El Madrid-Almer¨ªa, partido de mon¨®tono run-run
El partido de Chamart¨ªn fue silencioso. En noventa minutos no pas¨® casi nada y el p¨²blico se dedic¨® a comentar la bondad del clima y lo sucedido por la ma?ana en el baloncesto. El Madrid-Almer¨ªa fue partido de rumor general. Solamente se rompi¨® el mon¨®tono run-run en los seis goles; los cinco de Chamart¨ªn y el que anunci¨® el simult¨¢neo del Salamanca al Barcelona.La tarde soleada era propicia a la excursi¨®n buc¨®lica y, sin embargo, unas 80.000 personas se acomodaron en Chamart¨ªn. Y total, para bien poco. Si el f¨²tbol, en lugar de ser un espect¨¢culo popular, tuviera un toque de ¨¦lite elegante, contar¨ªa con palcos privados. En ellos los caballeros hubieran dedicado la tarde al caf¨¦, copa y puro, y las se?oras, a mirar con sus impertinentes a los otros palcos. Una visita a la Mariona Rebull de turno habr¨ªa satisfecho a los dandys de la tribuna.
El partido fue facilito. Los problemas que le plante¨® el Almer¨ªa al Madrid fueron de EGB. Al Madrid le toc¨® el tema de los fenicios a los seis minutos. Juanito elev¨® la pelota por encima de la barrera y le meti¨® el primer gol a C¨¦sar. Media hora m¨¢s tarde, el p¨²blico despert¨® de su sopor porque Garc¨ªa Hern¨¢ndez, otra vez con la pierna derecha, que es la mala, marc¨® un oportuno gol a pase de Stielike, que anduvo ahorrando fuerzas mientras estuvo en el campo.
El partido tuvo poco que ver. Lo m¨¢s que se pod¨ªa hacer era observar detalles. Estos, por ejemplo; Cunningham mantiene su buen tono en el lanzamiento de los c¨®rners y persiste en su actitud de pacifista a ultranza; Garc¨ªa Hern¨¢ndez es todo un jugadorazo, al que hay que dar m¨¢s oportunidades en el Madrid y alguna en la selecci¨®n de Kubala, quien, erre que erre, insiste en llamar a San Jos¨¦, que est¨¢ lesionado y, naturalmente, en baja forma; Pirri, de cuando en cuando, a¨²n tiene arrestos para irse hacia adelante; Garc¨ªa Rem¨®n estuvo en plan espectador de lujo y se marc¨® la alegr¨ªa de salir fuera del ¨¢rea a despejar de cabeza e hizo el don Tancredo en el gol almeriense; Portugal se nos est¨¢ quedando en la constante desilusi¨®n y a Angel comienzan a sobrarle algunas acciones poco ortodoxas.
El Almer¨ªa vino a Madrid a evitar la goleada. Limit¨® sus acciones fundamentales a cubrir su ¨¢rea. Delante, solamente dej¨® a Mur¨²a y Rol¨®n, lo que permiti¨® a Boskov situar a Angel de lateral para que Camacho se quedara en el centro de la zaga junto a Pirri. La defensa madridista jug¨® tan c¨®modamente que, al final, pr¨¢cticamente actu¨® sin laterales,
El Madrid jug¨® a medio gas. No tuvo que esforzarse en demas¨ªa para resolver el encuentro sin agobios. C¨¦sar se emple¨® a fondo y hasta se luci¨® pese a los cuatro goles encajados. El Almer¨ªa movi¨® bien el bal¨®n en el segundo tiempo. La inclusi¨®n de Serrano en el puesto de Dur¨¢n dio una mayor sensaci¨®n de peligrosidad. El disparo lejano de Oscar L¨®pez, que vali¨® el gol visitante, anim¨® un poco el juego. El Almer¨ªa, en los ¨²ltimos minutos, se estir¨® un poco, perdi¨® el miedo a la goleada e intent¨® sorprender de nuevo a Garc¨ªa Rem¨®n. El ¨²ltimo cuarto de hora despabil¨® a la clientela, que se encontr¨® con unas mayores prisas entre los contendientes.
El Madrid se permiti¨® el lujo de suplir a Stielike por Roberto, para cargar un poco m¨¢s la mano en el ataque. Juanito, que no estuvo muy afortunado, jug¨® por donde quiso. Santillana fue el ¨²nico que siempre tuvo encima a un marcador fijo. Los laterales se quedaron en sus lugares en espera de quien llegara por su zona. Cunningham tambi¨¦n cambi¨® de lado cuando le convino, en busca de la soledad que le permitiera la incursi¨®n r¨¢pida. Fue acogido con aplausos, al inicio, gracias a lo que hizo en Barcelona. Poco a poco, sus adictos fueron perdiendo la fe. Cunningham se limit¨® a lo de casi siempre, destellos.
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