Un punto de sensatez
LA NEGATIVA de Francia a participar en una supuesta cumbre de algunas potencias occidentales, convocada por Estados Unidos en Bonn, es la primera brecha importante en la pol¨ªtica emprendida por Carter para responder a la invasi¨®n sovi¨¦tica de Afganist¨¢n. Es tambi¨¦n la primera muestra de sensatez en toda esta crisis artificial. La fecha prevista para esta gran consulta, el 21 de febrero, supon¨ªa en s¨ª una trampa tendida a la moderaci¨®n de los pa¨ªses aliados de Estados Unidos: el d¨ªa 20 termina el plazo fijado por C¨¢rter para que la URSS se retire del pa¨ªs ocupado; los pa¨ªses convocados no habr¨ªan podido evitar ser arrastrados a una pol¨ªtica de extrema dureza en el caso, muy posible, de que tal retirada no se hubiera producido. Se habr¨ªa arrastrado a Francia, Alemania Occidental, Canad¨¢, Jap¨®n, Italia y Gran Breta?a a tomar las medidas irreversibles que, en general, no quieren tomar; probablemente no quiere tomarlas ni la propia Margaret Thatcher, que debe estar ya asustada de si misma y del grado de impopularidad a la que la est¨¢ llevando su pol¨ªtica belicista.Una cosa es denunciar la culpabilidad de la URSS en todo aquello que sucede en el mundo para facilitar la digesti¨®n de los viejos bebedores de oporto de los clubes del Pall Mall, recibir algunos d¨®lares suplementarios y tratar de enredar a los sindicatos en todo ello, y otra es verse de verdad obligada a cumplir unas medidas de sanci¨®n que producir¨ªan una histeria de guerra negativa entre sus recientes visitantes y una gravedad mayor en la situaci¨®n econ¨®mica del pa¨ªs. Giscard sabe bien hasta d¨®nde puede da?arle a ¨¦l, a su centrismo y a Francia una pol¨ªtica r¨ªgida de guerra fr¨ªa; sabe que es un precio demasiado caro para asegurar la reelecci¨®n de Carter -que, por otra parte, no le interesa nada-; como lo sabe tambi¨¦n el canciller Schinidt, m¨¢s aherrojado por el viejo prusianismo esgrimido por la Democracia Cristiana; como lo sabe el italiano Cossiga, inmovilizado por la inmediatez del congreso de su partido y por la crisis que tiene que abrirse inmediatamente despu¨¦s. Nada duele tanto a los Gobiernos conservadores de Europa como tener que demostrar palpablemente que lo son precisamente en materia de pol¨ªtica exterior; y como tener que alinearse incondicionalmente a Estados Unidos en un momento en que su inter¨¦s primordial est¨¢ en trabajar con el Tercer Mundo. No es extra?o que Francia haya sido la primera en reaccionar, porque forma parte de un bloque inamovible de su pol¨ªtica, de la misma l¨ªnea que introdujo el general De Gaulle al negarse, en circunstancias parecidas, a escoltar aventuras de Estados Unidos y a definir su propia pol¨ªtica militar distanci¨¢ndose de la OTAN; pero probablemente el movimiento franc¨¦s de retracci¨®n estaba ya acordado y decidido en la reciente negociaci¨®n -?hist¨®rica?, seg¨²n sus protagonistas- con Schmidt en Par¨ªs.
La sustituci¨®n de la conferencia de Bonn -que ten¨ªa tambi¨¦n en su contra la selecci¨®n de los invitados, fuera de todo reglamento institucional: solamente por ser los m¨¢s poderosos de Occidente, obviando los intereses de las peque?as potencias- por un viaje de Cyrus Vance -cuyo itinerario se est¨¢ cambiando a cada instante; hay posibilidades de que venga a Espa?a, aunque la adhesi¨®n de Su¨¢rez a la pol¨ªtica de Carter en su entrevista de Washington hace innecesaria esa gesti¨®n- es relativamente m¨¢s tranquilizadora. La impresi¨®n de unanimidad no va a ser ya f¨¢cil; puede ocurrir que las sanciones se limiten a un estadio simb¨®lico -tal vez ni siquiera se llegue al boicot total de la Olimpiada de Mosc¨²- y a unas actitudes verbales.
Siendo esta moderaci¨®n de una sensatez considerable, seria sin embargo lamentable que Mosc¨² lo considerase como un triunfo. La invasi¨®n de Afganist¨¢n le ha supuesto ya una enorme p¨¦rdida de prestigio en todo el mundo -sin m¨¢s excepci¨®n que la del comunismo franc¨¦s, renegado a su vez por la entrevista Berlinguer-Carrillo en Roma y por otros grandes grupos comunistas-, la inversi¨®n de inclinaciones en el mundo isl¨¢mico y, sobre todo, una guerra de car¨¢cter vietnamita en la que tiene, con el tiempo, mucho que perder.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Afganist¨¢n
- Guerra fr¨ªa
- RFA
- Pol¨ªtica exterior
- Estados Unidos
- Francia
- URSS
- Guerra
- Europa occidental
- Alemania
- Bloques pol¨ªticos
- Acci¨®n militar
- Bloques internacionales
- Europa
- Asia
- Conflictos pol¨ªticos
- Historia contempor¨¢nea
- Relaciones exteriores
- Partidos pol¨ªticos
- Conflictos
- Historia
- Pol¨ªtica
- Oriente pr¨®ximo