La pipa de G¨®mez-Llorente
Yo, que s¨®lo hablo aqu¨ª de gente que conozco y lleno mi prosa de las cicatrices de las negritas para aludir a mis amigos/enemigos ¨ªntimos, quisiera hacer hoy el retrato de un desconocido, de un hombre al que he seguido bastante, pero al que s¨®lo he visto de lejos, a vista de revistero taurino, desde el palco de la prensa, en las Cortes: G¨®mez-Llorente.
Estoy releyendo estos d¨ªas el Retrato de un desconocido, de Rivas-Cherif, admirable biograf¨ªa de Aza?a, y Andr¨¦s Amor¨®s me env¨ªa la primera edici¨®n de los Discursos en campo abierto, de don Manuel, para completar una semana aza?ista que me he montado a m¨ª mismo y que oficio dentro de casa (no est¨¢n las cosas como para andar oficiando de nada por la calle). Pero el desconocido, relativamente desconocido (para m¨ª) de quien quiero hablar hoy es ese hombre con pipa del socialismo espa?ol. Cuando ya nadie fuma en pipa, aqu¨ª en Madrid, no puede uno por menos de asociar las dos ¨²ltimas y populares pipas madrile?as: la de Balb¨ªn y la de G¨®mez-Llorente.
Balb¨ªn fuma siempre la pipa de la paz y la equidad. El socialista de izquierdas (qu¨¦ cosas hay que decir hoy, para entenderse) fuma, sencillamente, la pipa de la verdad. Todos los fumadores de pipa que he conocido son hombres sosegados, de Luis Mara?¨®n a Jos¨¦ Luis Balb¨ªn, y lo que no s¨¦ es si el sosiego se lo da el fumador a la pipa o la pipa al fumador. En todo caso, se trata de se?ores con botafumeiro particular, port¨¢til e incorporado, que les beatifica siempre, e incluso les ratifica en todo lo que dicen dentro de su alcoba de humo, dentro de su perfumada urna de tabaco de hebra. Ahora hay quien fuma la droga en pipa, porque las merdes se amalgaman bien con el tabaco para pipas. Colgado del cuelgue o colgado de su cachimba, el hombre que fuma y dialoga en pipa, siempre parece que, tiene m¨¢s raz¨®n que los dem¨¢s. En la pipa de G¨®mez-Llorente me parece a m¨ª que arde, con un rescoldo de revoluci¨®n, el oro de la justicia distributiva, el incienso de la utop¨ªa socialista y la mirra de su propio carisma. G¨®mez-Llorente, con la pipa, es como un patache del pesquero del PSOE que medita el rumbo de los astros y el itinerario de las mareas y piensa mucho en Moby Dick (que de momento es Fraga), mientras sus compa?eros de pasaje y tripulaci¨®n piensan en un cargo.
En el reciente mitin socialista del Palacio de los Deportes, a G¨®mez-Llorente le interrumpieron los aplausos m¨¢s de quince veces. Felipe gan¨® un Congreso, pero ha perdido un mitin. Napole¨®n gan¨® Europa, pero perdi¨® Waterloo. El otro d¨ªa, ambos l¨ªderes militaban en la misma zanja: el tema de la ense?anza, tan monopolizable por la pol¨ªtica de UCE e incluso por aquello que Quevedo llamaba ?pol¨ªtica de Dios?. G¨®mez-Llorente lo ha dicho desde el Sina¨ª de humo de su pipa:
-La Iglesia quiere para sus colegios los viejos privilegios franquistas.
G¨®mez-Llorente es al PSOE lo que un cisne a un bebedero de patos. Un pato m¨¢s, pero con el cuello m¨¢s largo y mejores modales, y con el que los otros patos (y no digamos las ocas) no saben qu¨¦ hacer. En el paisaje espa?ol de hoy mismo, tan contaminado de pistolas (que las pistolas s¨ª que contaminan al muerto, y no las entra?ables calefacciones dom¨¦sticas), veo yo, entre los humos confusos de mil guerras civiles y municipales, el humo de la pipa de G¨®mez-Llorente, al go as¨ª como el ?humo dormido? de Gabriel Mir¨®, s¨®lo que muy despierto.
Y vertical. Contra el botafumeiro nacionalcat¨®lico que contamina las escuelas de padre Astete, la pipa de G¨®mez-Llorente es un colegio caliente y breve de ni?os invernizos, laicos y desescolarizados, en la esquina del llorentismo cr¨ªtico y esencial. G¨®mez Llorente y Eulalia Vintr¨® est¨¢n haciendo la guerra de los ni?os. La guerra de la escuela libre. La derecha, en este rollo, pide libertad econ¨®mica, y la izquierda pide libertad ideol¨®gica. Porque el liberalismo gaseoso (algo as¨ª como el humanismo de los financieros) debe realizarse en libertades concretas. G¨®mez-Llorente est¨¢ llevando muy bien la guerra de los ni?os, que nosotros, cuando ni?os, perdimos para siempre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.