®n de 450 presos por mes. En realidad, ese plan no fue respetado a raja tabla; pero siempre se mantuvo la firme promesa de que las cincuenta mujeres que segu¨ªan encarceladas por razones pol¨ªticas iban a obtener su libertad. Entre ¨¦stas, naturalmente, me encontraba yo. Las liberaciones empezaron el 30 de diciembre de 1978. A m¨ª, en cambio, no me lleg¨® la hora tan esperada hasta el ¨²ltimo indulto, que fue el 12 de noviembre de 1979 y que pas¨® a ser efectivo dos d¨ªas despu¨¦s. Sal¨ª con las ¨²ltimas compa?eras que quedaban. Una llevaba presa diecinueve a?os; las otras, quince y diecis¨¦is. Claro est¨¢ que en la c¨¢rcel los a?os son determinantes, pero eso no impide que tambi¨¦n un per¨ªodo muy corto sea pr¨®digo en tensiones y experiencias extremas.
P. Nada m¨¢s abandonar la c¨¢rcel, ?qu¨¦ hizo usted?
R. Una vez liberada, me dieron la oportunidad de hacer todos los tr¨¢mites burocr¨¢ticos necesarios para arreglar mi salida de Cuba. Yo pude salir rumbo a Estados Unidos o Costa Rica, pero confieso sentirme muy espa?ola por mis ra¨ªces. Durante mi experiencia carcelarla result¨® determinante cuanto le debo a Espa?a a trav¨¦s de mis antepasados: mi lengua, mi fe, mi cultura, mis costumbres... Eso, unido a lazos amistosos y familiares, fue lo que me impuls¨® a elegir Espa?a como tierra de asilo. Fui, pues, a la embajada de Espa?a en La Habana y all¨ª se me atendi¨® con gran amabilidad y eficacia. Esto fue un mi¨¦rcoles. Al lunes siguiente me llamaban para comunicarme que el Gobierno espa?ol me hab¨ªa concedido el visado. Entonces me present¨¦ ante las autoridades cubanas con pasaporte, visado y pasaje. Y tengo que reconocer, como contrapunto a un calvario infrahumano, que all¨ª me dispensaron una acogida correct¨ªsima e, incluso, se me dio la opci¨®n de que determinase, seg¨²n mis deseos, la fecha de mi propia partida.
El cari?o de los amigos
P. Reencontrarse libre entre los habitantes de La Habana, ?qu¨¦ efecto le caus¨®?R. Cuando uno va a salir de la c¨¢rcel siente que a la alegr¨ªa natural se adhiere un sentimiento de inquietud muy fuerte acerca de la forma en que va a ser recibido en el exterior. Al toparme de nuevo con la gente, esa inquietud se disip¨® enseguida. Recib¨ª el cari?o de los amigos fieles. Y tuve la gran sorpresa complementaria de que inclusive me paraban por la calle personas para m¨ª desconocidas, que me recordaban de mis tiempos de doctora y que me demostraban su alegr¨ªa y su solidaridad por mi puesta en libertad. Lo que me sorprendi¨® fue esa naturalidad, esa falta de miedo a pesar de la represi¨®n del sistema y de todas las leyendas oficiales tejidas en torno a m¨ª. Al mismo tiempo, hab¨ªa algo muy dram¨¢tico -al menos, para alguien que, como yo, haya luchado siempre con el anhelo de que mi pa¨ªs viviese en paz, desarrollo y felicidad- cuando se me acercaba alguien y me dec¨ªa: ?Ojal¨¢ que yo hubiera sido preso pol¨ªtico. Eso me permitir¨ªa ahora salir de Cuba.? Esto me pareci¨® espantoso. Porque, si hay tanta gente que quiere abandonar su pa¨ªs de manera definitiva, esa es la se?al m¨¢s patente de que el pa¨ªs no marcha bien. Y hay que ver a esa multitud de cubanos que ansiosamente esperan, en los umbrales de las embajadas, el milagro dudoso de un visado. Esa visi¨®n me golpe¨® hondamente la conciencia.
P. La p¨¦rdida del miedo por parte de la poblaci¨®n, ?es un fen¨®meno nuevo?
R. El pueblo cubano, incluso sometido a la represi¨®n, siempre se ha caracterizado por una gran generosidad y por una clara apertura de temperamento en lo comunicativo. No obstante, es verdad que hubo presos anteriores que contaron tan s¨®lo con el apoyo familiar. Hoy, en cambio, esa solidaridad con los presos est¨¢ a la orden del d¨ªa. La gente se ha vuelto insensible a la atm¨®sfera fabricada en torno a personas oficialmente consideradas peligrosas para la naci¨®n, contrarrevolucionarias, gusanos. Nadie comulga ya con tales ruedas de molino.
Un gran esfuerzo de memoria
P. ?Intentaron conectar con usted las autoridades cubanas?R. No puedo decir que s¨ª de manera tajante. Pero abundaron las invitaciones de personas perfectamente identificadas con el r¨¦gimen, sensibles a la hora de valorar mi estado de ¨¢nimo, cuadros intermedios que, a buen seguro, se acercaban a m¨ª para cumplir una misi¨®n informativa. Yo sab¨ªa eso pero les respond¨ªa de manera cordial, sin odio. S¨ª, yo s¨¦ tambi¨¦n que el odio ha sido algunas veces para el hombre un mecanismo defensivo, pero yo soy, en ese aspecto, una persona totalmente antirrepresiva El odio no cabe dentro de m¨ª.
P. ?En qu¨¦ estado lleg¨® usted Espa?a?
R. Yo ya sab¨ªa, a causa de m condici¨®n de exiliada en M¨¦xico por haber combatido contra e r¨¦gimen de Batista, lo que significaba dejar el pa¨ªs y aceptar el destierro. Claro, la situaci¨®n primera fue muy diferente. Una era m¨¢s joven y estaba convencida de que iba, a regresar pronto a su pa¨ªs. Esta partida, en cambio, es m¨¢s dolorosa, dado que la situaci¨®n presente en Cuba permite escasas esperanzas. Por eso, al salir hice un gran esfuerzo de memoria. Para aprisionar todos los recuerdos que me pod¨ªa llevar de mi pa¨ªs: afectivos, hist¨®ricos, materiales... As¨ª que, cuando llegu¨¦ a Madrid, me encontraba bastante cansada, f¨ªsica y mentalmente. Llegu¨¦ muy silenciosa, porque consider¨¦ que era mejor asentar un poco mi estado an¨ªmico antes de hacer estas declaraciones. En primer lugar quise cumplir con un deber moral muy grande de agradecimiento hacia un grupo de intelectuales europeos, a cuya cabeza sit¨²o al escritor Juan Goytisolo, viejo amigo m¨ªo, por la solidaridad que tuvieron conmigo durante estos a?os de prisi¨®n. No ignoro que algunas personas, entre las que puedo citar a Alejo Carpentier, sol¨ªan comentar que esta solidaridad exterior era contraproducente y nos perjudicaba a los presos. Eso es puro fariseismo. Yo s¨¦, por haberlo vivido desde dentro, que el eco solidario internacional pesa much¨ªsimo en las decisiones finales de las autoridades cubanas.
P. En 1976 es usted detenida bajo la acusaci¨®n de llevar a cabo actividades contrarrevolucionarias. ?En qu¨¦ consist¨ªan?
R. En criticar cuanto estimaba err¨®neo. Y luego, harta de predicar en el desierto, en manifestar que deseaba irme de Cuba. Durante a?os y a?os se me neg¨® el permiso de salida. Dentro de esa situaci¨®n desesperada, me un¨ª a diferentes personas; algunas, por lo que supe m¨¢s tarde, tal vez s¨ª ten¨ªan una actividad conspirativa. Eso fue para m¨ª una aut¨¦ntica novedad. Las autoridades cubanas no lo ignoraban, pero consideraron que hab¨ªa llegado el momento de castigarme por todos esos a?os de rebeld¨ªa y me condenaron a veintinueve a?os de prisi¨®n. Se comprender¨¢ que, en un pa¨ªs democr¨¢tico, condena semejante no la merece nadie cuyo delito consista en querer abandonar ese pa¨ªs. Y, a mi edad, pues ni que hubiera tenido piel de paquidermo para resistir durante veintinueve a?os en la c¨¢rcel... Pero en Cuba se juega con los a?os y con la vida humana como si uno fuese un personaje b¨ªblico.
P. ?C¨®mo soport¨® la experiencia carcelaria?
R. Al llegar a una situaci¨®n tal, considero que s¨®lo caben dos posiciones: la del suicida -cosa heroica- y la del que sit¨²a su meta en salir un d¨ªa. Y yo soy una mujer que creo, como Stendhal, que el que tiene imaginaci¨®n no se suicida. Adem¨¢s, pienso que de la c¨¢rcel hay que salir como sea. Esa fue una lecci¨®n que aprend¨ª en la lucha anterior contra Batista. As¨ª que puse a florecer mi imaginaci¨®n para soportar tanto horror. Al principio, a m¨ª me situaron en un cuarto que era de cinco por seis metros. Y all¨ª ten¨ªamos que dormir 32 mujeres. Aquello parec¨ªa m¨¢s un hospital de dementes que una c¨¢rcel.
P. ?Le quedan grandes posos de amargura?
R. No puedo decir que no. Pero soy una mujer optimista, que desea para Cuba una pronta reconciliaci¨®n nacional. Creo, no obstante, que tengo que empezar a sentirme espa?ola por los cuatro costados.
P. ?Y dice adi¨®s a la revoluci¨®n?
R. No. Como tampoco lo han hecho Matos o Franqui. Yo sigo consider¨¢ndome revolucionaria, tanto en el campo pol¨ªtico como en el cient¨ªfico.
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