Nacimiento de dos nuevos cantantes: Alfonso y Cristina
En el gran sal¨®n imperial del hotel Ritz de Barcelona, repleto de invitados famosos y de p¨¢lidas flores, se aguarda la anunciada aparici¨®n de dos nuevos cantantes: Alfonso y Cristina. Sus nombres son reales. Son sobrinos de Jos¨¦ Luis de Villalonga. Son ahora estudiantes de COU. Son los int¨¦rpretes de un primer disco donde el t¨ªtulo es rectitud: Cualquier tiempo pasado. Nadie mejor que su propio t¨ªo puede servirles de presentador.Y llega el t¨ªo con paquete ub¨¦rrimo de imaginarios telegramas. Firman tales mensajes, de buen aire, comenderos granados: Frank Sinatra, Adolfo Su¨¢rez, Gilbert B¨¦caud, Abril Martorell, Santiago Carrillo y, por supuesto retrechero, el mermado marqu¨¦s de Villaverde: ?Espero que lo vuestro sea un fracaso. ?Viva Espa?a! ? Carcajadas floridas.
La luz se hace suave. Ya hay menos bocadillos y licores. Reflejan los espejos con m¨¢s mimo la gracia azul y la dorada crema. Es el instante justo en que Louis Arag¨®n sorprender¨ªa a una mujer extra?a que ha entrado en el sal¨®n, que titubea y que, de pronto, escucha campanadas en boca de elegante caballero: ?Nos proporcionarla usted un gran placer, se?orita, si aceptara quedarse con nosotros un momento. Hay noches en que se siente uno ligado a los desconocidos con m¨¢s intensidad que a los amigos de siempre. Hay noches en que s¨®lo es posible hablar y hablar con los desconocidos... ?Querr¨ªa usted acompa?arnos durante un momento? Tal vez exista en este ruego algo no muy correcto; si as¨ª fuera, le suplico que no lo tenga en cuenta. ?La voz del hombre no es hermosa ni persuasiva. Pero la mujer no retiene m¨¢s que el acento singular de dos palabras: hay noches.. Y, no sin sorprenderse ella misma, siente que ya responde: ?Con mucho gusto.
El gusto es doble. Se dicen mutuamente: podr¨¢s hacerme esta faena, esa otra o la de m¨¢s all¨¢, pero que yo te deje de querer, mi amor, eso nunca lograr¨¢s. Limpiamente acaramelados, sin los altibajos de Enrique y Ana, ajenos a las inuecas circenses de Pili y Mili, fraternalmente distantes y aseados, cantan Alfonso y Cristina las agridulces melod¨ªas del ayer. La cosa va de retro y no. Porque aqu¨ª no hay parodia ni tampoco carnaza excesiva a cero grados. Los dos hermanos son como son: como Dios manda, sensibles, educados, nost¨¢lgicos. Con la naturalidad de una clase. Y se dicen palabras de cari?o sin que aparezca nunca en sus mejillas la sombra azafranada del incesto. Vocalizan muy pulcramente, se mueven con finura, provocan una blanca sensaci¨®n.
Voceros del anochecer
Hay en su repertorio de reci¨¦n nacidos canciones de Moustaki, B¨¦caud y Manzanero. Hay un viejo y pegadizo tema que ya cantara Elvis, Coraz¨®n: ?Por jugar, por probar, / por quererme enamorar, / casi sin querer / he perdido mi libertad...? Hay creacciones popularizadas por Nina&Frederick, Mama Cass y The Everly Brothers. Hay dulces muchachos de triste mirada, sue?os adolescentes, inmensos palacios, lunas de rostro familiar, tardes de invierno, caricias le ves entre el trigo y errores, compartidos. Hay, sobre todo, un producto global que tiene la virtud de no enga?ar a nadie.
Ellos, qu¨¦ duda cabe, lavan m¨¢s limpio. Do?a Nostalgia as¨ª ha encontrado a dos fieles voceros del anochecer: Alfonso y Cristina. Uno puede preferir sus canciones en solitario: Sue?a un poquit¨ªn en m¨ª (ella) y El ciego (naturalmente, ¨¦l). Pero, de todas formas, mientras llega el divorcio, el dueto ya tiene el triunfo asegurado; pro lo menos en salas de fiestas, donde las; reciclabes parejas podr¨¢n estremecerse con la dicci¨®n perfecta de estos hijos de buena familia que miran hacia atr¨¢s sin ira.
Babelia
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